“En la niñez nos enseñan que llorar es malo, por lo que crecemos asociando el llanto con un signo de debilidad o vergüenza, pero no debería ser así. Llorar es una forma esencial de alivio que nos permite identificar nuestros sentimientos y trabajar en ellos. Al reprimir nuestras lágrimas, los sentimientos no procesados pueden abonar el camino de la depresión. Por eso es tan importante que también los hombres aprendan a llorar. Al llorar nos permitimos ser vulnerables y eso es muy bueno porque no podemos estar en guardia todo el tiempo”, dicen en una publicación del sitio web y podcast mexicano, Ponte Chida. En uno de sus capítulos analizan las razones por las cuales las personas a veces evitamos el llanto indicando que cuando lloramos nos mostramos vulnerables, una cualidad que se asocia con ser débiles, y por supuesto, ¿quién quiere mostrarse débil?.
Pero ser vulnerable no es sinónimo de debilidad. Así lo explica la psicóloga y autora de los libros Soy suficiente y Más conectados, María José Lacámara, quien propone que al permitirnos ser vulnerables nos estamos cuidando. “Cada vez que nos regalamos la posibilidad de ser vulnerables y sintonizar con nuestras emociones, hablar de ellas y pedir ayuda, estamos cuidando nuestra mente y nuestro corazón como un templo. Si por el contrario buscamos esconder lo que sentimos, hacer como si no pasara nada para no preocupar a los que nos rodean o intentamos poner nuestra energía en ayudar a otros en vez de mirarnos hacia el interior, estamos descuidando nuestro templo y, sin darnos cuenta, estamos eligiendo no hacernos cargo de aquello que nos duele, nos paraliza o nos da miedo”, dice.
Desde ahí que el llanto, que siempre hemos visto como un símbolo de vulnerabilidad, puede (o debe) ser visto como algo positivo, incluso como una herramienta de cuidado. “Se vale una lloradita exprés si la vida hoy pesó mucho”, “una lloradita y a seguir existiendo” o “una lloradita y se te reinicia la vida”, son algunas de las frases que se encuentran en Internet –en formato meme– cuando buscamos información sobre la importancia de llorar. Stephen Sideroff, profesor asistente en el departamento de psiquiatría y ciencias de la bioconducta de la Universidad de California, en un artículo lo explica así: “De niños, usualmente se nos enseña a controlar nuestras emociones. Quizás recuerdes alguna vez que te molestaron en la escuela por llorar cuando te lastimabas, o tus padres te castigaron diciendo ‘deja de llorar o te daré razones para hacerlo’. El problema es que estos sentimientos tienen energía, por lo tanto tienes que constreñirte de diferentes maneras para retenerlos”. Según aclara, eso interfiere con los procesos naturales e instintivos, además de crear desequilibrios, ya que la necesidad del cuerpo permanece allí. “Si tienes hambre, comes”, sostiene Sideroff. “Encuentras comida para resolver y abordar ese desequilibrio”. Entonces, si estás triste, herida o enojada, debes encontrar algo para resolver ese desequilibrio.
Desde los dos meses de vida –porque al nacer, el ser humano llora, pero no las derrama–, las lágrimas cumplen diferentes funciones. Las “basales” lubrican y oxigenan los ojos y los protegen del polvo y de las infecciones. Las “reflejas” se producen automáticamente frente al humo u otros estímulos irritantes o pueden surgir al bostezar, toser o vomitar. Y las llamadas “emocionales”, que contienen hormonas como la leucina encefalina, un calmante natural, estabilizan los estados de ánimo y “comunican” sentimientos. Según especialistas el llanto “anímico” se relaciona con el funcionamiento del sistema límbico, ubicado en el hipotálamo. Este sistema –la parte del cerebro responsable por las respuestas comportamentales y emocionales– se comunica con el sistema nervioso vegetativo, que no logramos manejar voluntariamente. La pena, la alegría, las emociones, en general, provocan la reacción de dicho sistema que, a su vez, activa la glándula lagrimal.
El problema es que si estamos acostumbrados a reprimir las emociones, permitirnos llorar podría crear ansiedad. Por eso es que algunas personas, a modo de catarsis, se inducen el llanto; usando una luz y música adecuada, poniendo una película, todas situaciones que crean una atmósfera en la que se sienten seguros o seguras para soltar sus emociones. De hecho, según un estudio publicado en el Journal of Research in Personality, el llanto es en sí mismo una catarsis que alivia de forma inmediata el sufrimiento al 30% de las personas que lloran. “Entenderlo como algo normal, cambiar la perspectiva y darse el gusto de llorar, según sea necesario, puede ayudar a superar gradualmente cualquier molestia”, agrega la psicóloga.
Y es que “cuidar nuestra mente y corazón como si fuese un templo implica compartir la vulnerabilidad“, concluye Lacámara. Llorar es una forma esencial de alivio y un mecanismo curativo natural del cuerpo, que siempre puedes utilizar a tu favor.