Hace dos días que llueve. El ventanal de la casa es un gran cuadro empañado y rugoso donde se asoman apenas los árboles. No hablas y yo tampoco hablo. Antes de tomar el avión desde Santiago hasta aquí me di cuenta de que las flores que planté en mi terraza se quebraron. Las únicas semillas que han crecido ahora son dos ramas a punto de morir. Mientras intentamos pasear entre la lluvia por la costanera que bordea el mar, me detengo a observar los enormes lobos marinos descansar como hombres gordos. Nos reímos y seguimos en silencio. A excepción de esa primera vez, hace varios meses cuando nos conocimos, nunca hemos hablamos demasiado. Si lo pienso, no podría imaginar a dos personas más distintas que nosotros caminando por aquí.
Resumo el fin de semana en tres imágenes: Los dos sentados en silencio bajo los árboles del jardín. Los dos apenas abrazados frente a una película que veo por tercera vez. Los dos forzándonos a comer un pescado agrio antes de aceptar que lo compramos descompuesto. A veces no todo está tan mal, en algunos momentos las cosas resultan un poco bien. El paisaje tiene los mismos colores que nuestra ropa en una foto, logramos contarnos cosas del pasado, a veces terminamos riéndonos de lo mismo. Luego, todo se vuelve a desunir. Pienso: como una masa que nunca cuaja. Entre las pocas cosas que hablamos me dices que te gustaría tomar un ascensor para poder elevarte por sobre la lluvia. El silencio después de eso es el más incómodo que todos los de este viaje.
Termina el fin de semana y estoy a horas del vuelo que me llevará de vuelta a Santiago. Tomamos juntos un café para despedirnos. Mi silencio se rompe por fin con todo lo no dicho en estos días. Todas las cosas que imaginamos que pasarían, no van a ocurrir. Estamos de acuerdo en casi todo y nos abrazamos en un hasta luego que tampoco ocurrirá. Me pregunto (como siempre) si las relaciones no resultan por alguna razón importante del destino o si definitivamente es uno el que, sin darse cuenta, lo arruina todo. Me subo al taxi cargada. El chofer me pregunta cosas que no me llegan mientras borro nuestro chat para concretar el término. Hago la fila para entrar al avión, mi bolso va cargado con recuerdos que compré en el mercado. Entre ellos, brotes de flores para plantar en reemplazo de las que ya no están.