Es increíble que de verdad te llames Malucha. ¿Nunca te rebelaste ante esa realidad?
Obvio. Cuando adolescente quería ser igual a todo el mundo, entonces inventé que me llamaba María Luisa. Durante un año hice que en el colegio me llamaran María Luisa y fue un lío, porque todas las notas y los papeles estaban a nombre de una tal María Luisa.
Mucho sobrenombre…
Claro: Buenucha, Pilucha.
¿Te has sentido bien en esas teleseries tan hard como Mujeres de lujo y ahora Infiltradas (CHV)?
Mujeres de lujo para mí fue súper interesante porque por primera vez hice un personaje de mala. Ahora volví nuevamente a la mujer noble, a ese personaje que les encanta darme. Es una cosa tremenda.
Pero también te ponen papeles de calentucha, Malucha.
Sí, obvio, también.
Eso se te da bien.
Se me da, se me da. Hasta que nació mi hijo Tomás y ahí me liquidaron. Me transformé en la madre de "Shile" para siempre.
¿No será que tú cambiaste de actitud? ¿Enfrentarse a la realidad de un niño con parálisis cerebral cambia muchas cosas?
Sí, absolutamente. Eso es real. Yo pasé un largo período muy especial en mi vida. Tomás me devolvió a mí misma muchas cosas de las cuales yo me había alejado. Tomás me trajo de vuelta al teatro, de vuelta a la palabra, volví a escribir, a publicar, me metí en talleres de literatura. Tomás me devolvió a mi espiritualidad, a mi búsqueda más trascendente. Me volvió a las mujeres, al mundo femenino.
Pero Tomás ya tiene 22 años ¿cuál es el lugar que él ocupa ahora en tu vida? ¿Cuán distinto a esos primeros años?
Yo leo ese libro que escribí (Cartas para Tomás) y siento que fue hace mucho tiempo atrás. Es otro mundo. El Tomy ahora es como un hijo más, va a su colegio, toma sus talleres. Yo ahora me he permitido extender las alas nuevamente. Ya no tengo esa cosa tan apegada con él, de dedicarle un montón de tiempo y de energía. Yo estoy en mis propias búsquedas. Para mí fue clave cumplir 50 años. Sentí que la vida me estaba dando otra oportunidad para volver a nacer y estoy en eso, como una joven de nuevo, construyendo y dándome permiso para todo. Entre otras cosas para sacar la voz y tomar desafíos.
¿Cuál es el defecto que más deploras de ti misma?
La inseguridad.
Pasados los 50 años, ¿no has logrado vencer esa inseguridad?
Estoy mejor, mucho mejor, pero de repente me voy al hoyo.
¿Cuáles son las cosas que te generan más inseguridad?
Las voces externas que me miran feo.
Y en la actuación ¿también?
En todo. Como que siempre les creo a los otros.
¿Cuántas veces en tu vida has tenido que asistir al siquiatra o al sicólogo para alcanzar mayor equilibrio espiritual?
En muchos momentos. Encuentro que es una picantería, una superficialidad absoluta negarse a ir al sicólogo. Alguna vez en la vida hay que atreverse a meterse con las cosas feas de uno para crecer.
Para calmar los nervios: ¿pisco sour, sexo, shopping o deporte?
Ninguna de ellas. Suena a charango lila, pero para mí es la meditación. La practico desde hace años. Claro que por mucho tiempo mi vía para calmar el nervio fue la comida. Pero ahora he bajado 34 kilos, y soy otra.
¿Y cómo lo lograste?
Me operé, me hice la manga gástrica. Me preparé dos años para tomar esta decisión; no fue algo funcional así como llegar y decir: "Estoy gorda y me opero". No. Fue un proceso súper profundo, muy al hueso y lo trabajé terapéuticamente. Siento que fue hecho en el momento justo, estaba preparada para hacerlo, así que el proceso ha sido pura luz. Te juro que me siento demasiado bien.
¿Y en qué es distinta la vida con 34 kilos menos?
Es increíble abrazar a la gente sin esta coraza que estaba entre ellos y yo. Volver a ver tus huesos es volver a tu esencia, me ha dado más cercanía con la gente. Me siento cercana a mí, aparte de las cosas obvias, como que duermo mucho mejor y no me duele la columna.
Y es fundamental el trabajo sicológico para que este estado te dure, ¿no?
Claro, porque como los adictos al trago o a la cocaína, la adicción a la comida es de por vida y hay que estar siempre atento. En este momento estoy pasando un muy buen tiempo, pero sé que tengo que estar atenta siempre.
Poniéndonos frívolos, en esa búsqueda pasada por los kilos de menos ¿cuál fue la dieta más extraña que hiciste?
En una época me dio con vestirme de rojo y naranja, porque decían que el rojo y el naranja ayudaban a quemar calorías. Me acuerdo que me levantaba a las cinco de la mañana y me ponía una ampolleta roja en los pies y en la cabeza porque el rojo producía ciertas vibraciones… Bueno, esa creo que ha sido la más loca.
¿Y funcionó?
No.
¿Estado civil?
Soltera.
¿Sin compromiso?
Nunca tan sin compromiso. Yo digo que tengo mi jefe de mantención.
¿Y te mantiene bien y contenta?
Me mantiene joven, me mantiene pícara.
¿Cómo eres como pareja? ¿Te gustaría pololear contigo?
Sí, soy lo más entretenida que hay.
¿Por qué tanto?
Porque soy súper amorosa, divertida, llena de sorpresas. Me gusta mucho "aquello" y soy súper abierta y dispuesta a todos los juegos. Y soy generosa y buena para escuchar. Soy buena oreja.
¿Qué cosa o circunstancia logra anularte la libido por completo?
El mal aliento, el hombre avaro, el apurón –ese que es tres cucharadas y a la papa– y el que sólo se escucha a sí mismo