La primera vez que la psicóloga argentina Marina Mammoliti (31) se sentó frente al micrófono, fue en plena pandemia. La pauta la marcaba la nueva normalidad: la telerrealidad. Y así como los niños juegan con cojines y sábanas para armar castillos, la especialista agarró almohadas y una colcha para aislar el sonido, construyendo así una especie de fortaleza en la que se refugió para grabar Emociones al descubierto: qué función cumplen en nuestra vida. Este fue el primer capítulo de Psicología al desnudo, un podcast de salud mental que se ha convertido en un fenómeno de internet.
Sin ir más lejos en Chile, éste es el único producto extranjero e independiente que se ha posicionado en los primeros cinco lugares de lo más escuchado según Spotify en este 2023. A nivel global, terminó siendo el podcast de salud mental número uno de Hispanoamérica. ¿Cuál es la clave del éxito? Quizás la respuesta está en los mismos cojines que utiliza Mammoliti cuando arma su improvisado y casero estudio: es un formato íntimo, cercano y lo más parecido a una consulta, emulando ese lugar seguro que los oyentes buscan.
En medio de los capítulos no hay menciones comerciales ni efectos de sonido recargados. Son 25 minutos en los que Marina, con una capacidad única como narradora, explora temas como los celos, la positividad tóxica, la soledad o introduce conceptos como el love bombing (una forma de manipulación afectiva), entre otros. Estos temas son tanto fruto de su experiencia en la consulta como de las historias compartidas por sus seguidores, quienes ya congregan casi 400 mil personas en Instagram.
“Recién en el capítulo 60 nos dimos cuenta de que el podcast era un éxito en Colombia, Perú, Chile y otras partes de la región”, cuenta desde Argentina la especialista y comunicadora. “Es un producto completamente independiente, sencillo, no tenemos un estudio, ni una productora u oficina de ventas, pero por ahora nos gusta esto. Es una resistencia”, dice.
Según lo que percibes a través de tus interacciones y el feedback de la audiencia, ¿cuáles son las emociones o padecimientos más comunes que enfrentan las personas en la actualidad?
“La ansiedad, la depresión y los vínculos afectivos son las principales razones que mueven a los oyentes a buscar respuestas. Muchos llegan identificando crisis de pánico, por ejemplo, mientras que en cuestiones de pareja exploran temas como cómo establecer conexiones afectivas, cómo manejar el fenómeno de ser ignorado (ghosting), cómo manejar los celos o cuándo considerar abrir la pareja. La pandemia nos llevó a mirar hacia adentro, literalmente, siendo inevitable enfrentar aspectos incómodos o insatisfactorios de nuestras vidas. Abordar cuestiones emocionales o dolorosas es complejo y este paréntesis nos dio ese espacio.
Uno de los capítulos más populares se centra en las emociones, y destaca el desconocimiento general sobre el tema. Descubrir que incluso una emoción desagradable puede tener un propósito y ser utilizada como una herramienta puede ser transformador; es como si se hiciera clic y se abriera una oportunidad de cambio”.
Se estima que 264 millones de adultos en todo el mundo padecen ansiedad y se ha posicionado en las nuevas generaciones como un tema. Y las cifras dicen que tras la pandemia se incrementó en un 25% aproximadamente a nivel global. ¿Hay más ansiedad hoy que en otras épocas?
“La ansiedad ha sido una experiencia humana desde la época de las cavernas, por lo que no es algo novedoso. En aquel entonces, la ansiedad proporcionaba la adrenalina necesaria para superar obstáculos y seguir con vida. Sin embargo, en la actualidad nos enfrentamos a una abrumadora cantidad de estímulos. Esto implica que, aunque nuestros antepasados en las cavernas también podían experimentar ansiedad, los desencadenantes eran considerablemente menores; no estaban constantemente expuestos a factores generadores de ansiedad. Esto hace inevitable que todos nosotros nos sintamos hiper ansiosos. Nuevamente, no se trata de un fenómeno nuevo; lo novedoso es la cantidad de desencadenantes que nos afectan constantemente. Aquí es donde, tal vez, reside la razón detrás de lo que ahora se denomina la ‘pandemia de ansiedad’ o la ‘era de la ansiedad’. Estamos constantemente inmersos en vínculos líquidos y estimulaciones abrumadoras, y las conversaciones sobre estos temas que nos rodean parecen estar relacionadas con esa saturación constante”.
El hashtag ansiedad en TikTok arroja 37,9 billones de resultados. La gente está buscando información sobre el tema y es fácil encontrarse con tests que te dicen qué trastorno de la salud mental padeces.
“En la clínica enfrentamos constantemente el desafío de los motivos de consulta que ya vienen construidos con diagnósticos preexistentes. Estos suelen ser adoptados desde fuentes como las redes sociales, lo que complica la tarea de abordar los síntomas de manera más personalizada en terapia. ‘Yo tengo esto… lo vi en TikTok’, dicen. Desarmar este discurso arraigado en la identidad del paciente se vuelve un desafío en terapia. Aunque existe una proliferación de información sobre diagnósticos, no siempre proviene del ámbito académico ni con la debida responsabilidad.
Por otro lado, surge la idea de empoderamiento, una transformación en el papel del paciente. Antes, era el médico o psicólogo quien diagnosticaba y dirigía el tratamiento, y el paciente tenía poco poder de decisión. Hoy, la comunidad y la sociedad en general están cuestionando y participando activamente en sus procesos de diagnóstico y tratamiento. Y aunque es positivo que las personas busquen información validada y participen activamente en su cuidado, no debemos caer en el extremo opuesto, donde el autodiagnóstico previo a la consulta profesional prevalezca. Es fundamental permitir que el profesional valide y guíe el proceso de diagnóstico de manera adecuada”.
“Las etiquetas que antes se asociaban con lo problemático, hoy puede que no. Parece estar muy de moda mostrarse vulnerable”.
Siento que pasa lo mismo con el amor propio: en internet venden poleras, tazas o libros que juega con este concepto en el título, ¿crees que se trivializa?
“Las generaciones anteriores padecían bastante la falta de noción de amor propio. Todo era sacrificio, todo era dar por el otro. Este era prácticamente nulo, y el amor estaba destinado a los demás, sin considerarse merecedor de mucho. De repente, esta generación lo descubre y lo instala en primer plano. Sin embargo, quizás se lleva todo al extremo. Es hermoso que haya sucedido, pero se desplaza hacia el otro lado del péndulo, donde es fácil confundir el amor propio y el egoísmo.
Quizás, a medida que vayamos digiriendo y entendiendo la noción de amor propio, el péndulo necesariamente se moverá hacia el centro. Veníamos de la ausencia total y de repente nos encontramos en el extremo opuesto, donde todo gira en torno a lo que me beneficia, a lo que me gusta”.
Internet también posibilita el acceso a conceptos identitarios. ¿Cuál es tu perspectiva u observación respecto a este fenómeno y cómo impacta en la construcción de identidades contemporáneas?
“Las etiquetas que antes se asociaban con lo problemático, hoy puede que no. Parece estar muy de moda mostrarse vulnerable. Jung hablaba constantemente sobre el exceso y la carencia, y en este caso, el exceso sería la vulnerabilidad. Definirse desde la perspectiva de ser visto como vulnerable y hacer de esto parte de mi identidad, es una manera de ponerlo en valor, me defino desde ahí, tomo la bandera y digo: “Yo soy asexual”, “yo soy vegetariano”, y mi grito proviene de ese lugar.
Está bien abogar por la vulnerabilidad siempre y cuando no se convierta en algo completamente cristalizado o inmóvil. Una vez más, esto está relacionado con evitar el exceso. Antes, existía una carencia, ya que no podía identificarme con las etiquetas actuales debido al estigma asociado. Ninguno de los extremos es saludable. No deberíamos poner en duda el poder de las comunidades, siempre y cuando ese poder nos libere en lugar de atraparnos”.
¿Cómo se entiende el fenómeno de la polarización política desde la psicología?
“Considero este fenómeno desde la perspectiva de la socialización. Desde la prehistoria hemos tenido minorías que, al convertirse en mayoría, discriminan a otras minorías, repitiendo un patrón que ha existido desde siempre. Aunque ahora lo vivimos y personalizamos de manera diferente, por ejemplo, al apoyar un partido político y oponernos a otro, en esencia, sigue siendo un fenómeno antiguo de masas.
De hecho, existe el concepto de tribalismo, donde las tribus minoritarias que luchaban por acceder al poder, al alcanzarlo, ejercían la misma presión sobre las minorías que alguna vez las discriminaron. Este fenómeno ha existido siempre. No es algo nuevo en absoluto, pero el primer paso no es necesariamente comprender esto, es más bien aceptar que los instintos humanos, en general, tienden a favorecer a la propia tribu y a discriminar o menospreciar a otras, lo que nos coloca en una posición superior. Hay una dinámica profundamente arraigada en lo humano, y salir de esa lógica es un desafío considerable. No todos pueden lograrlo porque no todos lo perciben de la misma manera, es decir, generar conciencia al respecto no es algo que todos puedan hacer fácilmente”.
Al entrar en redes sociales existe una sensación generalizada de rabia y malestar, ¿cómo impacta esto en la salud mental de las personas?
“A veces hay una distorsión entre lo que pasa en el mundo real y lo que recibimos en las redes sociales. Si estamos constantemente inmersos en TikTok o Twitter, la sensación sobre nuestro contexto puede volverse bastante negativa, generando inseguridad y ansiedad. Una buena recomendación sería redirigir nuestra energía hacia nosotros mismos. Tenemos que dejar de exponernos constantemente a la sobreestimulación, alejarnos de esa constante narrativa negativa y buscar un refugio fuera de ese entorno. Un lugar seguro puede ser tanto un vínculo que nos brinde calma como nosotros mismos. Aunque suene trillado, sacar el enfoque de lo externo y dirigirlo hacia nuestro interior es crucial. Preguntarnos: ¿Qué quiero hacer? ¿Qué me gusta? ¿Cómo puedo contribuir al mundo con eso? ¿Qué tipo de vínculos deseo realmente con los demás? Y, lo más importante, ¿qué quiero para mí? Comenzar a generar nuestras propias experiencias y espacios de vida. Si no lo hacemos, el contexto nos absorberá, considerando los muchos problemas a nivel macroeconómico que enfrentamos”.
Si Latinoamérica fuera un paciente, ¿cuáles crees que serían tus observaciones?
“Imagino que sería una persona bastante insegura, llena de miedo y desesperanza, con una gran afectación. La situación macroeconómica impide que se dedique a lo que realmente ama, llevándolo a hacer cualquier cosa, lo cual genera una frustración, quizás incluso ira, como una explosión emocional debido a la desestabilización provocada por el contexto. Es muy fácil sentirse abrumado viviendo así. Tener enojo”.
Governing Health Futures destacó en 2021 que a las nuevas generaciones les costaba muchísimo imaginar el futuro ante la incertidumbre. ¿Qué impacto tiene esto en el desarrollo de la sociedad?
“La imaginación es esencial para seguir avanzando y dar impulso hacia nuestros objetivos. Piensa en la depresión, que es la pérdida del deseo y la total desesperanza. Si tengo la idea de que el futuro es la nada, es probable que no tenga mucho deseo de seguir caminando hacia ese destino. La posibilidad de imaginar algo mejor es lo que nos puede proporcionar la energía y el entusiasmo para avanzar hacia ese final, siempre y cuando sea algo marcado. Si me veo como una vaca con un destino marcado hacia el matadero, es probable que no encuentre la motivación para proponer cambios para mis compañeras vacas. Imaginar, proyectar un futuro mejor que el presente es esencial para vivir una vida plena. No quedar completamente atrapado en el papel de víctima, es vital. Si algo tiene sentido, entonces podemos soportar cualquier cosa; si no lo tiene, se vuelve difícil.
El concepto de fin del mundo ha estado presente en la historia de la humanidad en momentos como la peste negra o situaciones similares. La humanidad ha superado muchos momentos en los que parecía ser el final. Pero definitivamente, la capacidad de imaginar y proyectar un futuro significativo es esencial para la resistencia y la superación de desafíos, pero es una cosa cíclica. No somos los primeros, pero cada vez que el ser humano se ve en un pozo, sale sumamente fortalecido de esa crisis por su resiliencia. A mí, en lo particular, no me asusta. Siento que si allá adelante no hay nada, o si hoy no lo hay, ahí no nos queda más que reinventarnos. O sea, que lo vamos a hacer. De las crisis salimos. No es la primera ni la última”.