"Trabajé 26 años en una oficina de diseño en el retail y mi pega siempre fue decorar espacios. Mi sello era una mezcla bastante grande con las manualidades entonces me relacionaba todo el tiempo con alambres, lanas y telas, pero el alambre era mi favorito. Hace tres años, entre medio de toda esta vorágine de trabajo, me fui a vivir a Nueva Zelanda con mi familia por ocho meses y por primera vez desde que egresé de la universidad paré de trabajar. Después de veintitantos años metida en el retail fue como terminar un ciclo y partir el otro. Ese viaje me desconectó poco a poco de la vida que llevaba aquí en Santiago y me permitió un proceso que me sirvió para masticar la idea de no volver más a ese ritmo de trabajo. Retomé las manualidades y me enfoqué en el alambrado.
Cuando volví a Chile, me di cuenta de que no estaba dispuesta a volver al retail a tiempo completo y decidí dedicarme a trabajar con alambre y enseñar. Porque, ¿sabes lo que pasa con el alambre? Es una materia prima no muy apetecida y la gente la mira en menos porque la asocia a la construcción. Pero su gracia es que es etéreo, liviano y cuando lo cuelgas o aplicas en un muro pareciera que fuese un boceto porque es lineal. Además, da una sombra muy bonita y puedes jugar con las luces. Es alucinante. A mí me encanta. Entonces empecé a trabajar con esas ideas y me di cuenta que lo podía intervenir. Con el alambre puedes hacer desde un marco de fotos, una lámpara y hasta un mural gigante, puedes tejer en él, ocupar distintos tipos de alicate y gramajes. 
He sido absolutamente autodidacta. Mi papá es maestro, entonces siempre crecí rodeada de alambres, alicate, tornillos, taladros y martillos. Mi marido no cambia ni una ampolleta en la casa, yo soy la que pinto, la que hago todo. Me sale como natural. Y es un mundo maravilloso, porque puedes hacer lo que se te ocurra. Es infinito. Esto me abstrae y no necesito a nadie más. Tengo mi mundito aquí, es como mi nidito y me encanta hacer clases. Me he dado cuenta que se genera un espacio de mujeres – porque hasta el momento no me ha llegado ningun hombre – que explota lo mejor de cada alumna. Este taller no tiene un patrón a seguir, yo les enseñó lo básico y cada una va navegando a su propio ritmo. Es un espacio de creatividad común y mis alumnas me dicen que venir acá, para ellas es como terapéutico. Al principio tenía temor, porque siempre estuve rodeada de mucha gente al momento de trabajar y llegué a este espacio a estar completamente sola pero, a la vez, me di cuenta que si este proyecto no resultaba de la forma que quería, podía retroceder y comenzar todo de nuevo".

María Teresa Antiquera (48) es diseñadora e imparte clases de artesanía con alambre en su taller Oficio Oculto.