Cuando Valeska (47) comenzó a sentir intensos dolores de cabeza, nunca pensó que se convertirían en parte de su rutina diaria. Ni mucho menos en un impedimento para hacer muchas de las cosas que, hasta ahora, eran simples actividades del día a día. “Llegué al punto en que no podía hacer ciertas cosas como ir al banco a hacer trámites o tener reuniones de trabajo”, comenta. Valeska sufre de migrañas crónicas o cefalea y, hasta que comenzó un tratamiento con toxina botulínica, cuenta que vivía todos los días con dolor intenso, vómitos, tercianas e incluso indigestión. “Antes de empezar el tratamiento con bótox era terrible. El dolor era permanente, día y noche”, recuerda Valeska.
Para muchos la palabra bótox pareciera tener una connotación negativa. Al escucharla, inmediatamente imaginamos celebridades con facciones inexpresivas y rostros con el conocido efecto paralizado producto de procedimientos faciales excesivos. Todo producto de una vanidad que las lleva a intentar prolongar de manera eterna la juventud mediante el uso del desacreditado botox o —correctamente llamado— toxina botulínica.
Pero esta toxina producida por la bacteria Clostridium botulinum y conocida popularmente por su uso estético como atenuante de arrugas y lineas de expresión, está lejos de ser una herramienta para simplemente mejorar la apariencia física. Y es que, tal como ocurrió en el caso de Valeska, la toxina botulínica en sus usos médicos, puede llegar a cambiar la vida de los pacientes.
El origen de esta proteína utilizada como agente paralizante precisamente está asociado a la medicina y no a la estética. Sus primeros usos fueron el tratamiento de ciertas condiciones oftalmológicas a fines de la década de los setenta. Su uso fue aprobado para mejorar los síntomas de pacientes que padecían de estrabismo y temblores en los párpados. Su efecto paralizante, actúa sobre los nervios y permite reducir el movimiento de los músculos en el área en la que es inyectada la toxina. Los efectos de este tipo de tratamiento duran entre de tres a seis meses como máximo. Y, dependiendo del tipo de patología que se quiera tratar, las inyecciones de toxina botulinica deben repetirse con cierta periodicidad para mantener o incrementar sus efectos.
Hoy, sus aplicaciones médicas se han ampliado a distintas condiciones como bruxismo severo, espasmos cervicales también conocidos como distonia cervical, migrañas crónicas e hiperhidrosis o sudoración excesiva. Sin embargo, según una publicación de la Universidad de Pennsylvania, se han descubierto muchas otras aplicaciones para la toxina botulínica en la medicina. La eyaculación precoz y la depresión, son algunas de las condiciones menos conocidas que podrían también ser tratadas mediante inyecciones de toxina botulínica.
El neurólogo Patricio Ruedi del ICN (Instituto Chileno de Neurología) explica que, una de las condiciones más comunes para las cuales se indican tratamientos con toxina botulínica en nuestro país, son las cefaleas crónicas. Y, agrega que desde el 2000 que ya recomendaba este tipo de tratamiento a sus pacientes pero que lo indica de forma más frecuente hace 5 años porque la evidencia de su utilidad para este tipo de condiciones es contundente. A pesar de ello, el especialista explica que existen muchos prejuicios en torno a la aplicación de toxina botulínica en forma médica de parte de los pacientes. “Tienen aprensiones respecto del costo, miedo a los pinchazos o dudas respecto a la efectividad”, explica. Además, agrega, muchas veces los pacientes pueden tener información equivocada por malas experiencias propias o de personas en su círculo cercano ya que, si el tratamiento no se hace correctamente, la respuesta que se obtiene es muy pobre. “El tratamiento debe hacerse bajo un protocolo específico y debe realizarlo un profesional competente que tenga la habilidad, experiencia y conocimiento necesarios”, agrega el doctor Ruedi.
Dominique Gaedechens (@dra.dominiquegaedechens), es cirujano dentista, y es una de las especialistas calificadas para realizar este tipo de procedimientos en la clínica OPH. Gaedechens, quien empezó a realizar estos tratamientos porque ella misma es rehabilitada de cefaleas crónicas, explica que, el bruxismo y la cefalea crónica son dos de las condiciones médicas más comunes por las cuáles llegan pacientes a su consulta con indicación de recibir inyecciones de toxina botulínica. Respecto a las migrañas crónicas, la especialista explica que cada vez más pacientes acuden a su consulta por este motivo. “Yo prefiero que siempre pasen por el neurólogo o por el especialista en dolor que trabaja en la clínica. Cada vez más gente está siendo derivada a esta alternativa porque está teniendo muy buenos resultados”, comenta.
Dominique explica que en caso de las cefaleas la mejoría no es inmediata, y que incluso, los primeros tres días puede sentir que sus síntomas empeoran. “Al inyectar toxina botulínica se pueden pinchar puntos que gatillan el dolor”, explica. Pero una vez transcurridos los tres primeros días puede comenzar a sentirse un alivio. La especialista explica que sus efectos médicos comienzan a verse realmente a los 15 días de la primera inyección y lo ideal es repetir el procedimiento cada tres meses para evaluar si realmente hay una mejoría en la intensidad y la frecuencia con la que presentan episodios de dolor.
Si bien los efectos estéticos no son el principal objetivo detrás de estos tratamientos debido a los mecanismos de acción de la toxina, es inevitable que la parálisis de los músculos faciales que produce genere cambios en el rostro. Dominique explica que estos tratamientos no generan cambios en la cara de los pacientes ni en sus facciones, pero sí en su expresión. El patrón de colocación de las inyecciones en el caso de cefalea es más o menos igual en todos los pacientes. “Cambian algunos puntos y algunas dosis, pero es más o menos lo mismo”, explica. “Siempre se pincha la zona glabelar —entrecejo— y la frente”. Producto del su factor paralizante, para Dominique también es muy importante considerar el efecto estético además del médico. “Me aseguro de que, además, la paciente quede bonita. Que las cejas queden simétricas y que mantenga un aspecto natural, porque sí cambian las expresiones: con la toxina botulínica no se puede fruncir el ceño de la misma forma y tampoco pueden asombrarse demasiado. Sí puedes mover algo las cejas pero no te arrugas. Cambia algo la expresión pero no es como que tu cara ya no será la misma, es la misma pero las expresiones no son tan severas”, explica.
Pero, además de las cefaleas crónicas y el bruxismo Dominique explica que, a contrario de lo que se podría pensar, incluso el uso estético, cuando se aplica de forma correcta y con moderación, sí tiene una repercusión positiva en la salud de las personas. Específicamente en la salud mental y bienestar. “Su uso en estética puede sonar como algo que no es médico, pero estudios han demostrado que al inyectarlo, sobre todo en la zona glabelar se produce una retroalimentación positiva de la amígdala cerebral”. Muchas personas de manera natural poseen una expresión de entrecejo fruncido que las hace ver constantemente enojadas o tristes incluso cuando no lo están. “Al no poder ver tus expresiones faciales enojadas y no verte tan triste, te sientes más feliz”, explica Dominique.
Aun cuando hoy pesa sobre él una carga negativa, si se aplica bajo la asesoría de profesionales y en las circunstancias adecuadas puede ser un gran aliado. Independiente de si su uso es médico o estético, miles de pacientes se han beneficiado de los efectos de la toxina botulínica para mejorar su calidad de vida. Tal como le ocurrió a Valeska una vez que logró superar los prejuicios que lo rodean. “A pesar de que estoy recién empezando, el tratamiento ha funcionado. Ahora puedo tener tres jaquecas al mes y duran dos o tres días. Me siento mucho mejor y me ha cambiado la vida en todo ámbito”.