Las personas que me enseñaron a amar
“Hace unos años leí que existen tres amores importantes en la vida: el primero que llega en la adolescencia y te enseña a querer; el segundo que te enseña el dolor y te aferras a él; y por último el tercero, que dejas que venga sin altas expectativas y es el amor de tu vida.
Me cuestioné esto varias veces y la verdad es que creo que existen muchos más.
Mi primer amor no fue como en las películas. La verdad apareció en un momento de mi vida donde sólo deseaba querer a una pareja y lo encontré a él. Duró muy poco. Fue lindo sólo al principio y luego la historia no terminó bien.
Unos años después llegó otro amor. Este sí me enseñó a querer. Justo estaba pasando por muchos cambios, por una etapa donde había que tomar una decisión importante como lo fue dejar de tomar alcohol. Nunca fui alcohólica pero cuando tomaba un poco, hacía corto circuito. Lamentablemente este amor llegó justo en ese tiempo. Le agradezco mucho haber estado, sin embargo, él lo pasó peor que yo. Con él conocí lo que era el verdadero amor. Esos de películas, con los que uno piensa que no existe nada más en el mundo que esa persona. Mientras duró esa parte fue maravilloso.
Después de unos años llegó otro amor. Un hombre que marcó un antes y después en mi vida amorosa. Lo conocí en una fiesta y enganchamos al tiro. Yo justo me iba de intercambio en cuatro meses. Me dijo desde el minuto uno que no quería nada serio, y lo entendí y seguí. Disfruté cada momento con él, cada aventura. Aunque sabía que tenía fecha de término y que no era realmente amor, lo que me hizo fue mágico. Nunca nos dijimos te quiero, siempre tuve las cosas claras, pero fue fantástico. No fue un amor de cuento de hadas, él sólo me enseñó a disfrutar el momento. Con él también entendí que uno puede sentir mucho sin que necesariamente sea amor.
Llegó el momento de irme. Él fue la última persona con la que hablé antes de irme por siete meses. Nunca más volvimos a hablar.
Pasaron los años. Mi vida universitaria siguió. Miraba a mi alrededor y veía cómo toda mi gente cercana evolucionaba. Yo seguía a mi ritmo, probablemente más lento. Ahí fue cuando descubrí al que fue el primer verdadero amor de mi vida. Con él tuve una relación muy linda, más madura. Con él por primera vez me proyecté para una vida entera. Con él pensamos en una vida juntos, una familia, una casa, un hogar. Este amor me enseñó de tranquilidad. Con él aprendí a querer a largo plazo. Con él conocí el proyecto de vida que quiero hasta ahora. Fue muy lindo. Me sentía feliz y tranquila. Terminé mi carrera universitaria y quería dar grandes pasos con él. Viajamos juntos, conocimos muchos lugares, se hizo muy amigo de mis amigos y muy cercano a mi familia.
Lamentablemente en el tiempo mi amor por él decayó y me costó entender que no seguía enamorada. Me costó muchísimo afrontar que en el futuro no me veía con el.
Un primero de enero lo nuestro terminó oficialmente para seguir con mi vida sola, más bien sin pareja y sin proyecciones con alguien. Recién después de dos años logré olvidarlo. Seguía enganchada de la imagen de vida de que había proyectado con él. No sé exactamente la fecha en que lo olvidé, pero sí sé que me costó muchísimo.
Pasados los años, viviendo en otra ciudad y región, apreció otro nuevo amor, el cual me enseñó lo que no quiero en mi vida amorosa. Fue lindo pero fue sólo enseñanza. Nunca dejaría que alguien me volviese a querer tan poco. Suena duro cuando lo escribo, pero fue así.
Hoy tengo 31 años, y desde los 29 que vivo con mi pareja actual, quien hoy es mi familia. ¿Amor? Sí, conocí al verdadero amor. No es el de películas, pero es mucho mejor; es el que te enseña, te acompaña, el que no te aguanta todo, no te idealiza. Con él aprendí que no todo es para siempre, aunque a él sí lo quisiera para siempre en mi vida.
Con él aprendí que no todo es perfecto, pero si se ama con mucha fuerza, se soluciona. Es también el que te tira para arriba y sobre todo, el que te da tranquilidad y confianza. Hoy puedo decir que estoy enamorada “hasta las patas”, pero no de una imagen en mi cabeza, más bien de alguien que amo, un ser con defectos y virtudes; y de una relación que día a día se construye más fuerte y que es el amor más lindo y real que he tenido en mi vida”.
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