Lo que se suponía debía ser un compra común y corriente en el supermercado, terminó siendo una tarde amarga para Linda Marcovich (33). Por su cultura gitana está acostumbrada a las miradas despectivas en la calle y actos discriminatorios al azar, como ser seguida por los guardias, un hecho que vivió hace un par de semanas y que, lamentablemente, no es la primera vez que le pasa. Y de seguro, tampoco será la última.
Entraron con su prima y su hermana a un supermercado relativamente nuevo, que se inauguró hace unos dos meses, y al cabo de unos minutos notaron que los guardias las seguían por los pasillos. “No eran uno ni dos, sino que cuatro. Nos estaban escoltando, era demasiado obvio”, dice Linda, quien decidió sacar su celular y documentar lo que estaba ocurriendo. “Primero la agarraron con mi prima y después conmigo, cuando empecé a grabarlos. Empezaron a burlarse de nosotras, a tirarnos besos y a decir cosas que no venían al caso. Hablamos con el encargado y nos dijo que les llamaría la atención, pero no hizo nada. Cuando salimos del supermercado siguieron burlándose de nosotras, así que volvimos a hablar con el encargado y esta vez sí les dijo algo”, recuerda Linda, quien subió el registro a su TikTok (@lindamarcovick), donde documenta gran parte de su vida como gitana.
Lo ocurrido no fue sorpresa para Linda, ya que ha crecido sabiendo que esa clase de prejuicios los van a perseguir siempre a ella y a la comunidad gitana. “Es lo que vivimos a diario. Siento que se aprovechan cuando vamos solamente mujeres, porque cuando vamos con hombres, nunca nos han molestado. Los hombres pasan piola hasta que hablan y les escuchan el acento, a ellos no los siguen en el supermercado. Si yo me pusiera jeans, tampoco me seguirían. El tema de la vestimenta es lo que nos afecta”, asegura.
El actuar de gitanos y gitanas se ha convertido en un estereotipo que la gente suele aplicar a cualquier persona de esa cultura, provocando situaciones como las que Linda y su familia han tenido que vivir. Hace un tiempo llegó hasta un restaurant para almorzar y le negaron la entrada “por ser gitana”. Según el local, anteriormente un gitano había causado problemas, por lo que la entrada a otras personas de la comunidad estaba prohibida. Linda tomó cartas en el asunto e interpuso acciones legales en contra del lugar: “No es que nos pase todos los días, pero igual es un tema psicológico que tenemos. Hay supermercados y lugares a los que vamos siempre donde nos conocen porque somos clientes y no pasa nada. Pero en otros nos hacen sentir mal y nos preguntamos por qué nos tienen que pasar estas cosas. ¿Porque somos diferentes? Ni siquiera es eso, porque somos chilenos igual que todos. Si me pillas robando, lo entiendo, pero tener que pasar por esa humillación delante de la gente que se queda mirando y el hecho de tener que estar peleando y reclamando siempre es agotador y triste, la verdad. Como mujer y como gitana es doblemente de triste”.
Tradiciones que se mantienen
La contención entre gitanos es primordial para hacer frente a las situaciones discriminatorias. El apoyo entre sus pares, sobre todo mujeres, permite que las experiencias sean transversales y no queden como hechos aislados: “En casos así, donde somos solo mujeres las afectadas, les decimos a los hombres que no se metan. Mucha gente nos dice ‘Lleva a tu marido para que les pegue’, pero es ensuciarse las manos con gente que no vale la pena y, además, generar más problemas. Nos apoyamos entre nosotras, nos contamos cuando no nos dejan entrar a ciertos lugares, nos dicen algo o nos siguen porque somos gitanas”.
Hace años, cuando el acoso todavía era un tema al debe dentro del debate en la agenda social, las gitanas eran un blanco fácil para el acoso callejero. Hoy Linda asegura que si bien estas situaciones ocurren menos, es algo que sigue pasando. “Ahora igual ha bajado el acoso, pero antes era ‘Gitanita acá, gitanita acá’, lo típico que nos pasaba. Gracias a Dios ha cambiado un poco, porque antes no podíamos salir tranquilas. Pero, por ejemplo, eso de que nos tiraran besos en el supermercado a modo de burla también puede considerarse acoso”, explica.
Linda tiene tres hijos de 14, 7 y 1 año y cinco meses. Ha vivido su maternidad y la infancia de sus hijos con la mayor normalidad, afortunadamente lejos de los prejuicios. Los dos mayores van al colegio, algo opcional dentro de la cultura gitana, y asisten al mismo desde kínder. “No he tenido ningún problema con mis hijos. Los conocen desde chicos y a mí también me conocen desde hace tiempo, así que no tengo problemas con los apoderados. Al contrario, nos quieren mucho. No es tema que seamos gitanos, no es nada importante”, señala Linda, y explica que hay muchos gitanos que deciden no enviar a sus hijos al colegio: “Diría que es un cincuenta y cincuenta. Acá en Santiago, la mayoría de los gitanos tiene los recursos para enviar a sus hijos al colegio, pero aun así algunos deciden no hacerlo. Cuando a las niñas no las envían al colegio es para que no conozcan a alguien que no sea gitano y no se enamoren. Y en el caso de los niños también, pero además porque desde chicos les enseñan el trabajo, entonces empiezan a ganar plata y no les interesa estudiar. Yo sí envío a mis hijos porque quiero que aprendan. Su papá nunca fue al colegio y yo no terminé la media, así que yo tengo que hacer todos los papeleos. Mis hijos tienen que aprender y si quieren seguir el negocio de su papá (de compra y venta de vehículos), está bien, pero que también se sepan desenvolver más”.
Cuando eras niña y a medida que crecías, ¿te cuestionaste alguna vez las tradiciones de tu cultura?
La verdad es que nunca me afectó, fue algo que desde chica supe bien cómo era. Creces en un ambiente en el que no ves a otras personas, por eso a los niños no los mandan al colegio. En el mundo gitano no ves las cosas del mundo, pero en el colegio sí. Para mí fue muy normal, yo trabajo, pero la mayoría de las mujeres gitanas no trabaja. Salen y van de compras con el sustento de sus maridos, pero a mí me gusta harto trabajar. Tengo mi pyme de confección de vestidos y los vendemos a gitanas y a mujeres que no son gitanas también. Las redes sociales me han ayudado mucho.
¿Qué te parece que su cultura siga teniendo las mismas tradiciones y que, de pronto, pueda haber prejuicios hacia personas que no las siguen al pie de la letra?
Yo tengo mentalidad bien gitana. Para nosotros es importante armar una familia. Yo sé que poca gente cree en el matrimonio, pero nosotros sí creemos en el matrimonio y también en la familia. Yo en ese sentido soy a la antigua y creo que está muy bien que los gitanos y las gitanas estudien, pero también que armen su familia para que luego no estén solos.
“Las mujeres gitanas somos mujeres al fin y al cabo, tenemos los mismos problemas que el resto de las mujeres”.
¿Y qué pasa con la separación? ¿Es algo que se da?
No es tan común, siempre se trabaja para mantener el matrimonio. Los gitanos más viejos hacen lo posible para ayudar y que ese matrimonio se vuelva a unir, que siga adelante. Y si no se puede hacer nada, queda estipulado que se van a separar y se reparten los bienes. Se da menos que los matrimonios se separen, pero es algo válido también. No es obligación que estés soportando un matrimonio con engaños y maltratos, por ejemplo.
¿Cómo dirías que es ser mujer gitana hoy en día?
Es ser una mujer como cualquier mujer. Obviamente nuestra cultura igual es como ser más dueña de casa, más familiar, pero al fin y al cabo las mujeres gitanas somos mujeres y tenemos los mismos problemas que el resto. Los prejuicios no se van a quitar, siempre van a seguir. Quizá una persona fuera de la comunidad gitana no soportaría tanto como soportamos nosotras el acoso, la discriminación y más miradas, pero somos felices y libres y hacemos lo que queremos, sin tener jefes que nos opriman.
Redes sociales y pyme
Hace diez años Linda Marcovich y sus dos hermanas iniciaron su pyme de vestidos Colección Marcovich (@coleccion_marcovich). Hoy ya cuentan con ayuda de una persona más, ajena a la familia, para realizar todos los pedidos que despachan desde Arica a Punta Arenas. Ellas mismas confeccionan los vestidos y compran las telas. “Hemos crecido mucho, también gracias a las redes sociales. Le vendemos a mucha gente que no es gitana también”, dice Linda, cuyo crecimiento en redes sociales ha sido exponencial: en Instagram tiene más de 105 mil seguidores y en TikTok más de 368 mil.
Gracias a las redes como vitrina, el año pasado grabó con Mega unos capítulos para un docureality sobre la realidad gitana, una forma de mostrar al resto las costumbres y desmitificar algunos temas. “Me parece súper bien que se retrate y se muestre nuestra realidad. Por eso empecé mis redes sociales, me gusta que la gente vea que nosotros mismos mostramos nuestra vida. La gente de repente piensa cosas de los gitanos que no son verdad o derechamente que somos todos iguales. En redes siempre muestro a mi familia, ahora también hago videos en YouTube donde enseño cómo son nuestras fiestas. Nunca pensé que iba a tener tanto éxito”, cierra Linda.