A diferencia de cuando era chica, y a pesar de las facilidades que nos entregan redes sociales, hoy no tengo mayor interés en saber lo que pasa en Hollywood. No sé cuál será la razón; tendría sentido que fuese la edad, pero también siento que el glamour que yo veía en los 90 ya no está. No me llaman la atención quienes hoy serían los paralelos a los íconos de mi juventud, ni por sus estilos, ni por sus vidas.
Sí, seguramente debe tener que ver con la edad.
Pero es que hoy no veo parejas como, por ejemplo, la que fueron Johnny Depp y Winona Ryder. Esos personajes hipnóticos en su belleza, seductores por su talento y misteriosos al sólo poder verlos en revistas y nunca en tiempo real. Intuyo que Instagram podría haber pinchado ese globo, habría matado la magia.
Depp fue el elegido por algunas de las mujeres que más me han llamado la atención por su estilo. No sólo tuvo un tormentoso romance con Winona (a quien idolatré en mi pubertad/adolescencia por poderosas razones, como Reality Bites), sino también por quien posiblemente más admiré en su coolness: Kate Moss. Intrigantes y glamorosos como pocos, fiesteros pero igualmente hermosos en sus días de resaca. Eran el sinónimo de lo fabuloso.
De Kate Moss, Johnny Depp pasó a Vanessa Paradis, con quien luego tuvo dos hijos, incluyendo a la ahora tan de moda Lily Rose. Cómo me impactó la francesa cuando yo era niña. Con sus paletas separadísimas, era una muñeca. Yo era muy chica cuando se hizo famosa cantando Joe le taxi, pero me encantaba, y después no podía creer lo fantástica que era cuando algunos años después lanzó Be my baby, canción del disco que produjo Lenny Kravitz, su pareja en ese momento. ¿Algo más 90s que él?
Esos dos juntos eran increíbles. Con pintas evidentemente inspiradas en los 70, eran algo que yo no había visto antes, ella con una cara que me parecía elegantísima e inalcanzable, y él, simplemente lo más cool que podía haber. Pero antes Lenny Kravitz había estado casado con Lisa Bonet. Lisa Bonet, la hermana preciosa del Show de Bill Cosby, cuando éste nos parecía encantador y no sabíamos lo tétrico que era en la vida real.
Años más tarde se ligó a Kravitz con Nicole Kidman, quien estuvo casada con el galán por definición de comienzos de los 90: Tom Cruise. La cara de Kidman era otra, también hermosa, pero lo que a mí me llamaba la atención era que ella era mucho más alta que él, algo casi prohibido. De hecho, en una de las primeras entrevistas que dio después de separarse, dijo, literal: “Bueno, ahora puedo usar tacos”. Hasta el día de hoy se ven memes relacionados con su divorcio, como ese clásico en el que corre desaforada por una calle vacía.
Sí, Tom Cruise fue uno de los actores más codiciados del mundo, al igual que Brad Pitt, con quien coincidió en Entrevista con el Vampiro, en 1994. Y Brad Pitt sí que tuvo romances que marcaron la década: empezando por su relación con Juliette Lewis y luego una inolvidable, con Gwyneth Paltrow. Hace poco volví a ver Los Siete Pecados Capitales, la película en la que se conocieron, y la belleza de ambos es de esa que uno no puede dejar de mirar, esa que a veces hace que uno deje de escucharlos hablar. Juntos se transformaron en una especie de mellizos por sus looks, especialmente cuando ella se cortó el pelo. Paltrow tenía un estilo que a mí me parecía espectacular, y puedo decir que volviendo a verlo, me sigue gustando. Minimalista, y que en una percha como esa se transformaba en lo más deseable que podía haber. Pero después vino el dúo que marcó el final de la década: Brad Pitt y Jennifer Aniston. En 1998 y 1999 todos los ojos estaban sobre la pareja perfecta; Rachel se había enamorado del hombre ideal, quien incluso participó en un capítulo de Friends -una de las series más exitosas de la historia- acompañando a su mujer, quien en ese momento probablemente era la actriz más querida de Estados Unidos. El 2000 se casaron y todos sabemos cómo terminó la historia.
Otra pareja con un final complicado, pero que duró más de una década, fue la de Elizabeth Hurley y Hugh Grant. Él estaba encantando al mundo y ella era una bomba. Imposible no recordar ese vestido Versace con alfileres de gancho dorados que se robó toda la atención en el estreno de Cuatro Bodas y un Funeral. “ESE vestido”, porque en Inglaterra, cuando se dice eso, se entiende perfectamente de cuál se está hablando. Así de tanto marcó en los 90.
Puedo nombrar varias parejas más que me impactaron, como Robert Downey Jr. y Sarah Jessica Parker, quien también estuvo con John Kennedy Jr. (jamás olvidaré el vestido de novia de Carolyn Bessette, la mujer con quien él después se casó); Bruce Willis y Demi Moore; Cindy Crawford y Richard Gere o Ethan Hawke y Uma Thurman, entre tantas otras.
Me divierte recordar a esos personajes. Disfrutaba viendo sus fotos, porque eran una fantasía. Existían límites, había misterio y me gusta acordarme de esa sensación.
Todas las épocas tienen sus pros y contras, pero me alegro de que me haya tocado la que viví en mi infancia y adolescencia; un tiempo en el que el foco se relacionaba más con la admiración que con el morbo, con un poco más de inocencia, algo que hoy escasea.