Paula 1243. Sábado 13 de enero de 2018.

Por Roberto Farías / Fotografía: Alejandro Araya / Producción: Camila Letelier / Maquillaje: María José León

A Maggie Lay, como a cualquier mujer, no le gusta admitir su edad. Si en alguna entrevista le dicen que tiene 60 o 63 (como ocurrió con Pollo Valdivia en UCV o Franzani en La Red), ella no lo niega ni lo corrige. Le pregunté su edad cuando la entrevisté fugazmente y también se escabulló.

Vive en su "apreciada soledad" acompañada por sus gatos Gasparín y Guatón, en una enorme y antigua casona en el Barrio 10 de Julio. Y, mientras limpia los pasillos poblados de sus fotos ya amarillentas, suele inevitablemente verse reflejada en alguno de los espejos de cuerpo entero que adornan las habitaciones.

—Cuando el espejo me escupa y me diga, ¡ya no más!, voy a colgar el conchero —dice— Ups. Ponga bikini mejor, de veras que revista Paula es de papel cuché y a la gente high no le gusta esas palabrotas.

Le gusta decir garabatos y morderse la lengua. Es parte de su personalidad y puesta en escena.

Sabe que no le quedan muchos años ni muchos escenarios donde actuar. Ya no hay revistas en Chile. Murieron las boites y los locales como La Sirena, el Humoresque, Tap Room, el Picaresque (junto a La Vega y donde los asistentes tiraban lechugas y tomates) y el mítico Bim Bam Bum de Huérfanos.

Hoy suele actuar en el circuito underground y en lugares impredecibles como el Club Matadero del Barrio Franklin o en eventos municipales o para empresas. También junto a empresarios quijotescos que han logrado resucitar eventos revisteriles como en La Piedra Feliz de Valparaíso.

Y sorprende que aún, después de mil vueltas de la vida, siga incombustible. La encuentro llegando de una mini-gira por Coyhaique y Puerto Montt y partiendo a Viña del Mar.

—Nunca pensé que iba a sobrevivir a todas mis colegas. Todas están gordas, viejas, algunas hasta muertas.

Las vedettes Magaly Acevedo, las hermanas Raquel, Vivi y Pitica Ubilla están retiradas y enfermas. Peggy Cordero y Fresia  Soto, quienes inauguraron el rubro, fallecieron hace poco.

—Y yo sigo aquí: míreme —y pone la mano en su cintura de ese modo tan singular; entre coqueta e ingenua.

Es sin duda "la última vedette" tal como se titula el documental que hizo el singular cineasta Wincy Oyarce siguiéndola durante los últimos tres años.

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Su verdadero nombre es Magdalena Hay-Sang-Lay Wangnet. Tiene ascendencia china, francesa, alemana y polaca. Es alta, de formidable figura natural, de ojos orientales verdes, piel blanca, pelo rubio. En su juventud fue clavadista olímpica. Y estudió ballet en el Municipal.[/caption]

Sábado de estreno del Circo Timoteo en el Estero Marga Marga, en Viña del Mar. El destino me hace un guiño: es su noche de cumpleaños.

Son las 23:30 del sábado 6 de enero cuando Juvenal Carlos Rubio, el dueño y animador del Circo Timoteo, la anuncia:

—Ahora viene la última vedette de la gloriosa época del Bim Bam Bum… con ustedessssss Maggie Layyyyyyy.

Y entra al escenario emplumada, acompañada de dos bailarines transformistas vestidos de levita, cantando su canción de presentación que tiene más de 40 años: "Yo soy Maggie la coqueta, el ritmo actual no me interesa… porque tengo figura, bonita, y mucho swing para decir: How are you?".

Y le dice casi al oído a un hombre del público con su potente voz aguda y ronca: "How are you?".

Luego, a duras penas, un asistente logra quitarle el pesado tocado de plumas y otros miembros del show, hacen un break y le traen una torta de cumpleaños.

—Soy la última vedette de los 80 y aquí me tienen vivita y coleando —dice Maggie apagando la vela. ¡Pero no dice su edad!

Son las 23:40. Hace un poco de frío en la carpa a medio llenar y Maggie Lay, envuelta en mallas comienza a cantar, bailar y restregar la cola y las pechugas en la cara de un par de espectadores; como es el estilo burlesque pasado para la punta que ya es característico del Circo Timoteo.

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—Yo soy feliz —me dice en su casa la Maggita, como se llama a sí misma cuando está sin maquillaje, rodeada de sus gatos y sin quitarle el ojo a la TV.

—Tengo mi película, mi público y estoy como quiero ¿o no? —y pone la mano en su cintura.

Nació el 7 de enero de 1949 como Magdalena Hay-Sang-Lay Wangnet con, como ella dice, "todo el arcoíris en mi piel". Su padre es hijo de un funcionario diplomático chino y una francesa. Su madre, mezcla de polacos y alemanes agricultores de Gorbea. Es alta, de formidable figura natural, de ojos orientales verdes, piel blanca, pelo rubio.

Su pícaro abuelo diplomático la animó a bailar, a cantar y a ser el centro del espectáculo familiar.

A fines de los 60 fue madre soltera: a los 20 años, cuando recién salía de las Monjas Misioneras de María, tuvo a su hijo Víctor Jaime "de una aventura", como dice ella.

Vivía en la Villa Olímpica y por lo mismo se acercó a la otrora famosa piscina Mund, donde se entrenó como clavadista olímpica desde los 10 metros.

Paralelamente estudió Ballet en el Teatro Municipal cuando dirigía la escuela Yolanda Montecinos y luego siguió en el ballet folclórico nacional Pucará, que dirigía Ricardo Palma. Con ellos actuó en la película Ayúdeme usted compadre, de 1968.

Durante la UP representó a Chile en el Campeonato Sudamericano de Natación de 1972 en Arica y paralelamente recorría el país haciendo la Cantata Santa María de Iquique.

Tras el golpe, recién en 1976, saltó al espectáculo profesional cuando una noche bailaba y cantaba en la Taberna Capri en una fiesta familiar.

—De pronto se me acabaron los temas así que me puse a bailar y lesear. Toda la gente miraba. Cuando ya nos íbamos, el dueño, a quien apodaban "Combo y medio" porque le faltaba un brazo, se acercó a la mesa y le pidió a mi madrecita que si era posible que fuera a cantar los fines de semana. ¡Imagínate!

Su madre, cuando supo lo que iba a ganar, la autorizó de inmediato.

De ahí pasó al Teatro Cousiño, en el Barrio Viel, donde el humorista Eugenio Novión hacía la revista Humoresque. A los 27 años Maggie hacía una breve cortina entre los espectáculos principales de las 5 hermanas vedettes Ubilla. Como se sabía las coreografías de memoria, un día le tocó reemplazar a Vivi Ubilla y se lanzó como vedette a bailar y cantar.

Fue sin duda su mejor época.

Estuvo en el famoso boliche La Sirena, de ahí el legendario Tomás Vidiella la llevó al Bim Bam Bum.

—Era tan glamoroso ese teatro. Tan elegante. Lleno de brillos. No era fácil entrar. Venían francesas, argentinas. Después del show la gente te llevaba ramos de flores, regalitos, invitaciones.

Ahí conoció al que sería su mánager, productor y luego marido, Alex Rodríguez, con quien tuvo a su segunda hija, Victoria en 1983.

En el documental de Oyarce, entre copa y copa, dice: "Fue el único hombre que he amado en mi vida".

Pasó a la televisión haciendo sketches en Sábados Gigantes y Dingolondango. Y en 1983 fue elegida la mejor vedette de Sudamérica en Venezuela.

Cuando llegó la democracia en 1990 vio con estupor, que en vez de renacer, la noche santiaguina moría. Además del Bosco y otros boliches típicos, cerraron La Sirena, el Tap Room, el Capri, el Picaresque, el Humoresque y hasta el Bim Bam Bum.

Se fue a Europa en 1990. Estaba de gira por tres meses en España cuando el 11 de abril 1992 su marido se suicidó jugando a la ruleta rusa. Su máxima tristeza. Se quedó 10 años en España haciendo giras y cruceros.

El 2000 regresó a Chile y fue una de las primeras conductoras de colectivos de Chile, en una línea de San Bernardo.

—Ahí me descubrió La Cuarta, me acuerdo.

También actuaba. Hacía shows privados y eventos. Mucho en el underground gay, hasta que fue renaciendo su fama. El 2015 tuvo un año excelente en Valparaíso con el espectáculo Cabereté en La Piedra Feliz.

El 2016 se integró al Circo Timoteo que como dice Nanín, el dueño del circo: "Es el último reducto del espectáculo revisteril, del burlesque chileno".

El show del Timoteo curiosamente vive de la pobre imitación del mundo de las vedettes. Ahí están los travestis Yahaira, La Loca de la Cartera, Alexandra Duval haciendo doblajes con poncheras, repartiendo carterazos y garabatos por doquier, envueltas, incluso, en más plumas y con las pestañas incluso más largas que la propia Maggie Lay.

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El 6 de enero, coincidiendo con la víspera de su cumpleaños, estrenó show en el Circo Timoteo, en el Marga Marga. La presentaron como la última vedette de los 80. Salió al escenario emplumada y acompañada de dos bailarines transformistas. Fotografía: Roberto Farías[/caption]

A Maggie le cargan las entrevistas sin maquillaje, sin focos, ni luces. Odia entrar en su intimidad y aún más en sus momentos oscuros: la Operación Heidi, que en 2012 desbarató un prostíbulo donde cayó gente de la televisión que abusaba de menores y en el que ella apareció mencionada y declaró como testigo. O la condena a 5 años de su hijo por el caso "Quesitos" o la muerte de su marido.

En el documental La última vedette, confiesa cómo la enorme soledad a veces la apabulla. Pero son solo segundos. Apenas recobra la calma, de nuevo el personaje se apropia de ella. Todo sonrisas, muecas e inflexiones.

—¡Este quizás es mi último escenario! —dice Maggie Lay durante el estreno en el Estero Marga Marga— soy una especie en extinción, así que aprovechen de tomarse fotos, huachitos.

Poco público. Incluso vienen del circo cercano a llenar un poco la platea.

—Una vedette tiene que hacerlas todas. Como las dueñas de casa: lavar, cocinar y después hacer el amor hasta en la escalera. ¿O no, huachita? —le pregunta durante su show a una mujer del público.

Carcajadas nuevamente.

Es una ideóloga feminista pero, dice, la odian hasta las propias feministas.

—Porque me gustan las mujeres luchadoras, pero que conserven su feminidad. Su coquetería, ¿cachái?

En el documental de Oyarce se la ve repartiendo volantes y aconsejando a mujeres que sufren violencia de sus parejas.

Después de cantar Piensa en mí de Chavela Vargas, baila algunas estrofas de un cha-cha-chá y termina bailando el clásico Qué rico el mambo, de Pérez Prado.

Al terminar el tema, sube al escenario, se lanza al suelo y se abre de piernas en 180°. Son las 00:01 del 7 de enero de 2018 y Maggie Lay acaba de cumplir los 69 años, haciendo un split (como se llama la posición). Increíble, incombustible.

—Esta fue Maggggieeee Laaaaaay —dice Juvenal Rubio. Y la cortina rechina al irse cerrando a tirones mientras ella, sin dificultad, se pone nuevamente de pie.