Insertos en un mundo digital dominado por las redes sociales y las plataformas de mensajería instantánea, es inevitable preguntarse qué lugar ocupan hoy los libros y la literatura. La discusión sobre lectura en nuestro país suele darse vueltas en torno a premisas como que los chilenos leemos poco, que no entendemos lo que leemos o que simplemente no leemos nada. Sin embargo, esto no es del todo cierto ya que, según datos recopilados por un estudio sobre hábitos de lectura realizado en 2022 por Ipsos, Fundación La Fuente y Sura, de un grupo de encuestados que declara leer todos los días en algún dispositivo digital, el 62% dijo que leía material de interés personal y en segundo lugar la preferencia queda en contenidos de redes sociales, mails o chats. Sin embargo, solo el 10% de los encuestados declara dentro de ese hábito de lectura diaria, optar por la literatura.
Si bien el estudio tiene un foco en las preferencias de lectura de adultos chilenos, el interés por la literatura es un tema que tiene raíces mucho más profundas y que suelen estar estrechamente asociadas al aprendizaje de la lectoescritura durante la educación básica. “El proceso de aprender es complejo porque desafía a nuestro cerebro a cambiar y eso es estresante. Dentro de ese proceso tiene gran influencia el contexto que rodea a los niños”, explica Gabriela Miranda, profesora y miembro de la Fundación Letra Libre. “En nuestro país, las cifras nos demuestran que hay un alto porcentaje de estudiantes que provienen de contextos vulnerables que tienen peores resultados en lectura, lo cual responde a distintos factores como el acceso a la lectura en sus hogares donde hay poca presencia de libros, sus entornos escolares, entre otros. Y esto agranda el desafío”, comenta.
Precisamente, el estudio “Leer en Chile 2022: Hábitos y percepciones lectoras” muestra que un factor determinante al momento de generar un interés por la lectura en niños tiene que ver con la disponibilidad de material y la disposición de las familias frente al tema. Según la investigación, “durante la infancia los entrevistados leían principalmente solos, con profesores o con su madre” y son ellas quienes constituyen un modelo importante en el camino de la lectura.
No es una sorpresa que el hábito de la lectura sea considerado positivo. Distintos especialistas y estudios han corroborado que se trata de una práctica que genera beneficios a nivel intelectual y lingüístico, pero también en el ámbito emocional. Y si esta actividad es practicada “desde la primera infancia y durante todo el recorrido vital del niño y la niña, los efectos sobre el desarrollo afectivo, social, cognitivo y emocional serán palpables también en su juventud y adultez, según explica el estudio de Ipsos. Gabriela Miranda agrega que la lectoescritura abre las puertas para todas las demás dimensiones del aprendizaje. “Es el punto de partida para lograr un buen tránsito pedagógico, cimentando las bases para una mejor escolaridad y para una mejor vida”, comenta.
Es por esa razón que resultan especialmente preocupantes indicadores como el último Simce que mostró una baja de 4 puntos en los niveles de lectoescritura de alumnos de cuarto básico. Gabriela explica que, desde la Fundación Letra Libre, han podido comprobar que la mitad de los alumnos que tienen dificultades de lectura son efectivamente aquellos que cursan tercero y cuarto año básico, por lo que los resultados Simce no son del todo una sorpresa. Pero no por eso menos preocupantes. “No nos sorprende que sea en esos niveles donde más tengamos que poner fuerzas, porque fueron los estudiantes que en el 2020 —cuando cursaban Kinder y 1° básico— vieron bombardeada su iniciación formal en el proceso de la lectoescritura”, explica. “Sin embargo, ya en 2018 se hablaba de un 60% de estudiantes que pasaba a 2° básico sin lograr las competencias básicas de lectura”, agrega. “Por lo que la pandemia visibilizó una verdad que estaba dicha y, lamentablemente, amplió y profundizó una brecha que ya existía”.
Consistente con estos resultados y con las observaciones de la Encargada de Establecimientos Educacionales de Letra Libre son las cifras que entrega el último estudio PISA realizado por la OECD. Allí, la organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo —que agrupa a casi 40 países entre los que se encuentra Chile— midió las habilidades de lectura y niveles de comprensión lectora de jóvenes de 15 años en diferentes naciones. Nuestro país se posicionó más de 20 puntos debajo del promedio de los demás miembros OECD y el número de alumnos que solo alcanzan un desempeño bajo en lectoescritura está por sobre la media que registra la organización. En Chile sólo el 68% de los alumnos testeados alcanzaron el nivel 2 de competencias lectoras. Esto significa que solo dos tercios de los estudiantes de 15 años en Chile logra “identificar ideas centrales en un texto de extensión moderada, puede encontrar información basada en criterios explícitos y es capaz de reflexionar sobre el propósito y la forma de un texto”, según declara el estudio. Además, solo un 3% de los estudiantes chilenos alcanzaron el nivel de alto desempeño en lectura cuando el promedio para los países de la OECD es del 9%.
Gabriela Miranda explica que, a pesar de que la tendencia nacional es a una mayor y mejor escolarización, hoy siguen existiendo dificultades en la lectoescritura porque se trata de una habilidad de adquisición compleja. “Requiere de un adulto que medie, modele, corrija y entusiasme en el proceso. En algunos casos, esto se hace con menor dedicación de la que se necesita”, explica. Por eso, desde Fundación Letra Libre han implementado un programa de tutorías que apoyan el aprendizaje fuera de la sala de clases. “Optamos por el acompañamiento personalizado y exclusivo de un tutor con un estudiante, porque el proceso de aprender a leer se enriquece profundamente de conocer a la persona que está al frente, de conocer su ritmo de aprendizaje, sus intereses, saber qué es lo que le mueve, para que así pueda incrementar sus habilidades lectoras sin que le jueguen en contra otros factores iniciales”, comenta. Y es que, incluso sacando la pandemia de esta ecuación, Gabriela explica que en muchos contextos, los niños no cuentan con personas que acompañen este proceso de aprendizaje que finalmente es la base de mucho más que solo saber leer. “Un estudiante que no aprende a leer a tiempo, tiene menos confianza en sus propias capacidades y se enfrenta a mayores dificultades para cumplir con los desafíos de la vida dentro y fuera de la sala de clases”, comenta la profesora.
“Hemos escuchado sobre lo mermada que está la salud mental de nuestros estudiantes y esto en parte, se debe a que no han tenido las condiciones para aprender de la mejor manera”, comenta. La profesora explica que es fundamental permitirle a ese estudiante reconciliarse con el aprendizaje, permitirle creer en sí mismo y acompañar y motivar su proceso. Y según la especialista existen muchas formas de abordar ese desafío. “Tenemos muchas formas de aproximarnos a la lectura. Puede ser de una manera muy funcional, porque la uso para ser parte de la sociedad, leer carteles, ir al supermercado, hacer trámites o puede instalarse como una acción para disfrutar, conocer lo variado que es el mundo en cualquiera de sus áreas. Y allí, la profesora miembro de Letra Libre ve una clave para hacer una segunda lectura sobre el tema: llegar a leer por gusto. Encontrar formatos, contenidos, temáticas que son interesantes para cada persona, historias que atrapan y jugar a encontrar esos autores que despiertan esas ganas de querer tener un libro en las manos son dinámicas totalmente dependientes de los intereses y gustos personales, explica Gabriela. “Creo que si nos centramos en que leer sea una acción que me dice algo, que me abre a otras dimensiones de lo que conozco y de lo que desconozco, que me entretiene, que me ayuda a imaginar, podemos decir que entonces no vale la pena leer solo por una nota. Y ahí está también el desafío de los establecimientos escolares”, explica.