Desde niña Fernanda Salinas (41) –bióloga ambiental doctora en ciencias, ecóloga en la ONG Fima y educadora– ha estado conectada con la producción de sus propios alimentos. Recuerda con cariño los árboles frutales de su patio y cuando junto a su papá plantaban tomates, lechugas o acelga. Ver cómo los almácigos se convertían en plantas o cómo el damasco se llenaba de frutos, le entregaba una enorme satisfacción.
Tras una larga carrera dedicada a la investigación sobre ecosistemas y evolución de plantas, actualmente Fernanda dedica su tiempo a la educación ambiental en colegios a través de huertas y hace clases en la universidad de Chile. Criando a sus hijos se ha dado cuenta de la importancia que tiene educar a los niños sobre los ciclos de la naturaleza. “En el colegio donde trabajo tomamos té de hierbas, hacemos fiestas de ensaladas, sembramos trigo y al año siguiente sacamos las espigas, molemos los granos y hacemos pan. Todo proviene de lo que cultivamos. Vivimos los procesos enteros y cerramos ciclos, algo muy importante en la educación”, cuenta.
Fernanda hizo una compostera con las mismas lombrices que encontró removiendo la tierra de su patio. Tiene dos huertas, una en su casa y otra en la vereda frente a ella. “¿Para qué plantar pasto en la calle si podemos tener verduras? Al principio me decían que sería imposible, que todo me lo iban a romper, pero he cultivado girasoles, habas, betarragas y arvejas sin mayores problemas”, asegura.
Para comenzar a cultivar en casa o departamento, Fernanda recomienda las hierbas en maceteros. Romero, ciboulette, melisa, orégano o similares. “Las hierbas son perennes y sirven para cualquier época del año si están al sol, aunque con el frío crecen más lento. Es el primer paso porque genera una primera conexión con la tierra, un sentido de responsabilidad. Implica comenzar a cultivar la paciencia, aprender a no frustrarse cuando no funciona”, dice.
Si la experiencia es buena, se puede seguir por cultivar hortalizas como lechuga, espinaca o rúcula, ideales para esta época porque necesitan poco sol. “Las acelgas son muy nobles”, asegura. Para los trasplantes, Fernanda recomienda tener cuidado con las raíces para que no tengan mucho contacto con el aire, que los maceteros o el espacio de cultivo sean lo suficientemente grandes y regar inmediatamente. Y para conseguir semillas prefiere no comprar las envasadas de supermercados y elegir las libres de plaguicidas y agroquímicos. Gratisemillas, una organización que promueve los huertos urbanos y la agricultura orgánica, las regala y se pueden contactar en su cuenta de Facebook. También Dedos Verdes se dedica a la venta de semillas orgánicas a través de su página de Facebook.
Además, recomienda la organización entre vecinos, sobre todo para quienes viven en departamento, para generar huertos más grandes, con una compostera alimentada por los residuos del grupo. “Podemos buscar espacios, incluso públicos, y preguntar si podemos usarlos. Es importante cambiar lógicas, convertir nuestra ciudad en nuestro hábitat, pasar de ser consumidores a productores y elegir lo que queremos comer. Podemos apoyar a los agricultores más pequeños y generar otras formas de economía, con tejido social e intercambio entre nosotros”, dice.
*En su cuenta de Instagram Fernanda sube fotos de sus cosechas, publicita sus talleres –acepta trueque– y entrega algunas recomendaciones.