Los nuevos hombres

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Mientras las mujeres cada día ganan más espacios que históricamente estuvieron cerrados para ellas, la figura del hombre, hasta hace un tiempo siempre preponderante, se planta desde el lado contrario. Y esto ha tenido un fuerte efecto en lo que culturalmente se consideraba como masculino, que ha tenido que adaptarse al cambio social. ¿Qué significa el concepto de post masculinidad? ¿En qué se traduce? En medio del movimiento de género más grande del milenio ¿cómo se dibuja a este nuevo hombre?




A finales de los ochenta los estantes de las multitiendas recibieron las primeras ediciones del Game boy, una consola revolucionaria que cada temporada, desde entonces, saca una nueva versión. Alrededor del mundo se han vendido más de 200 millones de estos aparatos bajo la marca japonesa Nintendo, y durante dos décadas estos dispositivos se convirtieron en un símbolo del niño. Pero del niño hombre. Con su nombre, la compañía decidió excluir silenciosamente a las niñas, como si ellas no estuvieran, ni pudieran estar, interesadas en los juegos portátiles. A nadie le llamó la atención. Recién en 2019, el periodista catalán Víctor Parkas, millennial y padre de un hijo recién nacido, en medio de uno de los movimientos sociales más grandes del siglo y viendo cómo las minorías filosofaban entorno a la equidad, se cuestionó sus privilegios. ¿Qué es ser un hombre heterosexual? ¿Cómo se es un padre? Basándose en esas preguntas escribió Gameboy, un libro que en su tercera edición, más que respuestas deja abiertas nuevas preguntas. Cuando las mujeres están al mando de su emancipación y el rol tradicional del hombre se quebró: ¿debemos permanecer en silencio o sumarnos colectivamente para rediseñar la post masculinidad?

"En el colectivo LGTBQI+ hay muchas y muy buenas firmas escribiendo sobre masculinidad. El impulso para poner en marcha 'Game Boy' era probar si desde una posición logística de privilegio autoconsciente se podía articular un artefacto narrativo y literario que fuese provocativo. Mi intención no pasaba por deconstruir la masculinidad, sino por abordarla", explica el autor español. "La nueva masculinidad, si es que la hubiera, discute en gran medida esa idea: en ningún caso viene definida por el hombre hétero, al contrario, aquellos que están performando una masculinidad menos dañina, para uno mismo y para todas las demás, son activos del movimiento LGTBQI+".

Por eso, siendo un hombre heterosexual hablando desde la vereda de los privilegios, Parkas siente pudor y tematiza este conflicto como parte de un grupo que se ve perdido. Lleno de interrogantes e inquietudes. "Lo que ha muerto no ha sido el galán, sino la posibilidad de pagar la cuenta y de tener coche alguno que posibilite abrirle la puerta a alguien. Que la crisis de la masculinidad venga inmediatamente después de la recesión económica no deja de ser interesante. Cuando la cortesía no puede mercantilizarse, las máscaras se caen, y con ellas, caen también los galanes", dice. Eso sí, antes de plantear cualquier definición de post masculinidad, Parkas se exime de la responsabilidad: "mi ambición como escritor pasa antes por sugerir que por ponderar", dice.

A finales del año pasado, en el seminario chileno de psicoanálisis y feminismo "Lo erótico y lo político: trampas de lo amoroso en el Siglo XX", el psicoanalista chileno Miguel Reyes expuso "Avatares de lo masculino en la época de los feminismos". Basándose en las docenas de experiencias de hombres que se tienden en su diván a relatar de manera más íntima lo que temen o desean, el especialista habla sobre la post masculinidad y asegura que estamos en el mejor momento para replantearnos como hombres. "No hay una referencia que predomine y nos de la pauta de cómo ser. Eso es una oportunidad para inventar distintos tipos de masculinidades", asegura.

"Actualmente existe mayor confusión respecto a esas orientaciones porque efectivamente se han caído semblantes clásicos del hombre: las instituciones, la relación con el poder, el trabajo y el matrimonio. Hay una mutación epocal importante. El hombre se enfrenta a una nueva mujer, alguien independiente, que no lo necesita económicamente, que puede perfectamente no ser discriminada por estar soltera o por no tener hijos. Un hijo incluso se puede obtener a través de un banco de espermio y el placer sexual femenino se puede encontrar en un juguete. Las imágenes que la cultura nos entregaba hace 50 años eran un poco más compartidas, donde el hombre tenía que ser un proveedor, ir a la conquista de una mujer", dice Reyes. "Las inequidades las han vivido por siglos la mujeres, no los hombres. Somos nosotros los que hemos tenido beneficios y privilegios y no estamos en la situación del sujeto crítico que hace la emancipación. Ahora bien, uno por formación puede encontrar legítimas todas las reivindicaciones y preguntarse ¿cómo puede haber una brecha salarial tan alta? Los hombres no deben tener temor a decir lo que piensan sobre las problemáticas que afectan a las mujeres: todos tienen mamás, amigas, conviven con ellas. Se puede cuestionar la violencia y comulgar con esas consignas, pero la marcha no la hace uno, porque uno no es la víctima. La bandera de la reivindicación la llevan las mujeres, pero podemos acompañar", agrega Reyes.

Antes de resolver una nueva masculinidad, hay que empezar por definirla: ¿Qué es concretamente la masculinidad?

La masculinidad es una solución o invento que el hombre tiene que hacer respecto a su devenir, de su relación con elementos importantes como el padre, la madre, su cuerpo, su órgano, el poder, el dinero y otros hombres. El camino de construcción de la masculinidad es un camino que tiene que ver con atreverse a hacerlo, de una manera tanto solitaria, porque respuestas colectivas hay cada vez menos. Por eso hoy se habla de "virilidades", no de un tipo viril, homogéneo, hegemónico, como quizá lo había en el siglo XIX o XX. La cuestión interesante es inventarse la masculinidad.

Para el siquiatra y sicoanalista de adultos, adolescentes y niños de la APCH, Patricio Peñailillo, la nueva masculinidad poco a poco ha ido cambiando e integrando aspectos que hace años eran impensados. Según el especialista, al contrario de lo que se pensaba en el pasado, la identidad personal es un recorrido que se da durante toda la vida y no algo que queda definido al finalizar la adolescencia. Aunque al terminar esta etapa está bastante más consolidada, siempre se está perfeccionado, modificando, distorsionando. "Se suele pensar que el ser hombre está dado por el solo hecho de nacer hombre, y la verdad es que no es necesariamente así. Llegar a ser un hombre, o tener una identidad masculina, es todo un logro. Es una aspiración que requiere de un camino difícil, al contrario de lo que a veces se piensa", dice.

Fuerte, seguro de sí mismo, ganador, competitivo son algunas de las características más comunes que le hemos atribuido a la figura masculina, un estereotipo que se ha heredado generación tras generación. Pero estos hombres no solo debían cumplir a cabalidad con estos atributos para ser reconocidos como tales, sino que también debían alejarse de todo aquello que ha sido incorporado en el imaginario colectivo como típicamente femenino: sensibilidad, fragilidad, emocionalidad, debilidad. "La masculinidad alude fundamentalmente a las características sicológicas, físicas, actitudes, emocionales, etcétera, que cada cultura le adscribe al hombre, a sus características propias, a lo social, al contexto histórico y cultural, al entorno. No es raro entonces que lo que se entiende por masculinidad en algunas culturas, bien puede ser visto de manera diferente a lo que se espera de ellos en otras", asegura Peñailillo. "Hasta hace muy poco se consideraba que 'ser hombre' o ser viril era algo muy alejado a todo lo que tuviera que ver con la sensibilidad, que se atribuía a lo femenino. Ese modelo no le da mucha importancia a la interioridad del hombre, a la esfera de sus sentimientos, emociones y necesidades por considerarlo femenino. Pero eso tiene algunos inconvenientes importantes, ya que no solo se aleja y limita el concepto de lo masculino, sino que también construye una personalidad rígida, autoritaria, con una necesidad de dominar y demostrarse siempre ganador y más fuerte. Estos hombres son personas rígidas que no toleran, que niegan, que ponen fuera la vulnerabilidad y para mostrarse de esa manera segura, firme, sólida y consistente tienen que desentenderse de aspectos que todos necesitamos para poder entender y conectarnos emocionalmente con otros, lo que nos hace mejores padres también a incorporar los aspectos femeninos que nos enriquecen".

Y es que al parecer, como afirman ambos especialistas, la respuesta estaría en elaborar una forma distinta de constituir lo masculino, una forma que sea acorde a los tiempos, a los cambios y espacios que ha ido logrando la mujer y que los haga también más completos en el sentido de incorporar aspectos que antes eran rechazados. "Afortunadamente los niños y jóvenes muestran muchos de estos cambios al incorporar la parte más emocional o sensible y tienen más contacto, sienten, reconocen y viven desde sus sentimientos, lo que los enriquece porque tienen más capacidades sicológicas para poder conectarse con los otros, percibir sus necesidades y fragilidades y tener una mejor comunicación con la familia, la pareja y los amigos", explica Peñailillo.

Miguel Reyes agrega: "la deconstrucción es un concepto que acuñó Jacques Derrida y que teóricos de género han tomado, pero básicamente para enfatizar que la sexualidad es algo que se construye socialmente, es una performance, no es algo dado por la naturaleza. Uno no es una espontaneidad que va surgiendo, sino que hay momentos constitutivos. Hay momentos claves de constitución y la identificación masculina o femenina son procesos que no se agotan necesariamente por la anatomía. La respuesta a lo masculino se va construyendo de manera social, pero sobretodo de manera singular. Porque la respuesta siempre será la respuesta que le sirva a cada uno".

¿Qué acciones cotidianas demuestran a un hombre deconstruido?

No temerles a las mujeres. Tenemos que aprender a conocernos y pensar en nuestra virilidad personal sin esperar de ellas respuestas que no tienen. Debemos reflexionar acerca de toda la historia de privilegios que hemos gozado y cuestionarnos si hay que seguirlos reproduciendo. Uno no lo habría pensado si estos movimientos no estuvieran pasando. Hay algo que no está bien y hay que adherirse a ese tipo de consignas, evitarlas y no reproducirlas. Los hombres están desconcertados, pero las mujeres también. Todos estamos en un proceso de deconstrucción.

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