Lo que más hay con respecto a este tema son preguntas. ¿Cuándo es bueno que los niños estén en redes sociales? ¿Cuándo es malo? ¿Quiénes deben estar pendientes de sus actos en las plataformas? ¿Cuáles son las consecuencias negativas de usarlas? ¿Los colegios deben hacer algo al respecto? ¿Qué pasa con su salud mental?
La discusión es amplia y se viene dando desde hace tiempo, aún más cuando, de acuerdo con un estudio de la fundación Common Sense Media, alrededor de dos tercios de los niños de 12 años a nivel mundial ya tienen un smartphone. El mismo informe revela que el uso de las redes sociales asciende a un total de cinco horas y media por día para los niños de 8 a 12 años y un poco más de ocho horas y media por día entre los adolescentes.
Pero recientemente, el debate en torno al uso de redes sociales por parte de niños dio un paso más allá.
La demanda
Las Escuelas Públicas de Seattle, que educan a más de 50.000 estudiantes, hicieron sonar las alarmas: a mediados de enero, presentaron una demanda de 91 páginas contra las empresas detrás de TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube en un tribunal del distrito federal estadounidense.
El distrito informó a los apoderados, a la prensa y a la sociedad en su conjunto que la decisión fue tomada porque -entre otras cosas- a los estudiantes se les recomienda contenido dañino en línea, lo que exacerba la crisis de salud mental de los menores. Además, alega que las compañías de redes sociales permiten que esto suceda.
En su demanda, el sistema escolar detalló algunos estudios que sugieren que los estudiantes que pasan mucho tiempo usando pantallas tienen más probabilidades de recibir diagnósticos de depresión o ansiedad, sufrir acoso cibernético y no dormir lo suficiente. A modo de ejemplo, citó una investigación del Wall Street Journal en la que varias adolescentes informaron haber desarrollado trastornos alimentarios o recaídas después de que TikTok les promoviera videos de dietas extremas.
“Las empresas de redes sociales han explotado los cerebros vulnerables de los jóvenes, enganchando a decenas de millones de estudiantes en todo el país en bucles de retroalimentación positiva de uso y abuso excesivos”, sostiene el documento.
Por su parte, representantes de las distintas compañías han asegurado que mejoraron en los últimos años las funciones de seguridad para los adolescentes, incluyendo herramientas para evitar el contacto no deseado con adultos u otras que les permiten a los padres limitar la cantidad de tiempo que sus hijos pasan en las redes sociales.
¿Y ahora qué?
Desde que se supo de la demanda, los apoderados no han parado de compartir ideas y preocupaciones sobre lo ocurrido. Catalina Nazal, kinesióloga, chilena residente en Estados Unidos, no fue la excepción.
Desde Seattle, relata que las opiniones sobre este tema son divididas, y dependen mucho de la edad de los niños. “Los que tenemos hijos más chicos estamos súper preocupados. En mi caso, no les hemos pasado teléfonos a ellos, y esto se ha puesto aún más definitivo después de la demanda. Si antes teníamos dudas sobre si pasarles o no un celular y el acceso a redes sociales, ahora decidimos que lo haremos sólo cuando tengan un grado mayor de madurez”, comenta esta madre de dos hijos, de nueve y siete años.
La situación de los padres de adolescentes o preadolescentes es distinta. Catalina menciona, por ejemplo, que una de sus amigas tiene un hijo de 14 años y desde hace tiempo lo ha incentivado a tener un nombre alternativo, bloquear a personas extrañas y estar atento a los contenidos.
Por otra parte, entre los apoderados, dice Catalina, “también hay muchos que, en vez de tomar cartas en el asunto, encuentran que es un alivio tener a sus hijos en una pantalla, como si fuera una nanny, y consideran que la responsabilidad sobre cómo lidiar con el tema de salud mental y redes sociales debe ser de los colegios”.
Ir más allá
Luego de que su hija Katy muriera por suicidio tras reiterados ataques de bullying y cyberbullying, Evanyely Zamorano se dedica -a través de la Fundación Summer- a dar charlas en colegios y organizaciones de todo Chile para combatir esas malas prácticas y proteger la vida.
En su opinión, que el distrito de Seattle se organice e inicie acciones judiciales “es un acto de defensa. Pero, ¿y dónde queda la responsabilidad de educar en el uso de la tecnología? Es necesario unirnos solidariamente por un bien superior, como la protección de la vida, el promover bienestar y cuidar nuestra salud mental para responder con habilidad ante estrategias comerciales eficientes que logran generar adicción, como lo son las redes sociales”.
Las redes sociales, añade, “aterrorizan a muchos, pero pocos hablamos de cómo proyectar bienestar emocional en un mundo digital”. Por eso, comenta, si las personas se unen para una demanda como la de Seattle, también es posible que se unan “para intentar hacerlo mejor. Cuidar la salud mental es promover vida. Si estamos disponibles para reclamar, también debemos estarlo para construir redes sociales sanas y poderosas”.
Por ahora, en su demanda, el sistema escolar de Seattle dice que no cuenta con los recursos necesarios para tratar el creciente número de estudiantes que buscan asesoramiento sobre salud mental. A nivel nacional, poco más de la mitad de todos los sistemas de escuelas públicas dicen que pueden brindar esos servicios de manera efectiva a los estudiantes que los necesitan, según el Centro Nacional de Educación.
Y, aunque diferentes estudios han mostrado algunos vínculos entre las redes sociales y la ansiedad y la depresión, hay muchos otros factores que contribuyen a la crisis de salud mental que viven los niños y adolescentes. La Asociación Nacional de Psicólogos Escolares de Estados Unidos, por ejemplo, menciona la pandemia, el aprendizaje remoto, dificultades económicas, tiroteos y crisis sociales entre los elementos que podrían generar esos sentimientos entre los menores.
Ellos y ellas también opinan
Aunque han sido los adultos quienes más han debatido la decisión del distrito, los más jóvenes también empezaron a manifestar su opinión al respecto.
La Unión de Estudiantes de Seattle, formada en 2022 para abogar medidas más estrictas de control de armas luego de un tiroteo fatal en la escuela secundaria Ingraham, y más consejeros de salud mental en las escuelas, ha planteado que demandar a las grandes tecnológicas no es la forma correcta de abordar la crisis.
“Las redes sociales siempre son un tema complicado. Si bien pueden causar intimidación o problemas, también son un recurso increíble para las personas, conectándonos. A mí, en lo personal, me ha impactado muy beneficiosamente, porque difunde conciencia sobre temas de salud mental y es una fuente de aprendizaje informal”, comentó Noir Goldberg (17), miembro de la junta ejecutiva de la Unión de Estudiantes de Seattle al programa KNKX Morning Edition.
Una cosa es cierta, coinciden los expertos: las redes sociales no van a desaparecer. Por ello, seguir debatiendo esta temática, con todas las preguntas que surgen al respecto, es indispensable.