Paula 1154. Sábado 16 agosto 2014.

Reinventarse una y otra vez fue la consigna del artista alemán Sigmar Polke (1963-2010). Su obra, prolífera y muy variada, se apropió con radical libertad de diversos contenidos e imágenes mundanas, reinterpretando críticamente los distintos momentos que le tocó vivir. Siempre lanzándose hacia nuevos medios y estilos, es considerado uno de los artistas más experimentales del siglo XX y un referente fundamental para la escena contemporánea. La mayor retrospectiva realizada de su obra, con más de 250 piezas, se acaba de cerrar en el MoMA de Nueva York y en octubre se tomará la Tate Gallery de Londres.

Se ha dicho que sigmar Polke no fue uno, sino muchos artistas, porque sus obras son muy diferentes entre sí. Y es cierto que experimentó sin parar, que mil veces volvió a empezar, desplegando una flexibilidad impresionante en técnica y estética -pasó por el pop, la abstracción y el conceptualismo- pero nunca perdió esa secreta coherencia que atraviesa su producción.

Referencia obligada del arte contemporáneo, comenzó con la pintura en los años 60 y 70 bajo el sello del realismo capitalista, una ironía ante el movimiento del realismo socialista que entonces se imponía en Alemania Oriental, en plena Guerra Fría y que, en el fondo, era complaciente al régimen político. Por un lado, al apelar a la cultura capitalista, Polke se adelantó al pop norteamericano, con obras que anticipan la hegemonía del consumismo, pero de una manera mucho más profunda y metafórica que Warhol, por ejemplo. Por otro lado, la idea de realismo estaba estrechamente ligada a una actitud que sostuvo durante toda su vida, caracterizada por mostrar y denunciar hechos de la realidad. También utilizó símbolos ideológicos, como la suástica nazi, adelantándose a otros artistas actuales que los han usado. Pero no solo reprodujo ideas y contenidos de lo que estaba pasando, sino también tecnologías, como los inicios de la computación y de la radioactividad, que intentó poner en evidencia, simulando su funcionamiento y efectos visuales en dibujos esquemáticos y pinturas sicodélicas.

Muchos trabajos de Polke se caracterizan por el uso de fotografías y titulares obtenidos de la prensa. También utilizó escenas de películas, fotografías encontradas, billetes, cuadros. Tanto le gustaba sacar de aquí y de allá que quiso que su obra explicitara ese procedimiento de copia, generando imágenes que exhiben una pérdida de resolución, exagerando las tramas o ampliando los puntos de las fotografías. De hecho, la fotocopia fue una técnica que privilegió y tenía una máquina fotocopiadora en su estudio. La multiplicación, la reproducción y la imitación eran asuntos que lo apasionaban, mucho antes que el mundo se volviera una Babel de imágenes reproducidas hasta el infinito. "Me gusta la calidad impersonal de estas imágenes. La trama, para mí, es un sistema, un principio, un método, una estructura. También me gusta que la ampliación de las imágenes las vuelva borrosas y que se generen puntos en movimiento. Me gusta que los motivos oscilen entre ser reconocibles e irreconocibles", declaró en esa época.

Más allá de la versatilidad que lo caracteriza, Polke también se permitió expresar sus distintos temas de interés: en su trabajo la actualidad social convive con la alquimia y lo esotérico. Así, algunas de sus obras hacen guiños a la xenofobia, reproduciendo imágenes de jóvenes nazis en los años 90; pero, junto con ellas, realizó cuadros donde el efecto del color varía según la posición en que el espectador se ubique, los que llamó "experimentos alquímicos". También hizo otras obras donde generaba diagramas seudocientíficos o sistemas inventados que operaban, según dijo, como un modo de comunicación con los muertos.

Su obra viajera y experimental es un correlato de su propia biografía: Polke siempre inicia una nueva jugada sostenida por el ingenio y la curiosidad. Varias veces cambió de ciudad y vivió rodeado de amigos, que variaban constantemente. En los años 70, marcados por la sicodelia y los viajes de autodescubrimiento, Polke también salió a las carreteras. En esos años hizo grandes ampliaciones de fotos que tomó en Pakistán, una de las cuales muestra hombres fumando pipas de agua o de opio, los que luego retoca con colores para que parezcan fotos de revistas de viajes. En esta década viajó también a París, Túnez, Nueva York, Roma, Afganistán, Bali, Java, Sumatra, Nueva Guinea, Tasmania, Singapur, Malasia, Egipto, Tailandia, Islas Canarias, Sri Lanka, Jamaica, Brasil, Líbano, Japón, Emiratos Árabes, Irán, y China, entre otros lugares. En todos ellos hizo fotos, recogió elementos gráficos de afiches y revistas y llevó esas referencias culturales a sus obras.

En definitiva, recorrer la extensa exhibición de Sigmar Polke –que acaba de cerrar el MoMA de Nueva York y que se traslada a Tate Gallery en Londres– es visitar, de una sola pasada, los distintos movimientos artísticos y sus múltiples lenguajes, abarcando pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, películas. Pero también es adentrarse en los cambios y avatares del siglo XX vividos desde la subjetividad y la apertura de un visionario sensible y ultra ingenioso, que comentó su época con una libertad, una riqueza visual y una consistencia extraordinarias.

Vista del montaje de Sigmar Polke en el MOMA de New York. 2014

Photo: Jonathan Muzikar

En la lista de las 10 mejores exhibiciones del año 2014, el destacado curador y crítico Simon Watson ubicó la retrospectiva de Polke en el segundo lugar. El primer puesto fue para la muestra sobre la artista brasileña Lygia Clark, que se realizó en forma paralela también en el MoMA.