Mi mamá se murió hace cinco años. Yo vivía sola. Estaba feliz trabajando y ya pololeaba con Tatán, con quien cumplo cuatro años de matrimonio en noviembre. Aunque no había impedimentos de salud por parte de ninguno de los dos, nos costó dos años y medio quedarnos embarazados. Si bien todo fue muy largo y cansador, nos fortaleció mucho como pareja. Luego de un segundo in vitro, me quedé esperando guagua. La Lupe, mi primera hija, nació hace una semana.
En el proceso del tratamiento me di cuenta de que parte de mi miedo tenía que ver con no tener a mi mamá en esta etapa. Me acuerdo que una vez me hicieron una aspiración porque sobre ovulé. Y fui sola. Tatán tenía una reunión y como no dimensionábamos a lo que iba, le dije que no se preocupara. No sabíamos de qué se trataba, y terminó siendo una situación súper invasiva. Después de esa intervención, me vi sentada sola en una silla de ruedas esperando que se me pasara la anestesia para poder manejar de vuelta a mi casa. Fue terrible. Cuando llegué, me metí a la cama y lloré un día entero. No sé si le hubiese pedido a mi mamá que me acompañara o si la hubiese llamado por teléfono para contarle lo que me estaba pasando, pero en ese minuto sentí una profunda necesidad de tenerla conmigo y que me diera la mano. Todo hubiese sido muy diferente con ella esperándome afuera. De ahí en adelante con Tatán decidimos ir siempre a todo juntos.
La mayor ausencia que siento hoy es en relación a ese alguien incondicional. Me ha hecho falta tener a mi mamá, a quien podría llamar a cualquier hora. Echo de menos poder partir a su casa calentita, donde siempre había pan con palta. Hace unas semanas salimos de una ecografía que era importante porque la guagua no estaba creciendo bien. Por suerte tuvimos buenas noticias, pero cuando salí del doctor sentí que no tenía a quién contarle, con quién celebrar esta alegría. Me hace esa persona que me hubiese entendido porque me hubiese hecho un seguimiento genuino de amor durante las 40 semanas. Es triste no tener a tu máxima cheerleader de la maternidad contigo. Porque ese es un rol que no tiene reemplazo. Creo que en otras situaciones otras personas pueden cumplirlo, pero en esto nada se le acerca ni un décimo a lo que yo me imagino que hubiese sido mi mamá, incluso haciendo el ejercicio de no idealizarla. A ella no habría tenido que darle explicaciones, ni darle las gracias.
Tengo muchas amigas que son mamás, pero a ninguna a la que le haya costado embarazarse. Eso en un momento me hizo sentir que no tenía con quién hablar de ciertas cosas. Me vi enfrentada a una soledad infinita y le tomé el peso a que esto era muy de a dos. Eso nos ayudó como pareja a estar realmente unidos y a fortalecer nuestro matrimonio de una forma increíble. Mis amigas son lo máximo, pero estoy súper consciente de que tienen otras cosas que hacer también y eso hace que me frene mucho. Mis hermanos no están casados, entonces es todo súper lejano para ellos.
Hay muchas cosas que mi mamá quizá me hubiese comprado por chochera. Pienso que me habría ayudado a armar la pieza, que me hubiese dicho qué tengo que tener. En ese sentido me sirvió mucho no saber qué era la guagua, para no poner expectativas sobre nada. He bajado todo tipo de ansiedades y la meditación me ha ayudado mucho para conectarme con las emociones reales y sanarlas desde el origen. No quiero parcharlas porque creo que ahí parten las depresiones o las malas relaciones. Medito mucho sola y una vez a la semana voy a una meditación guiada. Me he conectado ene con mi mamá y lloro harto. Me doy cuenta de que está bien llorar, que eso no me va a hacer ser menos fuerte ni menos mujer. No me gusta la victimización del embarazo, pero mientras estuve esperando guagua lloré genuinamente y logré entender lo que me estaba pasando.
Lo que más me asusta es pensar qué voy a hacer cuando me vea en mi casa sola con mi guagua. Qué voy a hacer si lleva horas llorando y no la logro calmar, porque veo que mis amigas en esas situaciones se refugian mucho en sus mamás. Algunas pueden ser unas mamás más locas y otras unas mamás increíbles, pero la mamá es la mamá. Uno empieza a auto convencerse, a tratar de aterrizar los sentimientos. Me pasó algo similar cuando me casé. No me quería casar por la Iglesia, no quería que nadie me mirara, dejé el vestido para último minuto y claro, ahora me doy cuenta de que, en parte, fue porque la mamá es la que te motiva a hacer esas cosas. Respecto a mi embarazo, lo aterricé y traté siempre de convencerme de que quizá no hubiese ido a las ecografías con ella. Aunque quizá sí. Tal vez la relación hubiese pasado de ser de madre e hija a mamá hija pero hija mamá, como pares. De alguna forma se hubiese igualado. Por mucho que haya sido otra generación, lo que me hubiera dicho ella lo hubiese tomado como una verdad, como lo que tenía que hacer.
Enfrentarme a este cambio ha sido heavy porque veo que es un cambio en todos los sentidos. Es un status que no va a cambiar nunca. Es todo nuevo, todo sola. He estado muy acompañada de mi marido, que es lo mejor del planeta, pero me empiezo a hacer preguntas acerca de las típicas cosas que te decían cuando chica, como "cuando seas mamá lo vas a entender". Hoy acepto que todo eso no voy a poder vivirlo con mi mamá siendo mamá. No voy a poder preguntarle anécdotas divertidas mías de chica, preguntarle si yo era parecida a la Lupe. Mi pena pasa mucho por las conversaciones que no voy a tener, los consejos que no me va a poder dar.
Aunque mi realidad es triste, siempre trato de sacarle lo bueno. Los tratamientos de fertilidad son lo peor, no se los doy a nadie, pero soy una agradecida de que me haya costado los años que me costó porque es mi guagua, esperada, querida, que me hizo tener una súper buena disposición y no quejarme durante el embarazo por todo lo que la busqué. Me hizo también crecer mucho como mujer, y me hace enfrentar la maternidad desde otro lugar.
Ahora que ha pasado el tiempo, creo que me costó embarazarme, entre otras cosas, por no haber sanado estos temas antes. Muchos miedos de la maternidad, de entender qué tan fuerte puede ser, qué tan malo puede ser, qué tan ingrato puede ser. Porque me imagino que es increíble, pero obvio que tiene cosas malas y puedes vivir situaciones difíciles. Llevo recién siete días de mamá y aunque no sé si estoy cien por ciento preparada, sí me siento mucho más lista que antes. Porque el miedo me ha hecho prepararme. Creo honestamente que va a ser increíble, pero también estoy consciente de que en ningún caso será fácil. Estoy entregada a que sea lo que tenga que ser.
María Paz González es ingeniera comercial y mamá de Lupe.