Paula 1098. Sábado 23 de junio de 2012

Manuela Martelli (29) entr al salón de té Le Flaubert y dos personas que van saliendo la detienen para hablarle de la escena donde ella daba besos con leche condensada en Machuca, la película de Andres Wood que se estrenó hace 8 años, cuando ella tenía 21 y era estudiante de Actuación en la UC. La misma facultad donde la actriz –que responde con amabilidad y atención a esas dos personas– este semestre dará clases. Han pasado 11 años desde que empezó a actuar, cuando aún estaba en el colegio. Era 2001 y en ese entonces rodaba B-Happy, el filme de Gonzalo Justiniano que se estrenaría dos años después. Desde ese tiempo hasta ahora ha grabado 13 largometrajes, una teleserie, una serie de TV y, hace dos años, se fue a Filadelfia a estudiar un máster en Dirección Cinematográfica gracias a una beca Fulbright y una beca Chile. Ahora está de vuelta en Chile hasta diciembre para, además de dar clases, preparar su proyecto de título y escribir su primer largometraje. Martelli es una mujer muy ocupada. El 14 de junio estrenó Mi último round, la ópera prima de Julio Jorquera que cuenta la historia de dos hombres que se enamoran; y, si se cumplen los tiempos, estrenará también Il futuro, de Alicia Scherson, un filme basado en Una novelita lumpen, de Roberto Bolaño, y donde actuó en tres idiomas. Pero su atiborrada agenda no opaca su carácter reflexivo. La actriz se demora en buscar la palabra precisa en cada respuesta; baja el tono de la voz si alguien se sienta en la mesa del lado; escucha atentamente, no interrumpe nunca y dice que es más tímida que extrovertida.

¿Qué cosas te hacen perder la armonía?

Me estreso fácil, me exijo mucho, así que siempre estoy buscándola. Es un aprendizaje que toma tiempo, conocerse uno, conocer las cosas que a uno le hacen bien. Me doy cuenta que mirar las plantas, la naturaleza, me hace muy bien. Mi departamento en Filadelfia tiene una terraza que da a un árbol precioso, lleno de ardillas, al que se le caen las hojas, que se llena de nieve en el invierno, que después le empiezan a salir brotes. Mirar todo eso me da mucha tranquilidad porque me doy cuenta que la naturaleza, al menos, respeta sus tiempos.

Cuando grabaste con Alicia Scherson el año pasado ¿te pasó que pensabas cómo sería cuando te tocara a ti estar dirigiendo?

Nos reíamos porque la Alicia decía: "Va a ser insoportable filmar contigo ahora que estás estudiando Cine". Traté siempre de enfocarme en actuar. Los directores están siempre mirando las cosas desde fuera, miran el todo. Como actriz tienes que hacer lo contrario: olvidar que conoces la historia, olvidar que las luces están puestas de una determinada manera. También pasó que yo siempre había actuado con directores hombres. Esta era la primera vez que una mujer me dirigía y creo que hay una manera distinta de liderar.

¿Cómo es tu estilo de liderazgo?

No creo que pueda decir que tengo un estilo, no tengo la experiencia para tenerlo, pero es algo en lo que pienso bastante. A veces siento que se confunde liderar con dominar. Es raro, pero me da la sensación de que en Chile tenemos el feudalismo todavía metido en el cuerpo. Nos sentimos con poder de dominar a otros. Es complejo porque en el cine se trabaja contra el tiempo y eso genera mucha tensión, entonces usas herramientas muy poco evolucionadas para hacerte entender, como gritar en vez de hablar y olvidarte de agradecer el tiempo que otros destinan en un proyecto que después lleva tu nombre.

¿Cómo crees que será la recepción de los chilenos respecto a la película Mi último round?

No sé, Chile tiene esas salidas incomprensibles o más bien muy de doble estándar. Hace como un año miles de personas marchaban pro matrimonio gay y después viene una pandilla de neonazis y matan a Zamudio. Es tan extraño que a algunos les incomode tanto la diversidad. ¿A qué le tienen tanto temor? ¿Por qué esa fe ciega en modelos tan prefabricados? Pero por otro lado, hay una pulsión por combatir eso. Ahí tienes Joven y alocada, Mapa para conversar y Mi último round: tres películas chilenas con temáticas gays en cartelera. Eso también dice algo, da la sensación que hay algo oprimido que busca manifestarse.