¿Las niñas con las niñas y los niños con los niños?
¿Qué es mejor para una estudiante? ¿Ir a una escuela de niñas o a una mixta? ¿Tiene sentido, en el 2016, fomentar la educación diferenciada por sexo, cuando la igualdad de género es una proclama social tan fuerte? A propósito de la carta de Marina Ascencio, de 11 años, quien le escribió a la Presidenta porque quiere entrar al Instituto Nacional, algunos datos y reflexiones para debatir.
Paula 1210. Sábado 8 de octubre de 2016.
6 Datos de los colegios diferenciados
1. Componen el 3,8% de los colegios chilenos según un estudio del Mineduc de 2015, casi la mitad de los que había en 2007. De ellos, 209 son femeninos y 262 son masculinos.
2. En el ranking que elabora la revista Qué Pasa, a partir del rendimiento académico y resultados en la PSU, cinco colegios diferenciados han aparecido en los últimos años dentro de los mejores diez; entre ellos, el colegio Cordillera, el Tabancura y Los Andes. Algunos especialistas atribuyen este éxito, más que a la educación diferenciada por sexo, a que son colegios de elite.
3. La mayor crítica que se les hace a los colegios diferenciados tiene que ver con la sociabilización: no permitirían una integración natural de niños y niñas para que se reconozcan como iguales desde pequeños y no reproduzcan estereotipos de género una vez fuera del colegio. Los detractores comparan la educación diferenciada con escuelas exclusivas para personas con discapacidad o para inmigrantes.
4. Entre los principales argumentos para defender la educación diferenciada está la evidencia científica que muestra que las mujeres maduran, física y sicológicamente, antes que los hombres. Bajo esa lógica sería una forma personalizada de educar que atiende a las necesidades de cada sexo.
5. Varios estudios, entre ellos El rol del género en las interacciones pedagógicas de aulas de matemática chilenas realizado por la UC, indican que en los colegios mixtos se reproducen estereotipos machistas: los profesores consideran más la opinión de los niños y los motivan más que a sus compañeras. A partir de ese dato, María Calvo, presidenta de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada, asegura que el colegio femenino es "una de las herramientas más importantes para la emancipación de la mujer" al no enfrentarlas a esos estereotipos. En cambio, Rafael Carrasco, director de estudios de Fundación Chile, argumenta que la solución es que los colegios mixtos tomen conciencia de que están reproduciendo esos estereotipos machistas cuando educan y lo corrijan, en vez de separar a las niñas para que no sean discriminadas.
6. En casi 200 escuelas públicas de Alemania están optando por separar a niños y niñas en asignaturas como biología y matemáticas, donde estudios demuestran que los profesores desafían menos a las estudiantes; esto, con la finalidad de potenciar el aprendizaje de ellas. Medidas similares se están tomando en algunos colegios de Francia, Estados Unidos y Canadá.
Opinión: Educar en la diversidad
En las escuelas hay que enseñar todo a todos. Esta poderosa premisa fue planteada en 1630 por Juan Amós Comenio, quien señalaba que las escuelas debían admitir por igual a nobles y plebeyos, ricos y pobres, niños y niñas.
Pero, a un océano de distancia, la educación chilena era exclusiva para hijos de funcionarios de la Corona y grandes hacendados. Y algunos monasterios preparaban a las hijas de la elite para el servicio de Dios o futuros maridos.
A mediados del siglo XIX, el Estado independiente creó escuelas primarias en todo el país y hacia 1880 nacieron escuelas mixtas por la dificultad de mantener instituciones separadas en el campo. La educación secundaria, por su parte, estuvo destinada a formar ciudadanos, es decir, hombres. Por eso los liceos de niñas que formaban a señoritas para el hogar y el matrimonio fueron toda una novedad. Recién hacia 1920, por la masificación de la población, aparecieron preparatorias y liceos mixtos que irían homologando la formación que recibían hombres y mujeres.
Cien años después, y varias reformas educativas mediante, Chile ha superado los problemas de cobertura y discute sobre calidad y equidad. ¿Es válido que sigan existiendo escuelas separadas por género? Muchos justificarán que sí en base a la tradición, la identidad y sello de cada institución, pero lo cierto es que hoy sabemos que el colegio es donde aprendes cosas para aplicar en tu vida real. Y la vida real está compuesta por hombres y mujeres, que, además, provienen de distinto tipo de familias y culturas. Los colegios diferenciados son escenarios ficticios que no entregan herramientas suficientes para desenvolverse en el mundo. Esos niños y niñas pueden tener más dificultades para relacionarse con el sexo opuesto y generar estereotipos de género.
Es cierto que en colegios mixtos también se reproducen esos estereotipos, pero la solución a eso no es segregar entre niños y niñas; eso sería atacar el síntoma y no el problema. Hay que apuntar a que cambie la idea de que los niños son mejores para ciencias y las niñas para lenguaje, que no haya talleres de modelaje para niñas y de mecánica para niños, que no se asuma que la niña tiene que ser señorita y el niño aguerrido. Eso tiene que desaparecer. Ampliar los espacios pedagógicos para el desarrollo integral de las y los estudiantes, sin importar su identidad de género, es fundamental para el desarrollo del país.
Efectivamente hombres y mujeres somos muy distintos, el desafío es cómo sacar provecho de cada cual para que haya un aprendizaje colectivo que erradique prejuicios y discriminaciones. Las y los estudiantes merecen vivir experiencias de aprendizaje auténtico, vinculado con la vida real y aplicable a sus vivencias cotidianas. De eso hablamos cuando decimos equidad y calidad en educación. Algo difícil de conseguir en colegios que separan a niños de niñas; que deciden enseñar a algunos algo en vez de a todos y todas, todo.
Por Loreto Jara, investigadora del área de Política Educativa de Educación 2020.
La universidad de Hillary: solo para mujeres
La ex senadora y candidata presidencial del Partido Demócrata de Estados Unidos, Hillary Clinton, estudió en Wellesley College, universidad ubicada en Massachusetts que se creó en 1875 y solo admite mujeres en sus salas. Ahí también estudió la actual secretaria presidencial Katie Johnson, la astronauta de la Nasa Pamela Melroy y la primera secretaria de Estado, Madeleine Albright. Es una de las cinco universidades exclusivamente femeninas del grupo Siete escuelas hermanas que nacieron en ese país para ofrecer una formación intelectual equivalente a la que reciben los hombres en escuelas donde ellas no pueden ingresar.
La escritora chilena Marjorie Agosín, profesora de español y literatura latinoamericana en Wellesley College hace 35 años, defiende el modelo. "Aún existe una gran discriminación hacia las mujeres y una universidad solo para ellas permite luchar contra esa discriminación y contribuir al empoderamiento femenino. Acá se educan sin recibir el prejuicio de una educación de hombres y de mujeres, donde a las estudiantes se les vincula a ciertas asignaturas y los profesores les preguntan y motivan menos. Antes los colegios de niñas las preparaban para ser buenas esposas, hoy se busca formar mujeres independientes, libres, exitosas y felices. Universidades como esta les dan la oportunidad de asumir ese liderazgo", afirma Agosín.
LO QUE VIENE: La coeducación
Este es el nuevo concepto cuando se habla de niños y niñas en materia educativa: la coeducación; es decir, la igualdad de trato y oportunidades para hombres y mujeres en espacios educativos, donde no exista ningún tipo de sexismo o segregación. Ya no se trata solo de que alumnas y alumnos compartan la sala de clases como lo hacen en colegios mixtos, sino que ambos ocupen puestos de dirigencia estudiantil, sus opiniones sean consideradas por igual por los profesores y se les estimule de manera equivalente en las distintas asignaturas. En 2006, cuando el Instituto Alonso Ercilla les abrió sus puertas a las niñas luego de 90 años siendo masculino, puso en práctica este concepto. Contrataron a la doctora en Educación María Antonieta Mendoza, quien capacitó al cuerpo docente y a apoderados con charlas sobre esta manera de educar libre de estereotipos de género. "Lo primero fue que reconocieran el machismo en sus propias experiencias, por ejemplo que en la casa la mamá siempre es la que cocina, el papá siempre se sienta en la cabecera de la mesa y la niña no puede dar su opinión. Es un trabajo muy profundo", explica Mendoza. Ella les fomentó el hábito entre los profesores de hablar de "niños y niñas" en vez de decir solo "niños" y los animó a prohibir los chistes que aluden a que el lugar de la mujer es, exclusivamente, la cocina o la crianza de los hijos. "En la coeducación no hay diferencias entre el rol del hombre y la mujer. Ambos nacen con las mismas capacidades, solo que la cultura los lleva a actuar de manera diferente", dice.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.