Los abuelos y la crianza
Recuerdo con mucha pena que cuando tuve a mi primer hijo me vino una fobia inexplicable con mi pobre suegra. Ella es una mujer encantadora, muy preocupada de respetar límites y muy políticamente correcta. Pero algo hormonal me pasó cuando parí. No la podía mirar, sentía rabia solo con ella. No quería que tocara a mi guagua, no quería que Nico quedara con su olor. Incluso llegué a no tolerar su voz. Después de mucho darle vueltas, creo que tiene que ver con algo muy animal, muy instintivo. Una cosa como de manada, de sentir que este cachorro era de mi manada y no de la manada del papá. Sé que suena terrible, pero quiero compartirlo porque sé que no soy la única a la que le ha pasado. Después de un tiempo, esa rabia fue bajando hasta el punto que fui capaz de racionalizar lo que me había pasado. No me quedó otra que pedirle un gran perdón a esa pobre mujer, que no entendía lo que pasaba, que no se explicaba mi cambio de un segundo para otro. Y es que además me fui dando cuenta del importante rol que cumplen los abuelos en la crianza, lo fundamentales que son para los niños y todo lo que pueden aportar en amor, enseñanzas, cuidados y experiencias.
Ha pasado también que los abuelos han cambiado mucho. Ya no son un par de viejitos parecidos al viejito pascuero, disponibles a toda hora. Son mucho más jóvenes y activos y tienen una vida llena de compromisos, actividades, varios trabajan, por lo que la relación abuelos-nietos ha evolucionado también. Como padres en época de crianza, necesitamos a estos abuelos como agentes activos de ayuda. Los necesitamos en nuestra red. Pero algo que ha cambiado es que nos ha dado por exigirles una serie de reglas y estilos de crianza que son los que nosotros aplicamos en nuestra casa y les exigimos a ellos que los mantengan con nuestros niños. Y no siento que sea justo. Creo que no deberíamos dirigir las interacciones de nuestros hijos con cada persona que se relacionan. Lo entretenido de la vida es ir teniendo diferentes relaciones y grados de conexión con otros que se van dando de manera natural. Si otro interviene y maneja el cómo se desarrolla esa interacción, probablemente se genere algo forzado, o no se logre generar un vínculo. En el caso de la relación de los abuelos, además de adorar a nuestros hijos, tienen mucho que aportar y enseñar, pero si los limitamos y les dejamos un decálogo de cómo deben ser con ellos, los dejamos sin libertad de acción, les truncamos sus esfuerzos. En mi caso, yo le digo a los abuelos de mis niños que ellos no toman bebidas azucaradas y les pido ayuda con este tema que para mí es muy importante, y esto lo respetan. Pero no les puedo exigir que no les compren un helado, que no vean televisión, que no coman a deshoras y que se acuesten a tal o cual hora, porque para eso, mejor contrato una babysitter o cuidadora que siga mis instrucciones. Pero si queremos abuelos en la vida de nuestros niños, los debemos dejar ser los abuelos que son y no exigirles ser un tipo de abuelo que se ajusta a como nosotros queremos criar. En algunos casos, hay ciertas luchas de poder entre los padres y los abuelos, y es muy recomendable tratar de llegar a ciertos acuerdos donde todos estén cómodos, para así no poner en riesgo la relación y perderla del todo.
La relación entre los abuelos y sus nietos es un vínculo fundamental entre el desarrollo de los niños y su historia familiar. Hay una frase que dice: "se necesita una tribu para criar a un hijo", y los abuelos son precisamente esa tribu. Son los portadores de historias familiares, de historias de tribus pasadas, anécdotas, viajes, recuerdos y tantas cosas que no debemos olvidar y que además los niños guardan como tesoros en su cabeza. También, para los niños, que en sus casas tienen reglas y rutinas, el llegar a la casa de los abuelos donde todo se relaja y se sabe que a los abuelos les gusta "malcriar" y consentir, puede ser un espacio de disfrute importante y rico. Y uno puede explicarles a sus hijos que en la casa de los abuelos hay unas reglas diferentes a las de la propia casa, y que eso no cambia las propias.
Para los que tienen abuelos vivos y cerca, aprovéchenlos sin parar, dejen que sean quienes son, sin tratar de controlar tanto su "abuelaje". Para los que los tienen lejos, ¡qué suerte tenemos de tener la tecnología que tenemos! Manden videos, conversen por Facetime o Skype una vez a la semana para seguir cultivando este gran vínculo. Y para los que no tienen abuelos vivos, no dejen de contarles a sus niños sobre ellos, muéstrenles fotos, recuérdenlos, háganlos partes de su historia. Incluso pueden hacerles un mini altar a lo "Coco", la película, ya que para los niños es de gran importancia saber de sus raíces, de su origen, saber a quién se parecen o de dónde heredaron alguno de sus rasgos o personalidad.
Acordarse, además, que algún día, no muy lejano considerando a la velocidad que avanza la vida, nosotros seremos los abuelos y nuestros hijos nos van a tratar y considerar tal cuál nosotros les enseñamos con el ejemplo. ¡Que vivan los abuelos y abuelas y todo lo que tienen por entregar!
María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.
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