"Después de coser, lo único que quiero es coser". Esa frase define categóricamente a Laura Rivas, costurera chilena –no le gustaba que le dijeran diseñadora, lo encontraba siútico-, quien el pasado 2 de julio de 2013 falleció a los 93 años. Conocida por diseñar para la alta clase chilena, entre ellas Nina Ricci y Lucía Hiriart, esta artista de la costura con su partida dejó un legado entre los diseñadores jóvenes de Chile, quienes tocaron su puerta para aprender el oficio de crear ropa.
Para honrar su partida, hablamos con dos diseñadoras que la conocieron muy bien, una de ellas es Pola Thomson, quien desde Nueva York accedió a hablar con Paula.
¿Cómo fue tu experiencia con Laura?
Estuve casi dos años yendo a clases con ella -con algunas interrupciones y un horario apretado entre la marca y tienda que tenía en ese tiempo, más las pegas de producción de moda- por lo mismo acordé con ella que una de mis clases a la semana fuera los días sábados, día en que no recibía a nadie más y que de alguna manera me lo aguantó excepcionalmente, tenía 93 años en ese tiempo.
¿Cómo era esa relación?
Compartí mucho con ella, en otro nivel. Un día, después de tres intentos fallidos del pegado de una manga en la chaqueta de sastre, le pedí que mejor me dijera cómo se hacía, ella detectando el descontento en mi tono me dijo "no nos vamos a pelear por una manga, si somos amigas".
Pola Thomson recuerda que en el tiempo que ella iba a clases vio como varios compañeros desertaban, porque no encajaban con ella ni con su sistema de hacer las cosas. "La Laura te ponía a prueba. Era directa, para nada complaciente, siempre sabías que te iba a decir la verdad, frontal y sin anestesia, pero a la vez de manera encantadora, incluso a veces divertida. Ese humor que habla de lo inteligente que era"
Entre cafés y costura se fueron conociendo, Laura le contaba sus historias a Pola. Y el día que terminó el curso y Pola le presentó sus vestido, ella lo vio y me dijo "te van a aplaudir".
Otra diseñadora que admiraba mucho a Laura, es Kika Neumann, quien fue al igual que Pola, alumna de la fallecida costurera. Esto fue lo que nos dijo a través de su propio puño.
Murió Laura Rivas Vial, costurera de profesión y maestra de Alta Costura. Había escuchado que ella era un personaje importante de la moda chilena. Siempre tuve facilidad e interés por la costura y un día me decidí a estudiar el oficio para ampliar mis horizontes profesionales.
Tenía 30 años. Pensé que podía ser tarde. Veía difícil dejar de lado mi carrera de actriz y empezar una nueva vida dedicada a la costura. Hasta que un día entré a su departamento y me di cuenta que ahí habitaba una mujer original, que vivía con sus propias reglas. Un mundo propio y vital de una señora de más de noventa años. No había hijos ni nietos que giraran en torno. Solo existía su propia pasión.
Laura recién había cerrado su famoso taller de La Portada de Vitacura y había trasladado su Academia de Alta Costura a su departamento en el 5to piso del mismo edificio. Ella tenía una metodología especial. Como de un tiempo pasado. Todas las terminaciones a mano ignorando los avances de la modernidad; Horas dedicadas a vaporizar y planchar las telas antes de cortar. Su didáctica tenía que ver con defenderse y salir adelante de los obstáculos que uno iba encontrando en la construcción de los patrones o en la confección de una determinada pieza. Había unidades de aprendizaje algo insólitas, como la Falda Pantalón: pieza del vestuario femenino ideal para hacer deporte o para salir de caza un fin de semana, según explicaba. Se hablaba mucho de las diferentes telas, sus usos y funciones, como enfrentarlas y trabajarlas para realzarlas.
Su legado a la moda nacional, creo yo, es el valor de las piezas bien hechas, de buen gusto, sin estridencias ni rebuscamientos. La elegancia para ella, era saber elegir el vestuario correcto para cada ocasión.
En los dos años que estuve viéndola tres veces por semana, aprendí a distinguir y valorar las telas de materiales nobles, la sobriedad y elegancia en la creación de una pieza, la exigencia de una manufactura impecable, dedicarle las horas de trabajo necesaria para un buen resultado. La importancia de la prueba y el calce adecuado para cada cuerpo.
También me enseñó: a distinguir lo importante de los superfluo; de la fuerza que puede llegar a tener una mujer apasionada por su trabajo; dejé de tenerle miedo a la vejez y a la soledad.
Laura era joven y vieja, liberal y consevadora, inteligente, informada, opinante, visionaria. Tenía mucho sentido del humor y también mal genio. Decía las cosas de frente. Empresaria del buen gusto y la sensatez en el vestir. Una mujer símbolo de la emancipación femenina del siglo XX. Clasista y demócrata. Deslenguada y fina.
Le cargaba la palabra glamour; el chao como despedida...lo correcto era hasta luego; el diseño y a los diseñadores de vestuario; el escocés mal calzado; la tijera zig-zag; la máquina overlock; salir a la calle; descansar y tener vacaciones.
Le encantaba la costura y el oficio de costurera, primero la técnica después el vuelo personal, decía ella; jugar Solitario; los chismes de personajes políticos y famosos; que le leyeran el diario; la revista Hola; corregir las frases y los conceptos de quienes la rodeaban; tomar una tacita de nescafé a mediodía.
Tenía frases hechas: "La Pepita Poto y la Juanita Moco" "Un vestido de Gran Tralalá" o bien "Este vestido es de una pobreza Franciscana". En fin, un personaje de la Moda Chilena.
* El taller de tejidos de Laura Rivas, ganador del Festival de Moda, prensentó su desfile de invierno en el Hotel Carrera. En la línea de sus vestidos muy sobria y a la vez moderna llaman la atención los fabulosos tweeds y telas escocesas que puede fabricar con su máquina de tejer. Revista Paula 1969