“El año pasado, al salir de la ducha me palpé, y sentí algo raro. No le di demasiada importancia, pero igual me quedó el bichito y se lo comenté a mi marido. Aunque no creía que fuera nada grave, me dijo que era mejor pedir una hora para hacerme la mamografía. Era plena pandemia y como en ese minuto las cuarentenas habían pasado un poco, era muy difícil conseguir hora al doctor o para hacerse exámenes. Un mes después me hice la mamografía y salió todo bien, pero como yo me había palpado algo y tenía antecedentes familiares, me recomendaron hacerme una ecografía mamaria para quedarme tranquila.
Cuando me hice la eco mamaria al tiro me dijeron que se veía algo sospechoso y que me hiciera una biopsia. Y me alerté. Si la niña que hace esos exámenes todo el tiempo vio algo sospechoso, era porque algo había. De ahí en adelante todo fue muy rápido. Fui al cirujano de mama y después de palparme y ver mis exámenes me dijo que era altamente probable que fuera cáncer. Ahora había que confirmar con la biopsia. Empezó ahí una larga espera, días intensos en los que estaba pegada al celular esperando la llamada del doctor con los resultados.
Nunca me voy a olvidar de cuando me llamó. Me dijo ‘hola Chiquitita, ¿cómo estás? Era como yo pensaba, tienes cáncer. Ven a verme mañana para ver cómo seguimos’. Con mi marido y con mi hijo Clemente que tenía meses estábamos viviendo en la casa de mi suegro. En ese momento mi marido no estaba así que le pasé a Cleme a mi suegro para tratar de procesar, porque aunque siempre me puse en el peor de los escenarios y estaba mentalizada para lo que se venía, es súper distinto cuando te lo confirman. Le mandé un mensaje a mi marido y llamé a mi mamá. Fue recién ahí, cuando lo verbalicé, que me puse a llorar.
Hace diez años mi mamá tuvo cáncer de mama, un cáncer que también se palpó ella misma y en el mismo lugar que el mio. Y me acuerdo perfectamente de todo ese proceso que me marcó mucho porque yo ya era grande y por ser la mayor de las mujeres me tocó un poco hacerme cargo de mis hermanos. Mi mamá me podía entender más que nadie.
Después de miles de exámenes y comités, me hicieron una mastectomía parcial y me sacaron un poco de ganglios para biopsia. Como tenía una micrometástasis, decidieron hacerme quimioterapia, sobre todo por mi edad. Tenía 34 años. El 29 de julio de 2021 empecé con las quimios y las terminé el 9 de diciembre. Después de eso, el 3 de febrero empezamos con las radioterapias hasta el al 21.
Cuando me diagnosticaron nunca me dije ‘por qué a mi’, nunca estuve bajoneada ni me eché la culpa. Fui muy tira para arriba y quise, desde el primer minuto, darle un sentido a la enfermedad. Así fue que decidí hacer una cuenta de Instagram para hablar del tema.
Creé Mamá sin pelos (@mamasinpelos) con la primera quimioterapia para hablar con conocimiento de causa, para contar lo que me pasaba, para registrar mi proceso y compartirlo. Fue algo que hice con cero expectativas pero que terminó ayudándome mucho a sentirme acompañada. En el primer post, del 27 de abril de 2021 sólo conté que tenía cáncer y expliqué un poco la historia. Los seguidores aumentaron como a 500 en una semana. Fue muy power. Y me di cuenta de que las mujeres somos muy fuertes, que entre nosotras nos acompañamos, generamos comunidad, equipo.
Mientras estuve con tratamiento nunca tuve apoyo sicológico porque sentí que no lo necesitaba, sentía que estaba súper bien. Además, la cuenta me daba mucha energía, yo estaba empoderada y corriendo una carrera. Muy mentalizada en ese proceso que pasa muy rápido y que no te deja tiempo para pensar en otra cosa. Pero cuando terminé el tratamiento en marzo, me vino un vacío inmenso. El doctor me dijo que estábamos ok, que podía hacer mi vida normal y fue como que el pololo con el que te ibas a casar te pateara de la noche a la mañana, dejándote completamente desconcertada, sin entender nada. Había pasado un tiempo largo muy acompañada de mi marido, mi familia, mis amigos y de un equipo médico y de repente todo pasó, se dio vuelta la página. Y eso está bien, está perfecto de hecho que la vida siga, pero para uno no es tan fácil dar vuelta la página tan rápido porque eso te genera un shock, un estrés postraumático. Ahí fue que decidí hacer terapia y darme cuenta de que lo que me pasaba era súper normal. Mi vida había estado parada dos años, había estado preocupada de otras cosas y llegaba el momento de pasar del modo sobrevivencia al modo vivir, gozar, aprovechar. Y empecé mi proceso de sanación mental, uno que es muy importante porque el cáncer no es solamente quimioterapia y radioterapia. La gente cree que te sanas y chao, pero no, el cáncer te cambia. Yo no soy la misma persona que antes.
Aprendí a ser más egoísta, en el buen sentido de la palabra. Las mujeres siempre nos dejamos de lado, nos aplazamos y ahora hago lo que quiero hacer sin sentir culpa. Cuando estaba en quimio, por ejemplo, no tenía ganas de ver a nadie y muchas veces aprovechaba los momentos de energía para estar bien para el resto y que no se preocuparan. Y me arrepiento de eso, de no haberme dedicado a descansar, a estar 100% enfocada en mi recuperación. Me hice muy la power y me arrepiento de eso. Debí ser más “víctima”. Aprendí también a preocuparme de las cosas que realmente importan, a fluir más y elegir las batallas. Y otro aprendizaje muy importante es que no hay que bajonearse con el diagnóstico y que debemos tratar de no manosear tanto la palabra cáncer porque si se detecta a tiempo, se puede. No hay que pensar que te vas a morir ni tenerle tanto miedo. El tratamiento es altamente efectivo.
Es muy importante tocarse las pechugas, algo que nunca hacemos porque nos da miedo, pudor o vergüenza. Es muy importante conocer nuestro cuerpo, es la única manera de detectar si hay algo raro y hacerlo a tiempo, pero lamentablemente no hay cultura, no hay conocimiento. El palparse o conocer nuestro cuerpo sigue siendo un tema un poco tabú.
Creo que hoy el mensaje hacia las mujeres debiese ser el hacerse una ecografía mamaria una vez al año y palparse una vez al mes. La mamografía lamentablemente antes de los 40 no detecta anomalías y sí te puede dar cáncer de mama antes de los 40, tengas o no antecedentes familiares. Pero la gente cree que nunca le va a pasar. Y aquí no hay una regla, nadie está libre”.
Constanza (36) es mamá de Clemente y abogada.