Lo dulce y lo agraz
Antofagastina e intensa, la actriz vive tiempos de contrastes: el exitazo de Pituca sin Lucas, la teleserie de Mega en la que interpreta a La Reineta, la sexy dueña de un local en el terminal pesquero. Y la separación de su marido, luego de nueve años juntos. "Estoy parada, tratando de hacer las cosas bien", dice.
Paula 1161. Sábado 22 de noviembre de 2014.
Como si estuvieran en la fiesta de los abrazos o celebrando el Año Nuevo. Ese es el clima que se respira en el área dramática de Mega, tras el batatazo de sintonía de Pituca sin Lucas, la teleserie dirigida por Quena Rencoret con la que debutó la nueva área dramática del canal. Todos se ven sonrientes con el rating que ha alcanzado un peak sobre los 30 puntos y que obligó a Canal 13 y TVN a reestructurar sus áreas dramáticas por los bajos resultados.
Ingrid Cruz (39), vestida de negro, sin una gota de maquillaje y más pequeña y delgada que en pantalla, avanza saludando a cada persona con la que se cruza. En Pituca sin Lucas interpreta a La Reineta, personaje que ha acaparado todas las miradas por su "chispeza" y sensuales contorneos en el terminal pesquero, donde se está grabando la teleserie. Sonríe, se sienta y enciende el primero de numerosos cigarros que fumará durante esta entrevista.
Oriunda de Antofagasta, a los 18 años se vino a Santiago a estudiar Teatro a la escuela de Fernando González. Después de abrirse camino en una ciudad en la que se perdía, trabajó trece años en Canal 13, periodo en el cual perdió a un hijo de cinco meses y medio de gestación. En 2011 se fue a TVN y ahora, con más de 13 teleseries en el cuerpo, está en Mega contagiada de la felicidad del equipo de Pitucas sin Lucas.
¿Cómo es bailar con la bonita?
Es raro. Llevo años haciendo teleseries y me ha tocado estar en producciones exitosas y en otras que no ha visto nadie. Lo que cambia es la vibra, el goce. Hoy la gente ya no me asocia a antiguos personajes ni al supermercado del que soy rostro. Desde que está al aire la teleserie, soy La Reineta y la gente me dice: "venga pa' acá que la voy a hacer cebiche" o "a usted me la comería con limón". Es muy gracioso. También uno observa los prejuicios de la gente, como una señora bien pituca que me dijo el otro día: "mira, eres bien educadita, te sale bien la rota".
No lo vives como un triunfo de la selección de fútbol.
La euforia es el primer día, te juro que me sentía como Alexis Sánchez metiendo un gol en el Arsenal. Pero después no, todo sigue igual. Soy actriz gran parte del día, pero también soy mamá y dueña de casa y corro a hacer las tareas, a preparar el uniforme, la colación, la mochila y a estudiar inglés con mi hija, que le carga. Es muy grato saber que nos ha ido bien, que de alguna forma suben las acciones, pero no me ha cambiado la vida.
¿Cuánto te costó tomar la decisión de venirte a Mega? Porque fue un riesgo.
Me gustan los riesgos. Pienso como Madonna, que dice que cuando estás muy calentita en un lugar, hay que arrancar.
"Nací con papás separados y viví realidades cruzadas. Mi mamá era secretaria y tenía que encalillarse para comprar algo y mi papá tenía mucha plata y una casa gigante. Tal vez por eso puedo hacer de cuica o de flaite con la misma verdad".
Y arrancaste de la zona de confort.
Claro, pero una cosa es decir tomemos el riesgo y otra muy distinta es asegurar que te va a ir bien. A mí me invitaron a participar de un proyecto a largo plazo; estoy contratada por un buen rato porque la idea es armar un área dramática. Cuando llegué me decían: "no esperamos ganar, sabemos que es imposible, venimos a armar un buen producto para consolidarnos y que de aquí a cuatro años le vaya bien". Nos vinimos muchos, especialmente de TVN y lo hicimos con la guata apretada, con susto, fue como tirarse en benji.
¿Siempre tienes esa confianza cuando tomas una decisión importante aunque te duela la guata?
He aprendido. Estuve 13 años en canal 13 y, cuando me cambié a TVN, me costó mucho tomar la decisión y también me costó adaptarme al nuevo canal, pero me sirvió porque crecí humanamente, como actriz y como mujer. Fue como decir: "me puedo desenvolver donde me paren, ya, vamos". Y tuve suerte porque, además, a las teleseries en las que estuve les fue bien. Entonces venirme a Mega no fue a tontas y a locas. Hubo un análisis, primero de lucas.
¿Eres buena para negociar?
Antes era gansa, a los actores no nos enseñan a negociar, nos enseñan a actuar y no hay nada más mediocre que hablar de uno mismo. Pero he aprendido que uno es un producto y en la negociación tienes que valorarte. Ahora sé decir lo que quiero y dónde quiero estar y en esta pasada me sentí muy halagada porque, además, me dijeron que me necesitaban en este proyecto. Eso me hizo mucho sentido porque a mí me gusta pertenecer a los lugares.
¿Por qué te necesitaban a ti?
No sé qué tendré de distinto a las demás. Me gusta mi pega, soy apasionada e intensa, pero porque actuar para mí es mi vida, me llena de energía, lo paso bien. Me olvido de la vida. Me gusta la pega, me gusta pajearme, escudriñar en los personajes, construirlos. Me siento como chancho en el barro, me prendes una cámara y siento cuando el obturador se abre, sé dónde pararme, me crié en esto, entonces lo paso muy bien y no me avergüenzo de hacer televisión.
No me avergüenzo de hacer televisión pero he visto ese prejuicio de que no eres buen actor porque haces tele. A mí nadie me puede discutir mi oficio. Me siento muy orgullosa y defiendo mi trabajo.
¿Te avergonzaste en algún momento?
Nunca, pero he visto ese prejuicio de que eres poco cool, que no eres buen actor porque haces tele. A mí nadie me puede discutir mi oficio, actúo todo el día y lo he hecho durante años. Me siento muy orgullosa y defiendo mi trabajo.
¿Qué piensas de la clase media que es retratada en Pituca sin Lucas?
En las teleseries se suele hablar de ricos y pobres en circunstancias de que Chile es clase media. Entonces, es como una línea que se dijo en el primer capítulo: "¿Somos pobres? No, peor, somos clase media". La clase media chilena es un gran tema, porque la mayoría de las personas pertenece a ella y está en un limbo. Ese mapa del descenso económico que hace la protagonista es muy real. Yo grabo en Lo Espejo, en el Terminal Pesquero y, cuando salimos desde acá, de Las Condes a Lo Espejo, en el trayecto vas viendo, conforme avanzas, cómo cambia el paisaje de la ciudad.
Tú vienes de Antofagasta, ¿cómo te aproximas a ese imaginario?
Mi historia es muy particular. Nací con papás separados y siempre viví las realidades cruzadas. Mi mamá era una secretaria que vivía en un barrio y mi papá, un tipo con mucha plata que tenía una casa gigante y lujosa. Eso hizo que fuera la cuica del barrio de mi madre y la pobre del colegio que mi papá me pagaba. Tuve regia educación, pero me iba en micro. Fue un proceso en el cual fui súper inadaptada, nunca sintiéndome ni pobre ni con lucas, ni teniendo ni no teniendo, siempre muy al margen, independiente. Veía a mi mamá cómo se encalillaba para comprar algo y veía a mi papá que viajaba por el mundo. Tal vez por eso puedo interpretar a una cuica o a una flaite con la misma verdad. Eso me lo regaló la vida: hacer personajes de distintos estratos sociales sin ningún prejuicio.
UN ACTO DE FE
Estás ad portas de los 40, ¿te enrolla cumplir años?
No tengo tema con la edad, me río de la edad porque creo que es un estado mental.
¿No tienes rollos con la vejez?
Tengo hipotiroidismo, mi rollo es más con la gordura que con la vejez. Me gustan las mujeres que tienen arrugas. No estoy en contra de las operaciones, para nada, sí del abuso que hace que la gente pierda realidad e identidad, cuando ves minas grandes con cara de pendejas. Yo me operé los ojos este año, me saqué párpados.
¿Por qué?
Porque los tenía muy caídos, me costaba abrir los ojos, leer y me pesaban ene. Mi cara no cambió, no tengo tema con eso.
Subiste harto de peso cuando perdiste a tu guagua.
Subí 18 kilos. Volví a tierra el día en que me subí a una pesa y vi que pesaba más de 70 kilos. No podía cerrar la boca de lo sorprendida que estaba. Mi dolor eran tan grande que no me había percatado de cómo estaba, era, ¿cómo decirlo? como si se hubieran materializado en mi cuerpo.
¿La pena te hacía comer?
Es que sentía que me iba a volver loca. Me fui a Plutón y más allá cuando perdí a mi guagua; grité, puteé e, incluso, pensé que me había rayado. Perdí a ese hijo a los cinco meses y medio de embarazo: él tenía nombre y sus cositas esperándolo en mi casa. Fue terrible. Me doparon mucho, porque soy muy intensa.
¿Recuerdas ese dolor o quedó anestesiado?
Me acuerdo de todo. Del terror, de estar enferma, de tener el alma abierta, de bramar, de no estar, porque cuando regresé a mi casa, no estaba presente. No estuve para mi marido ni para mi hija, no estuve para mí. Iba al baño y de repente me golpeaban la puerta y me decían: "llevas una hora dentro", y ahí reaccionaba. Fueron tres meses así. Por eso digo que el éxito y el fracaso laboral no te cambian la vida. En cambio esta experiencia sí me cambió.
¿Cómo te cambió?
Me hizo pararme en la vida y defenderme. Todo lo que soy ahora fue a partir de eso. Crecí, cambié, miré la vida de otra perspectiva. Y, pese a que sufrí como nunca, igual tengo recuerdos lindos, como haberlo tenido vivo dentro de mí. Ahora tengo un hijo arriba que me cuida.
¿Eres creyente?
En ese momento dejé de creer y sentí que la vida era una mierda. No entendía por qué esto me pasaba a mí, que trato de todo corazón de repartir buena onda, de ser mejor persona y seguir mi camino. Decía "Dios es muy malo". Pero hoy no creo que Dios mande estos castigos para que aprendas algo. Siento que es el destino.
¿Qué tanto se amancilló tu fe?
En ese momento la perdí y fue triste. Siempre pienso en eso cuando hablan de los curas pedófilos, porque deberían tener doble castigo: no solo por el daño a los niños, sino por dañar la fe de las personas. No hay nada más puro que la fe. Me gusta tener fe. Es un acto maravilloso. Te da esperanza, no te sientes sola.
LA CALMA
Ha salido en la prensa que te estás separando.
Sí.
Has sido muy cauta respecto de este tema.
Cuando eres feliz quieres gritarlo a los cuatro vientos, pero cuando estás triste quieres meter la cabeza en un hoyo. Ver expuesta tu separación en un programa de farándula duele, pero es uno de los costos de ser conocida y frente a eso no entro en detalles, la hago más corta: si me preguntan si me separé, respondo que sí y punto. No estoy dispuesta a abrir mis dolores, porque recién lo estoy viviendo.
"Tengo un buen siquiatra. Y les tengo terror a las depresiones. No me gustan los remedios, por eso me cuido para tener herramientas que me permitan tener estados de calma".
No quieres exponer tu pena.
Si lo hiciera, expondría a ese otro que no es una persona conocida y no quiere verse expuesto. Lo mismo con mi hija. Tengo que cuidar que no le afecte tanto. Estoy tratando de llevarlo con honestidad, pero con cuidado.
¿Cómo consigues eso?
Respirando, mirando, agradeciendo. Trato de vivir un día a la vez. Hago una teleserie a la que le está yendo la raja, hago campañas publicitarias, tengo una hija. Tengo súper estructurados mis días para tratar de cumplir. Me estoy haciendo cargo, estoy tratando de hacer las cosas bien. No puedo parar.
¿Pero tienes la necesidad de parar?
Ahora no puedo, tengo que trabajar y estar con mi hija. Son procesos y no sé adónde voy a llegar, lo que sí sé es que tengo que estar sanita del corazón. En la medida que no te engañas, lo demás fluye. Para que los procesos sean blanquitos uno tiene que ser blanquito con uno mismo, respetarse y cuidarse. Yo me refugio en mi trabajo, en mi hija y en mis grandes amigos. Tengo buenos cimientos.
Por eso no te caes.
Por eso. Cuando uno es mamá no se puede caer.
¿Cómo te las arreglas con los momentos tristes, depresivos?
Tengo un buen siquiatra. Y les tengo terror a las depresiones. No me gustan los remedios, por eso me cuido para tener herramientas que me permitan tener estados de calma. Entonces es darle nomás. Lo mío es mío y no me gusta dar jugo. Jugosa no soy, me da monos mostrarme frágil, porque en este minuto no estoy frágil, estoy súper parada.
¿Le tienes miedo a la soledad?
No, porque no estoy sola, me tengo a mí y tengo a mi hija.
¿Y a la soledad de pareja?
Tampoco, porque recién estoy aprendiendo. Todavía es muy reciente y no me voy a adelantar a nada.
¿Qué haces cuando tienes un mal día?
Soy cáncer y me voy para adentro: como los cangrejos que se meten en su caparazón para protegerse. Entonces, si es un mal día jardineo, abrazo a mis perros, me fumo un cigarro y boto toda la mierda sola, porque no me gusta estar así. Y después sigo, porque tengo demasiadas cosas que hacer. Soy proactiva, no puedo parar. Hay que hacer la pega y negarte a caer. •
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