Desde que comenzó la pandemia y en este primer periodo 2022 se ha tenido muy presente la importancia de la salud mental dentro de las familias y colegios. Y, ahora que se acerca el fin de semestre con él la entrega de notas, viene un momento clave en la vida de muchas alumnas y alumnos. Si bien son los colegios quienes se llevan casi todas las miradas en relación a la carga y exigencia académica, es importante que las familias también nos cuestionemos cuánto estamos aportando en esto a nuestros hijas e hijos.
El sistema educacional no nos deja mucha libertad al tener que responder a ciertos objetivos de aprendizajes, a pruebas estandarizadas que miden, comparan y una PAES donde los jóvenes pareciera que se juegan la vida para entrar a una determinada carrera y universidad. Esto último -debemos reconocer- muchas veces viene más influenciado por nosotros, sus papás y mamás, que por el propio colegio. “Si no estudias, no te va alcanzar para ninguna universidad”, “estudia porque en media se pone más difícil”, “con esas notas, no te va a alcanzar para nada”. Y, al mismo tiempo, nos convencemos diciendo que nosotros no les exigimos, que no nos importan las notas. Pero, ¿es tan cierto?. Creo que en el pensamiento de todo papá y mamá ronda la preocupación de cómo las notas pueden impactar el camino de nuestros hijos e hijas, y ellos claramente se dan cuenta de nuestra preocupación y contradicción.
Muchas veces, incluso sin intención ni conciencia de nuestra propia autoexigencia, somos nosotros los que creamos un ambiente de estrés, exigencia y ansiedad en torno a las notas. Pensamos que si desde chicos no les inculcamos los hábitos, el orden o la rutina, no van a saber estudiar. Pero en ese camino muchas veces no nos damos cuenta de que lo estamos haciendo con demasiada exigencia y dándole un valor a los notas muy alto, incluso percibiendo que un 5.8 es regular. Es más, hasta podemos habernos involucrado al punto de escribirle una comunicación a un profesor para que le suban una nota si creemos que les ayudará en el NEM, cayendo en la angustia y locura por la décima.
Estoy de acuerdo con enseñar la importancia de la responsabilidad, la perseverancia y el esfuerzo, pero estoy de acuerdo también de la importancia que tiene el no caer en traspasar a nuestros hijos modelos de conductas basadas en la competencia y el éxito,y sí del amor y la motivación por el saber. En no recompensar con premios o dinero las buenas notas, sino inculcarles valores como el esfuerzo y la motivación interna. Reconocer en nuestros hijos e hijas sus aspectos positivos, progresos y procesos más que el producto final o nota obtenida expresándoles nuestras admiración.
Las notas son el reflejo del nivel alcanzado de un contenido u objetivo específico de un aprendizaje y no siempre reflejan el esfuerzo y tiempo que los estudiantes han dedicado o cuán motivados están. Tampoco sus diversas habilidades y competencias. Y menos un predictor de éxito futuro. Para evitar llegar a situaciones críticas de bajas calificaciones, se pueden generar acciones preventivas, como realizar seguimiento de los aprendizajes de los hijos, conversar sobre las causas de su baja motivación, indagar en sus dificultades, preguntarles por sus intereses, generar un plan en conjunto con el colegio, promover en ellos acciones para aumentar su compromiso, profundizar en sus relaciones de amistades, y no esperar a que llegue el fin de semestre y año.
Si bien las notas bajas pueden reflejar contenidos no adquiridos, también pueden ser síntomas de algún aspecto emocional del cual habría que poner atención. Muchas veces los estudiantes que están pasando por alguna situación familiar, psicológica o social se ven interferidos en su capacidades de atención y retención de información, siendo las evaluaciones formales las primeras en mostrar los efectos negativos a través de sus resultados. Son ellas, quienes en ciertas ocasiones, dan el primer aviso de alerta.
Dado que las calificaciones no son reflejo de una sola causa, acá comparto algunas sugerencias de cómo enfrentar una conversación luego de la entrega de un informe de fin de periodo con el fin de indagar de manera más profunda y entregar un apoyo más completo a nuestros hijos e hija:.
1. No retar: Sabemos que gritarles o levantar la voz no hará que sus notas suban y sólo producirá que nos tengan miedo, perjudicando nuestra comunicación con nuestros hijos e hijas. Si hemos realizado un seguimiento durante el semestre sobre el rendimiento, no tendremos razón para sorprendernos de su promedio, de lo contrario, también nos sirve para estar más atentos a sus necesidades. Sobre todo, si sabemos que estamos en años complejos a nivel emocional.
2. Escucha activa: Estar disponibles para escucharlos y escucharlas. Preguntarles cómo se sienten con estos resultados, medir su compromiso y cuán afectados/as están. Esto nos dará información de su motivación escolar. Indagar en distintas razones que pudieran estar afectando como también en los distintos ámbitos de su vida.
3. No proyectar: No proyectar las expectativas propias que nosotros, los papás y mamás tenemos sobre nuestros hijas e hijos. Sobre todo cuando en reuniones familiares o de amigos comienzan a exponer los éxitos de ellos, como si fueran propios. Los niños no son una extensión nuestra.
4. No condicionar cariño: Dejar con claridad que el cariño, la validación y admiración por su persona no tienen relación con las notas adquiridas. Que si bien las notas pueden mostrar objetivos logrados, no resumen lo que son como personas. Por lo tanto, el amor y el cariño está intacto.
5. Autonomía y compromiso: Evaluar metas realistas para el segundo semestre. Donde se integren sobre todo aquellas materias y disciplinas que le motivan, para que así haya sensación de logro con aquellas que tengan mayores dificultades para que los objetivos sean concretos, alcanzables y con un plan claro.
6. Ayudarles a que desarrollen más motivación e interés por el estudio: Los padres podemos estimular la motivación de nuestros hijos con diferentes actividades. El objetivo debe ser que los niños y jóvenes tengan más ganas de seguir estudiando o de seguir esforzándose para mejorar en la siguiente evaluación o curso. Promover y felicitarlos por aquellas actividades de su interés.
7. Crear un plan de estudio: Este plan de estudios debe ser realista y motivador. Además, debemos plantearlo junto al niño, niña o joven para que se comprometa a realizarlo. Acompañarlo en la primera etapa.
8. Guiar en sus hábitos y rutinas: Para que adquieran autonomía en su propia rutina de estudio, es importante que primero tengan nuestra ayuda. Mostrarles cómo se estudia en un lugar ordenado, las distintas opciones de metodologías de estudio, formas de organizarse, entre otras cosas. Los niños no nacen sabiendo estudiar, menos aquellos que son más inquietos. Cuando les decimos “anda a hacer un resumen”, muchas veces no saben hacerlo.
Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel