Paula 1205. Sábado 30 de julio de 2016
1. RL Stevenson
Todo lo que escribió, desde los ensayos juveniles hasta los últimos relatos que contaba en su isla en Samoa, donde fue a morir este escocés enfermizo y aventurero, tiene la alegría más amable y la profundidad más valiente. La isla del tesoro y Doctor Jekyll y Mister Hyde siguen siendo textos inagotables. Las palabras de Henry James (su gran amigo y opuesto literario), cuando murió 1894, no exageran nada: "Iluminó un lado entero de la Tierra y era por sí mismo una provincia entera de la imaginación. Sin él somos gentes más pequeñas y personas más mediocres".
2. Natalia Ginzburg
Léxico familiar es una gran novela del amor: cuenta de oído la vida en una casa de gente querida que dice tonterías y genialidades. Su ética es la aceptación y composición con los demás: dejar ser y desplegar una comunidad de individuos. Querido Miguel, otra de sus novelas, es un thriller sobre las posibilidades de comunicación y amor en una familia muy disfuncional de los 60, una maravilla para felicitarse de no haber leído y reservarse su goce.
3. Samuel Beckett
Todo lo que escribió es tan radical, tanto golpea el entendimiento y la emoción, tanto hace vibrar el pensamiento, que mi admiración es infinita. Tanto he hablado admirándolo que un amigo me inventó un lema: "Hay vida después de Beckett". No sé si mucha más, ni tampoco una experiencia similar a la liberación mental y espiritual que provoca.
4. Jorge Ibargüengoitia
En México están Carlos Monsivais, Fabrizio Mejía Madrid, Emiliano Monge, por nombrar algunos de los divertidos escritores que de algún modo siguen su estela. Es el cronista mayor: Instrucciones para vivir en México sirve realmente para comprender la ternura y ferocidad de los mexicanos, su formalidad e imaginario, la ridiculez de sus aparatos culturales y burocráticos, el milagro de su existencia. Revolución en el jardín, la crónica sobre Cuba en los 60, es inmortal.
5. Francisco Ide
Un editor amigo me mandó un libro de este joven poeta chileno (1989). De inmediato quise publicarlo y lo leo una y otra vez. Dice el mismo Ide sobre el placer de la poesía: "Los poemas son como una casa que puedes visitar y donde cada elemento, hasta el más chico, está puesto con un fin. A veces uno quiere vivir dentro de ellos. Se abren cosas raras sobre el mundo, cuestiones como pre-racionales. Da la sensación de acceder a una lógica interna –si es que la hay– de las cosas". Sus poemas de amor –y la poesía amorosa más alta se lee siempre infatigablemente– son un futuro tesoro.