En las salas de aeroyoga no solo hay mats en el suelo, en esta disciplina los protagonistas son los columpios que cuelgan desde el techo y que funcionan como un soporte para facilitar la práctica, evitar lesiones y obtener los beneficios de estar en suspensión.

Acercar y facilitar la práctica del yoga es una de las razones principales de esta modalidad, que tiene la ingravidez como uno de sus principales conceptos. Y es que se trata en general de clases de una hora en las que un columpio o hamaca de algodón ayudan a guiar, alinear y potenciar los beneficios de las posturas o asanas tradicionales del yoga.

Muchos de los movimientos son “colgando”, por lo que al usar la fuerza de gravedad en favor de las posturas, se potencia la respiración, fuerza, equilibrio y elongación, además de trabajar desde lo emocional.

Los primeros indicios de aeroyoga surgieron en Tailandia y a principios del 2000 comenzó a expandirse en Europa y Estados Unidos. Tiempo después lo hizo mundialmente. A Chile llegó de la mano de Cote Santa María (42), quien en 2010 fundó AeroYoga Chile, la primera escuela de este formato en Sudamérica. “Es un método que permite acercar, facilitar y comunicar a los cuerpos occidentales la práctica que representa el yoga. El columpio te permite gozar de los beneficios de las posturas invertidas las que descomprimen, rejuvenecen y alivian la columna vertebral: contenedora y canal de nuestra energía vital”, explica.

¿Para quién?

Más lúdico y versátil que el yoga tradicional, la mecedora es un soporte facilitador para quienes quieran partir, porque aquí no hay edad máxima. “Cualquiera lo puede practicar, sin importar su edad. Solo es necesario un estado físico acorde, ganas de aprender y soltar miedos y creencias limitantes. He tenido alumnas de 70 años que se adaptan perfectamente”, cuenta Isidora Muñiz (46), quien lleva más de 10 años certificada como profesora de aeroyoga tanto en Chile como en España.

Los columpios no tienen talla, resisten hasta 200 kilos y se debe practicar con ropa cómoda y ojalá sin calcetines, idealmente 2 o 3 veces por semana. Las clases suelen ser en grupos pequeños, de no más de 10 alumnos para entregar seguridad mientras se está en suspensión, ya que en las primeras clases algunas personas pueden sentirse inseguras o mareadas. De ahí que sea clave el acompañamiento del profesor.

“Durante toda la sesión se genera mucha conexión con el cuerpo, calma y quietud mental, pero el columpio y las posturas de inversión nos hacen salir de nuestra zona de confort trabajando la concentración y haciendo un trabajo físico. Es un ejercicio fuerte para los brazos y la zona abdominal”, explica Isidora.

Espacio de encuentro

Otro de los beneficios es la comunidad que se genera. “Hace seis años que practico aeroyoga y la conexión cuerpo y mente es increíble. Es el momento del día o de la semana en que más logro concentrarme en mi propio equilibrio y la importancia de atender a nuestra respiración. La sensación de flotar y de darte vueltas e irrigar la sangre te hace ganar elasticidad y ver cambios físicos: un cuerpo más firme y fuerte. A eso se suma una cosa más linda, que es que en las clases se crea una comunidad a la que uno pertenece”, cuenta la modelo Antonia Moro (47), practicante de aeroyoga.

Las clases inician con un centramiento (para conectar el espacio, el cuerpo y la respiración), luego un calentamiento con movimientos más pausados para movilizar el cuerpo. Posteriormente, viene la fase activa para abrir las articulaciones, crear fuerza y realizar posturas más acrobáticas. Por último viene la relajación, que suele ser dentro del columpio, como una hamaca.

No se recomienda para embarazadas que estén partiendo en la práctica, gente con presión arterial muy alta o baja, con gripes o sinusitis ni con cirugías recientes.

Diez beneficios de la práctica

-Flexibilidad: refuerza la musculatura y aumenta la flexibilidad del cuerpo.

-Más energía: Es un deporte, por ende genera endorfina, más vigor y más energía.

-Coordinación: el cuerpo al estar ‘colgando’, obliga a una coordinación de los patrones de movimiento en todos los planos del espacio, mejorando la sincronización de la neurología con los músculos para conseguir un movimiento eficiente y coordinado.

-Mejora el ánimo: las posturas más desafiantes suelen ser lúdicas y muchas veces entregan esas risas de infancia del juego libre.

-Descomprimir: la tracción del cuerpo en el columpio y la resistencia de la fuerza de gravedad a la cadena muscular permite descomprimir las vértebras, ayudando a una descompresión total de la espalda, disminuyendo los dolores.

-Circulación: el aeroyoga contribuye al drenaje linfático y circulatorio, reactiva el sistema respiratorio y mejora el aparato digestivo.

-Reduce el estrés: en el plano emocional, ayuda a combatir la ansiedad y a dormir mejor.

-Autoestima: al desafiarse en las posturas y salir de la zona de confort, ayuda a aprender a tomar riesgos y trabajar la seguridad y la autoestima.

-”Gimnasia cerebral”: Otro elemento característico de esta práctica es que ayuda a ejercitar el cerebro. La capacidad de seguir instrucciones e ir moviéndose, hace trabajar la concentración.

-Piel y pelo: Al trabajar algunas posturas en suspensión, el flujo sanguíneo mejora. Algunas alumnas notan mejoras en la piel y una disminución en la caída del pelo producto de una mejor circulación.

¿Dónde? A lo largo de Chile

En Chile hay diversos centros, pero hay que cerciorarse que los profesores estén certificados para evitar lesiones y malas posturas. “Clave es fijarse en la confianza que te puede dar el profesor, sentirte cómoda. Que quien esté enseñando se haya formado previamente con profesores y maestros calificados y con experiencia”, enfatiza Cote Santamaria.

Inga. Women, Providencia.

Estudio Isidora Muñiz Yoga, Vitacura

Acroplay, Lo Barnechea

Aeroyoga Temuco, Temuco

Studio Kiron, Pirque