Nancy (32) recuerda que, durante su infancia, era más bien una niña retraída. Sin embargo, a ratos, tenía actitudes contradictorias. “Me gustaba llamar mucho la atención, que me prestaran atención”, explica. Recuerda que, también, había momentos en los que sentía una profunda tristeza e incluso llegó a tener ideación suicida. Pero, a pesar de todas esas señales, pasaron décadas antes de que Nancy fuese diagnosticada con una enfermedad de salud mental que afecta aproximadamente a un 0.5% de la población mundial —cerca de 40 millones de personas— según datos publicados por la plataforma de estadísticas Statista. Se trata del trastorno bipolar.
La bipolaridad es una patología de salud mental que ha sido objeto de descripciones poco ajustadas con la realidad y hasta caricaturizaciones en los medios, el cine y la televisión. Y esta semana se conmemora el Día Internacional del Trastorno Bipolar con el objetivo de despejar esos estigmas y visibilizar las diferentes aristas de una enfermedad que no necesariamente se compone solo de extremos ni el blanco y negro como se la ha representado a través de personajes de ficción y referentes populares.
La Organización Mundial de la Salud describe el trastorno bipolar como una patología en la que las personas sufren de episodios depresivos que se alternan con síntomas de manía. “Durante un episodio depresivo la persona experimenta un ánimo decaído o una baja de interés en actividades”, explica la publicación de la OMS. Por otra parte, los episodios de manía pueden incluir emociones como euforia o irritabilidad. En esas instancias suele haber también un aumento de la energía y síntomas como pensamientos acelerados, falta de sueño, expresión oral exacerbada y comportamientos impulsivos e incluso riesgosos.
Estas fueron precisamente algunas de las señales que alertaron a Nancy de que algo no estaba bien con ella. Si bien los síntomas del trastorno suelen comenzar en la infancia —como fue su caso— recién los 27 años Nancy recibió el diagnóstico de bipolaridad. Cuenta que algunas de las señales que observó en ese entonces fueron actitudes impulsivas como dificultad para administrar de forma responsable el dinero y otros completamente opuestos: episodios de depresión profundos pero en los que todavía podía trabajar. “Lograba todo lo que me proponía pero lloraba de una manera impresionante. Era una depresión mixta”, explica. Fue así como llegó a ser diagnosticada con trastorno bipolar tipo 2, precisamente ese que no se ve en las películas. A diferencia de lo que suelen retratar en la ficción o lo que tradicionalmente asociamos a la bipolaridad, el trastorno bipolar tipo 2 se caracteriza porque los episodios de manía son de intensidad más leve, se conocen como hipomanía y, generalmente, son de menor duración.
Raúl Sánchez, psiquiatra experto en trastornos del ánimo y director del Centro Clínico del Ánimo y la Ansiedad explica que, si bien los especialistas ven casos en los que las manías se manifiestan con exaltación, euforias extremas y megalomanía, esto no representa a la mayoría de los pacientes bipolares. “El porcentaje real de personas que tienen estas exaltaciones tan importantes no es tan grande”, comenta el especialista. “Es más probable que los pacientes con trastornos bipolares presenten hipomanía, que son manías más suaves y menos graves”, explica. Agrega también que los episodios depresivos son el síntoma más frecuente en un paciente bipolar y no la manía y la exaltación como se suele creer.
Y es que, casi no sorprende que se generen estereotipos en torno a una enfermedad cuyo nombre hace alusión a polos, a extremos y que, además, alguna vez fue conocida como depresión maníaca. “El nombre histórico de trastorno o psicosis o maníaco-depresiva contribuye a formar un estigma”, comenta el doctor Sánchez. Uno de los principales problemas que generan estas visiones pre concebidas en torno a las enfermedades de salud mental, y específicamente en relación a la bipolaridad, es que pueden producir un subdiagnóstico de pacientes que dejan de consultar al sentir que no cumplen con el estereotipo. “Los pacientes que tienen bipolidaridad pero en una variente hipomaniaca pueden pasar a veces desapercibidos”, explica el doctor Sánchez. Agrega que el diagnóstico puede ser retardado o que incluso puede confundirse con otras situaciones no patológicas como estados de alegría normales. “Pueden incluso no buscar ayuda. La gente con hipomanía por lo general no pide ayuda porque no detecta que es una alteración y ante eso se produce mayor riesgo de que no se reciba tratamiento”, comenta. Y posiblemente en esta noción tergiversada, que nos ha llevado a creer que la bipolaridad es sinónimo de extremos, euforia y descontrol, que muchas personas sufren de bipolaridad sin un diagnóstico ni tratamiento. Porque no cumplen con los cánones ni estereotipos.
Precisamente para derribar mitos como el que las personas bipolares viven en un constante desequilibrio que los lleva a pasar en un abrir y cerrar de ojos de la normalidad a la psicosis es que Nancy decidió abrir la cuenta de Instagram @bipoclub para compartir su experiencia con trastorno bipolar. A través de esta plataforma, en la que cuenta con casi 6 mil seguidores, ha podido generar una comunidad en torno a la bipolaridad y neurodivergencias. “Pensé que esto podría ayudar a otras personas”, comenta. “Quiero transmitir naturalidad en relación a este trastorno, derribar estigmas y psico educar a la gente”. La OMS explica que los pacientes con bipolaridad presentan un riesgo más alto de suicidio pero que existen tratamientos efectivos para enfrentar esta enfermedad, mantenerla bajo control y llevar una vida en equilibrio. Y uno de los pilares según el organismo es, sin duda, la educación en salud mental. Porque precisamente fue esa información a cerca de su trastorno lo que a Nancy le hizo falta —y que en retrospectiva le permite ver claramente las señales— para identificar incluso antes su bipolaridad.