Paula 1160. Sábado 8 de noviembre de 2014.
Recién editado en Chile y presentado en Filsa, Historias extremas es el primer libro de crónicas sobre aventureros y deportistas extremos del argentino Federico Bianchini, uno de los máximos exponentes de la nueva camada de cronistas latinoamericanos y ganador de dos de los premios más prestigiosos del rubro: el Nuevas Plumas de la Universidad de Guadalajara, México, y el Don Quijote de Periodismo, de España.
Reunidas en el libro Historias extremas, publicado por la editorial chilena Ceibo, las crónicas de Federico Bianchini –32 años, ex periodista de Clarín y actual editor de la revista de periodismo narrativo Anfibia– transportan al lector a situaciones límites, con descripciones tan vívidas y minuciosas, que pareciera que uno estuviera ahí: al borde de la cornisa a 2.300 metros de altura junto al hombre que ruega por ser rescatado; viendo músculos que se tensan como sogas o estómagos que se retuercen por la falta de aire; oyendo la respiración agitada de un nadador que recorre 88 kilómetros de río; oliendo la tierra mojada que pisa un maratonista.
"De eso habla este libro: del dolor, de la muerte, y de la resistencia, el sobreponerse, de la entrega, y habla, sobre todo, de un grupo de personas que abandonan el sentido común", señala el periodista chileno -radicado en argentina- Cristian Alarcón en el prólogo de Historias extremas.
Un trabajo que agrupa elogiados textos de este cronista que ganó en 2010 el premio Nuevas Plumas –que organizan el periodista chileno Juan Pablo Meneses y la Universidad de Guadalajara–, y en 2013 el Don Quijote de Periodismo (Premio Rey de España), y que se acaba de lanzar en Filsa.
¿Qué tienen en común los personajes del libro?
Todos tienen una gran fortaleza mental para poder hacer lo que hacen: disciplina y perseverancia. Por otro lado, de una u otra manera estuvieron o están cerca de la muerte. Algunos porque eligen arriesgarse y correr kilómetros y kilómetros al borde de un precipicio, otros porque el azar determinó que terminaran aislados en medio de la montaña o porque decidieron dedicar su vida a ayudar a gente que sufrió accidentes peligrosos.
¿Cuál es el mayor desafío al narrar historias en las que, casi siempre, el cronista no puede estar presente?
El interés inicial fue entender cómo piensa y qué siente una persona que nada durante ocho horas o que sube una montaña a buscar cadáveres; transmitir las sensaciones de cada uno de esos personajes para que las historias no sean anécdotas aisladas, sino relatos que ejemplifiquen la soledad, la desesperación, el miedo. El escritor Haroldo Conti decía que la literatura es una sustitución de la aventura. Creo que aquí la crónica cumple un poco ese papel. Para escribirles, viajé a muchos lugares, entrevisté a los protagonistas antes de las carreras, los vi caerse en el barro, temblar helados dentro de kayaks o llorar después de llegar a la meta. En definitiva, creo que el desafío más grande de la crónica es atrapar a un lector al que no le interesa el tema del que escribimos.