Uno de los libros más populares del año 1992 se titulaba Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus, una guía de autoayuda que según datos de CNN se transformó en el libro de no ficción más vendido de la década de los '90. Llegaron a imprimirse 15 millones de copias que fueron traducidas a varios idiomas, y su contenido se transformó en material de consulta de muchas terapias de pareja. Este ensayo, escrito por el psicólogo John Gray, desplegaba en casi 300 páginas una teoría que diferenciaba -con ejemplos simples y cotidianos- las diferencias entre hombres y mujeres. Como si fuéramos seres extremadamente distintos.

Para diferenciarnos, Gray se valió de dos personajes de la mitología romana: Marte, el dios de la guerra, para representar lo masculino, y Venus, la diosa del amor y la fertilidad, para lo femenino. Su elección no fue al azar, ya que estos dioses corresponden a dos planetas del sistema solar que arquetípicamente representan ánimos distintos y que son bien conocidos socialmente. Si bien su teoría lo convirtió en un bestseller y en gurú de conflictos matrimoniales, no tardaron en aparecer las críticas. Tanto a la teoría como al libro. En 1997 la revista Time se preguntó si la necesidad de diferenciar los sexos le había servido a alguien más que a John Gary.

Y es que el peligro de pensar que existen dos formas de ser opuestas, o dos cerebros según cada género, no solo se reduce y polariza estereotipos inamovibles, sino que sirve como referente para justificar conductas poco sanas, como hombres creyendo que podían explicarse a sí mismos diciendo: "es que yo soy así". Una diferencia tan marcada y radical entre lo femenino y lo masculino no sólo resultó beneficiosa para el autor del libro, sino que también todos quienes adscriben al género masculino. Porque los justifica.

"El problema de estos planteamientos es el supuesto implícito de que las diferencias de sexo, ya sea en la estructura cerebral, la función o el comportamiento, se acumulan constantemente en las personas para crear "cerebros masculinos" y "cerebros femeninos", así como una falsa naturaleza masculina y una falsa naturaleza femenina", dice la neurocientista Daphna Joel en una columna publicada el 2018 por el New York Times. Para la investigadora, que se ha dedicado a descifrar este mito, no existen mayores diferencias a nivel cerebral.

La doctora Joel considera grave seguir dándole espacio a estas teorías, sobre todo por todo lo que nos ha costado socialmente eliminar esas falsas creencias. Es que según lo que se suele decir, el cerebro femenino tendría una propensión a sentir más emociones y cierta facilidad para poder comunicarse, mientras que el cerebro masculino sería práctico, tendría un centro agresivo y estaría enfocado más en el sexo. "Esto le explicaría al mundo el porqué de ciertos de nuestros comportamientos", dice la doctora Joel. "Pero también sostendría la idea equivocada de que por eso hay más mujeres profesoras y más hombres ingenieros".

En su charla TED sobre este tema, Joel explica -científicamente- que somos muy similares en términos intelectuales, congitivos y emocionales. "Cada persona es un maravilloso mosaico que se compone de características femeninas y masculinas", dice. Y aunque morfológicamente los cerebros de los hombres son de mayor tamaño (entre un 8 y un 13% más grandes que los de las mujeres) el volumen no es un índice de mayor o menor capacidad global. "En el pasado datos como este fueron ocupados como evidencia de que las mujeres éramos inferiores intelectualmente", explica la doctora Joel. "Pero esto es un mito. Las mujeres no son menos capaces que los hombres y de eso, no existe duda".

Actualmente, los científicos siguen descubriendo a diario más y más diferencias entre los cerebros de los hombres y mujeres -tanto en humanos como en animales-. Por ejemplo, las mujeres tienen un córtex más grueso, poseen más materia gris y los hombres tiene ventrículos cerebrales más grandes, pero ninguna de estas medidas determina una diferencia real entre unos y otros. ¿Hay un cerebro masculino y uno femenino? Para la doctora Joel no tiene ningún sentido hablarlo en estos términos. "Nuestros cerebros son una mezcla y van a continuar cambiando, debido a la interacción entre nuestras hormonas y nuestra experiencia de vida", dice.

La profesora de Standford, Londa Schiebinger, cree que la diferencia entre cerebros masculinos y femeninos proviene de la Ilustración, donde el naturalismo tendía a separarlo todo en dos polos. "Cuando se decretó que todos los hombres eran iguales ante la ley, solo las diferencias biológicas podían justificar las desigualdades sociales. Y el siglo XVIII acudió a la ciencia para negar derechos, excluir a la mayoría de la esfera pública y someter a las mujeres al cuidado de los niños y el hogar", dice en su libro Nature's body. Gender in the making of modern science.

La doctora Schiebinger apunta a la ausencia de mujeres en el mundo de la ciencia como la razón para que exista la idea de que hay dos cerebros distintos. Para ella, el ser excluidas del mundo científico no sólo es problemático a nivel de cuotas, sino que se excluye "lo femenino" del estudio. "El sexo es un fenómeno biológico y el género es un fenómeno cultural, que incluye comportamientos, actitudes, valores, la forma en que entendemos cómo funcionan en la sociedad los hombres, las mujeres y la gente transgénero", dice. "Pero actualmente no podemos mirar nuestras diferencias como las mirábamos antes. Los comportamientos de hombres y mujeres están convergiendo y hay mucha más libertad para las personas transgénero y homosexuales. Eso es maravilloso", dice.

La especialista explica que las personas solían pensar que el género venía determinado por la biología, por lo que no se podía cambiar. "Pero si nos damos cuenta de que la cultura también crea estas actitudes respecto a lo que puede hacer un hombre o una mujer, entonces podemos cambiarlas. Y hay que hacerlo con acciones del lenguaje y acciones políticas", dice. Su pensamiento saca la pregunta de una diferencia de cerebros entre hombres y mujeres de la zona neurocientífica y apunta a la sociedad. Ahí donde mismo pone el ojo la doctora Daphna Joel: "La idea de que hay dos cerebros distintos sólo sustenta la creencia de que hombres y mujeres debemos ser tratados de forma distinta y eso no lo podemos permitir".