Los desafíos que tienen niñas y niños para acceder a áreas verdes

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En verano el uso de espacios públicos y áreas verdes puede ser una gran solución para que niñas y niños se despeguen de las pantallas, se entretengan, socialicen y se desarrollen. Pero hay datos que demuestran que no es tan simple. En Chile, el 12% de las niñas y niños deben caminar a lo menos 20 cuadras para acceder al área verde más cercana a su casa.




Por estos días de verano, madres, padres y cuidadores buscan ideas para entretener a niñas y niños durante las vacaciones. Aparece entonces la idea de inventar juegos, hacer los clásicos paseos a la playa, llenar su tiempo con entretenciones. Una propuesta menos explorada que está ganando fuerza es invitar a niñas y niños a caminar. “Aunque parece una actividad sencilla, caminar puede ser una experiencia transformadora, porque no solo aporta beneficios físicos, sino también sensoriales, sociales y emocionales”, comenta la arquitecta chilena y fundadora de La Reconquista Peatonal, Karen Seaman, quien lleva años promoviendo el caminar como una forma de reconectar con los territorios. De hecho, su tema de doctorado se centra en cómo el cambio climático afecta las posibilidades que niñas y niños tienen de caminar en sus barrios y, por tanto, determina sus formas de habitar la ciudad.

Pero, ¿qué tan preparadas están las ciudades en Chile para que las niñas y niños caminen, jueguen y tengan áreas verdes para hacer vida al aire libre? Lo cierto es que existe una brecha. Según datos de Observatorio Niñez Colunga -centro que recopila, sistematiza y analiza data de niñez en Chile- el 12% de las niñas y niños no tiene acceso a áreas verdes a menos de 2,5 kilómetros de sus hogares; es decir, alrededor de 530.000 niñas y niños a lo largo del país, tienen que caminar a lo menos 20 cuadras para acceder a una de ellas.

Paloma Del Villar, directora del Observatorio, enfatiza la importancia de mirar este dato, ya que el entorno y el barrio son dimensiones esenciales para el desarrollo infantil: “Si las niñas y niños crecen en barrios que no garantizan protección, estimulación o acceso a áreas verdes, inevitablemente se ven afectadas otras áreas de su desarrollo, como la capacidad de aprender o su salud física y mental. Caminar es una acción muy simple que pueden hacer, pero si no están las condiciones de seguridad eso difícilmente va a ocurrir”.

De hecho, fuera de la distancia de acceso a áreas verdes, hay otro tema que incide en cuánto niñas y niños pueden usar los espacios públicos: según datos del Observatorio, uno de cada dos niñas, niños y adolescentes en Chile (46%) vive en barrios donde existe violencia crítica, es decir, donde ha habido balaceras o peleas frecuentes en la vía pública, lo que afecta a 2 millones de niñas y niños. Esta cifra ha ido en aumento desde 2015, cuando alcanzaba el 39%. “Es urgente pensar en políticas que reduzcan la violencia en los entornos y mitiguen sus efectos en el desarrollo infantil, construyendo ciudades más amables y con espacios seguros para la niñez”, concluye Del Villar.

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Karen Seaman también alerta sobre esas condiciones que no facilitan a los niños el acceso a áreas donde puedan distraerse y divertirse. “A menudo asumimos que las niñas y niños solo utilizan plazas con juegos infantiles para entretenerse, pero la verdad es que esos espacios no están bien habilitados en todas partes. Por ejemplo, en una ciudad tan desigual como Santiago, donde los espacios específicos para la niñez son escasos, la calle se convierte en el espacio público por excelencia”, reflexiona.

Para su investigación, la arquitecta invitó a participar a niñas, niños y adolescentes de tres contextos distintos -Estación Central, Renca y Berlín- para entender, escuchando su propia experiencia, cómo viven sus caminatas cotidianas. Las observaciones y recuerdos quedaron plasmados en pequeños diarios, que combinaban escritura, dibujos y reflexiones. Entre sus peticiones más recurrentes destacan: “más árboles”, “calles sin hoyos” y “menos perros abandonados”. Curiosamente, menos del 5% mencionó la necesidad de más juegos infantiles. “Esto demuestra cómo las niñas y niños perciben su entorno desde una perspectiva práctica y sensible. Ellos desean barrios que les permitan caminar seguros, jugar y conectarse con su entorno”, añade Seaman.

En marzo, su investigación culminará con una exposición que mostrará los diarios de niñas y niños participantes. “Caminar es mucho más que trasladarse. Es una experiencia personal que refleja nuestro entorno, calidad de vida y género. Estas caminatas son un espejo de nuestras ciudades y una invitación a transformarlas”, concluye Seaman.

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