Para Mirentxu Busto, psicóloga clínica y fundadora y docente del Instituto Ikastola Sergio Yulis, lo que estamos viviendo es, en su primer estado, un estallido emocional. Uno de rabia, de frustración. "La sensación de falta de respeto, abuso y sometimiento hizo que todo explotara. Todas las respuestas han sido desde lo emocional; la de nosotros, la gente, pero también la de los gobernantes. Y es que las emociones nos están invadiendo profundamente", dice.

Esta experiencia nos ha hecho darnos cuenta de que podemos sentir rabia y alegría a la vez. ¿Cómo se explica vivir emociones sobrepuestas y contradictorias?

Las emociones no se rigen por la lógica. No es recomendable tratar de entender las emociones desde ahí porque en el mundo emocional pueden coexistir sentimientos que parecieran contrapuestos desde una perspectiva cognitiva. Si tratas de aplicarle lógica a lo emocional puedes llegar a la clasificación de una emoción: esto no se debe sentir, esto sí. Esta es una emoción adecuada, esta inadecuada. Enjuiciar las emociones no es recomendable. ¿Cómo podrías cuestionarte algo que sientes?

¿Cuál sería una forma adecuada de manejar nuestras emociones en este contexto?

Lo que podemos hacer es reconocer la emoción, sin cuestionarla, y conducirla. Hay gente que siente miedo por lo que está pasando, y no sirve de nada que alguien te diga: "no te asustes". Si reconocemos lo que sentimos podemos hacer un chequeo empírico y preguntarnos: ¿en qué está mi entorno? ¿Hay una amenaza real? ¿Tengo a quién recurrir? Y es que el contrastar lo que uno siente con la realidad da cuenta de que en muchos casos la percepción puede estar desajustada. Eso ayuda a poder bajar los niveles de temor o angustia, porque no se permite que la emoción se adueñe de todo.

¿Por qué generan miedo situaciones como esta?

Porque vivimos en una sociedad con una fuerte ilusión de control, y lo que nos asusta es sentir que lo perdemos, ya que controlar tranquiliza. Pero no hay que olvidar que es solo una ilusión, y este desbordamiento nos demuestra claramente que en realidad no controlamos nada, o muy poco.

¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos abrumados por la información que recibimos y nos damos cuenta de que nos está afectando negativamente? ¿Desconectarse es realmente una solución?

Las burbujas protectoras duran poco en momentos en los que la realidad se impone. Si ver una serie en la televisión te distrae, si cocinar algo te distrae, usa esas herramientas. Pero lo que más sirve es comunicarnos, decir lo que estamos sintiendo. Se sabe que en la comunicación hay una reducción de la ansiedad, pero no se trata de sentarnos a conversar dominados por las emociones sin escuchar a nadie más. El objetivo es conectarse, no lo contrario. Y es que esto nos permite sentir con el otro.

Buscar un culpable o un enemigo no ayuda a reconstruir. Cuando uno pone la culpa en otro deja de mirarse a sí mismo y de ver cuál es la responsabilidad personal en todo lo que pasa.

¿Cómo crees que la sociedad chilena se está haciendo cargo de su emoción?

Al salir a las calles, porque cuando vas a una marcha te comunicas, hay sensación de colectivo, dolor compartido. El foco se concentra, ya que es la puesta de los seres humanos en colectivo. Vuelve el instinto de sobrevivencia. Nos conectamos. La desconexión se da entre lo que se vive como realidad en la calle, con la gente, y el mundo político. Y es una brutal.

¿Por qué se da eso?

Hay una cosa muy fuerte colectiva de sentir. Al sentirte desamparado buscas a más gente. Te pones en el lugar distinto. Algunos sólo desde el miedo y la angustia, y quieren mas seguridad. Otros desde la esperanza de cambio.

¿De qué forma influye nuestra propia historia como país, y haber vivido una dictadura, en este despertar emocional?

Sobre todo influye en las personas que vivimos ese episodio y que tenemos que hacer un trabajo importante con nuestras propias emociones. Porque deberíamos haber sanado, pero muchos no lo han hecho. Entonces lo transmitimos por todos lados; añadimos angustia a las emociones de alegría, de entusiasmo, de esperanza y eso hace que las emociones se disparen. La gente que no vivió la dictadura está en otro escenario. Lo que he escuchado es que el miedo es menor. La gente joven lo vive distinto porque no tiene el trauma.

¿A qué le atribuyes que haya personas que reaccionen desde la furia y otras desde la alegría?

A sus condiciones de aprendizaje. Cuando has visto esto en tus padres y tus vecinos, o vives en contextos donde hay balazos todo el día, no es tan raro que nazcan este tipo de sentimientos y comportamientos. Si viviste en un ambiente violento aprendiste que cuando sientes rabia la tienes que exteriorizar de forma agresiva. ¿Por qué se contagia la gente de esta rabia? Porque las emociones son contagiosas y en momentos inciertos es normal que uno se confunda.

Si reconocemos lo que sentimos podemos hacer un chequeo empírico y preguntarnos: ¿en qué está mi entorno? ¿Hay una amenaza real? ¿Tengo a quién recurrir? Y es que el contrastar lo que uno siente con la realidad da cuenta de que en muchos casos la percepción puede estar desajustada.

¿La gente sometida a más abusos siente más rabia?

En un ambiente más igualitario es probable que haya menos rabia. Pero no necesariamente se trata de eso, porque la rabia existe en todos. Todos tenemos rabias, y muchas. El tema es cómo se aprende a canalizar y a manejar esa emoción. Si vives en un ambiente violento, aprendes que cuando tienes rabia te pones violento. Distinto es cuando vives en un ambiente más pacífico, donde aprendes que la rabia se puede manejar. Es distinto una madre que te pega cuando dices "no quiero" versus una madre que te abraza cuando dices "no quiero". Uno aprende lo que ve.

¿Cómo podemos expresar esa rabia?

Hay que tener mucho cuidado con cómo manejamos la rabia, porque el abuso genera rabia y si no la conducimos de forma adecuada se puede dirigir contra nosotros mismos y nos deprimimos o explotamos. Se puede mejorar la canalización de la rabia siendo afectivo, expresando esa emoción en el momento sin dejar que se acumule. El psicólogo Martin Seligman acuñó el término desamparo aprendido para referirse a situaciones en las que el individuo ha aprendido que independiente de lo que haga, no puede cambiar el resultado. Cuando hemos sido sometidos a muchos abusos de forma sistemática y uno no entiende por qué, se genera este desamparo o desesperanza. Eso es lo que nos ha pasado a nivel colectivo y es la razón del desborde de rabia.

¿Y cómo salimos de esa rabia?

Con la autoafirmación, definiendo claramente cuáles son nuestros límites y con diálogo. Necesitamos poder definir qué es lo que queremos, qué pedimos y cómo lo canalizamos para ser escuchados.

¿Cómo se reconstruye lo individual y lo colectivo después de una experiencia como esta?

Enjuiciar no es constructivo. Buscar un culpable o un enemigo no ayuda a reconstruir. Cuando uno pone la culpa en otro deja de mirarse a sí mismo y de ver cuál es la responsabilidad personal en todo lo que pasa. ¿Qué he hecho para contribuir a esta situación? ¿He tratado de componer? ¿He abusado de mis privilegios? ¿Me he preocupado del otro? En la psicoterapia lo que se busca es precisamente pasar de esta idea de que la culpa la tiene el otro, a ver qué es lo que puedo hacer yo para cambiar una situación determinada. Si alguien me maltrata, es porque hay una parte de mí que permite ese maltrato. Es difícil ponerse en esa situación y hacerse esas preguntas, pero son necesarias porque permiten trabajar en el cambio.