Tuve una radio cassette y después tuve una radio con dos cassetteras para poder grabar. Viví el momento de la llegada del CD, la aparición de internet y el arribo del mp3. Me sumergí horas en Napster, tuve el primer iPod, fui testigo del regreso del vinilo, probé Apple Music y hoy uso Spotify.
Durante todo ese recorrido la radio siempre me acompañó y de muchas maneras distintas. De muy niña en mis almuerzos, luego en el camino al colegio, a la vuelta y después de las tareas. Tengo recuerdo de escuchar varias, desde Aurora (“la de la música bonita”) hasta radio Nina; y de oír al Chacotero Sentimental de regreso a mi casa en los días de semana.
Me gustaba mucho escuchar radio. Me gustaba todo, tanto así, que de chica jugaba a tener una que se llamaba La Paloma, nombre que no tengo idea de dónde salió. En Radio La Paloma no sólo tenía mis programas, sino que también grababa los comerciales; apretaba rec y me sumergía en una fantasía que –quién diría– mucho tiempo después se hizo real.
La radio me abrió un mundo enorme. Grababa mis cassettes de playlists, en los que era casi imposible que no apareciera la voz del locutor marcando las canciones con el nombre de la emisora. No sólo me sabía el orden de esas canciones, sino también cuándo empezaba y terminaba cada una, con todos los baches incluidos.
Si quería uno nuevo y no tenía otro cassette virgen, usaba alguno que ya no me gustara y ponía scotch a las ranuras que tenían en la parte superior, para así poder grabar encima. Tenía muchos, y me dedicaba a escribir las letras de las canciones que traía cada uno. Creo que esa fue una de las maneras con las que mejor aprendí inglés, escuchando y buscando las letras en esos endebles cancioneros que vendían en los quioscos.
Hay cosas que uno sabe que le gustan desde que es muy chica, por lo menos así fue en mi caso. La gran mayoría de mis intereses los tengo incrustados desde la infancia temprana y el amor por los sonidos y la música es uno de los principales. Pasaron los años y cuando salí de la universidad entré inmediatamente a trabajar a una radio.
Soy periodista y amo escribir, es lo que más me gusta hacer, pero la radio tiene algo especial. La radio evoca como nada más puede hacerlo y acompaña de una manera única. Estoy convencida de que, a pesar de diferentes amenazas modernas o el surgimiento de nuevos formatos como, por ejemplo, los podcasts, la radio se va a mantener, porque su romanticismo no se parece a nada: la sensación de intimidad y al mismo tiempo de comunidad que puede lograr es algo hermoso e inigualable.