Paula 1200. Sábado 21 de mayo de 2016.

"La mujer está todo el tiempo pidiendo permiso", asegura Martín Churba (45) sentado en la mesa de un café del barrio de Palermo, en Buenos Aires. Como una especie de antropólogo del universo femenino, el diseñador va desovillando la trama de la mujer de hoy y sus contradicciones. "Pueden jugar a ser desprolijas, pero dentro de la corriente del trash chic. Siempre tienen que estar contenidas bajo un deber ser", añade. Será por eso que desde sus inicios él ha jugado a lo opuesto: diseñar para inyectar libertad al guardarropa. Churba fue desde sus inicios un provocador, un agitador desde la vereda de la moda.

La primera colección de su marca Tramando, allá por 2003, luego de terminar su sociedad con Jessica Trosman (Trosman-Churba), incluyó la intervención de la artista plástica Nicola Costantino en una saga prêt-à-porter con prendas que tenían estampados glúteos femeninos y pezones. Además de todo tipo de comentarios, eso significó que la prensa especializada argentina comenzara a definirlo como "un artista textil", asunto que él solo ha reforzado con los años. Porque el sello de Churba son justamente las telas que elabora como si se tratase de un científico loco. Con ellas ha construido una identidad única, apreciada en diversos momentos de su carrera por diseñadores de la talla de Moschino, Romeo Gigli y Roberto Cavalli, que vieron en él una interpretación propia y le compraron técnicas de experimentación para aplicar en sus respectivas colecciones. Entre ellas, fotografías cortadas en tiras de papel que entrelazadas formaban un tejido parecido al mimbre.

Cuando era niño, su juguete predilecto eran las telas que daban vuelta por su casa. Desde su abuelo en adelante, toda la parentela Churba ha pertenecido al mundo de la arquitectura, el diseño de interiores, la decoración y la venta de textiles para mobiliario. Hoy, luego de dos décadas de trayectoria, Tramando se convirtió en una factoría de diseño que contempla, por ahora, cinco líneas de negocio: Prêt-à-porter, Diseño de textiles y estampas, Art Couture, Tramando Gems (accesorios) y Tramando Casa (deco). Próximamente, adelanta, será el turno de una línea de jeans y la máquina no se detiene.

"Vestirse debería ser un acto de libertad, que es justo lo que no es. Lo que le regalaría a una mujer es el deseo de libertad. Porque cuando uno explora lo que le gusta es cuando puede generar su estilo personal".

¿Te consideras un artista, un empresario o un diseñador?

No soy un buen empresario. No tengo esa formación ni esa sensibilidad. Me considero un emprendedor. Motorizo, empujo, tengo sed de hacer y seguir adelante. Tramando es una marca con muchas articulaciones: emprender, innovar en materiales, crear mundos, crear un discurso propio, desde lo autoral. Y a todo eso se le suma lo que significa ser una marca comercial.

¿Discurso propio significa abandonar la tendencia?

Lo autoral es esa independencia que te da la posibilidad de decir: "con mi colección voy a hablar de esto", aunque el mercado esté hablando de otra cosa. Seguramente, si eres un autor conectado con tu contexto, en algún punto te vas a encontrar en la tendencia.

¿Miras lo que hacen otros?

Me nutro de los aciertos y desaciertos de historias ajenas. Pero la primera historia es la de uno. Yo recomiendo a los diseñadores no mirar demasiado. La falta de información es lo que te permite generar tu propio lenguaje.

Para una mujer, vestirse puede ser una experiencia incómoda. En ciertos ámbitos se exige ser delgada, original, llevar prendas de buena calidad, etc. ¿Cómo la ayudas en tu rol de diseñador?

Vestirse debería ser un acto de libertad, que es justo lo que no es. La mujer tiene muchos condicionamientos, se siente juzgada por otras mujeres y por los hombres. Lo que le regalaría a una mujer es el deseo de libertad. Porque cuando uno explora lo que le gusta es cuando puede generar su estilo personal. La falta de libertad hace que acaten un modelito que las deja a todas muy parecidas: lacias, con keratina y con el condimento folk-étnico.

Parte de la colección otoño-invierno 2016, 360°, que traerá a Ropero Paula.

¿Por qué esa fórmula funciona hasta el cansancio?

Porque es el componente clave del universo femenino romántico. La mujer encuentra la transa con lo femenino, con la iconografía del encaje y las flores. Y la innovación estética se la bancan cuando tiene alguna raíz, y ahí viene lo étnico. Si es algo robótico ya no lo quieren.

¿Cómo te apropias tú del universo femenino?

Me encantan las flores y el encaje, pero reformulados. Esa tendencia o cualquier otra la puedes usar para que tus colecciones tengan aquellos elementos que las mujeres informadas quieren encontrar. Son referencias a la actualidad que te llevan a lo que está pasando en el mundo.

¿Un ejemplo?

Toma el camuflado, que es una estampa que a mí me gusta particularmente. Es una referencia a la guerra y es muy interesante como temática dentro de la tendencia que consiguió traccionar Balmain: "guerrera, pero sofisticada".

El ADN de Churba se construye también a partir del protagonismo que le da a su origen argentino y latinoamericano, llevado a un lugar donde el lujo está en la nobleza de los materiales y en los procesos textiles que involucran un peso fuerte del talento de quienes intervienen en sus creaciones. Así se entiende Red Puma, la alianza que realizó en 2010 con las tejedoras de fibra de llama de Ticara (pueblo del norte argentino) y Swarovski. Con ellos desarrolló una colección de piezas tejidas con pedrería que luego vendió en París.

¿Cómo logras llamar la atención de los mercados internacionales?

Apuesto a mirar el textil como quien mira una piel y luego trabajo para que Tramando sea una piel diferente. Es complejo, porque hay un paradigma que rigió la moda durante los últimos 15 años: el de la "no creatividad". La mujer prefirió elegir un look más clásico y uniforme. Durante mucho tiempo estuvo mal visto sobresalir. Se abusó del bajo perfil. En los 80, y gran parte de los 90, la moda fue sinónimo de "¡ay qué loca, se puso un sombrero!". Pero eso se terminó y la moda pasó a ser otra cosa, un murmullo: "qué elegante", en voz baja, "qué discreta, qué bien que cae".

Martín Churba invitó a la artista chilena Catalina Swinburn a ser embajadora de su marca, Tramando. En la foto, Catalina con una pieza de su amigo, fotografiada para el Especial Moda Otoño-Invierno 2016 de revista Paula.

Y hoy, ¿cuál es el murmullo?

Tiene varios condimentos. El más preponderante es el que demuestra que la moda dejó de ser creativa y eso está plasmado en el fast fashion. Los lugares donde tienes el tapado gris, la camisa blanca, el pantalón negro. La experiencia de vestirse se terminó pareciendo a la visita al supermercado. Hay mucha gente que antes no consumía moda que ahora sí lo hace. Y es imparable, porque la gente no va a dejar de consumir barato. En todo caso hay que pensar cómo hacer para que no sea lo único.

¿Ganó el "menos es más"?

Sí. De todos modos, eso no es monopolio del fast fashion. Uno puede idear un producto con dos conceptos para toda una línea y hacer algo sintético y chic. Y quizás hoy eso funciona mejor que una propuesta recargada de información. Es un momento en el que lo light importa. Hoy la gente puede cargar poco.

"La moda dejó de ser creativa y eso está plasmado en el fast fashion. Los lugares donde tienes el tapado gris, la camisa blanca, el pantalón negro. La experiencia de vestirse se terminó pareciendo a la visita al supermercado".

¿Ese es un aprendizaje difícil para Latinoamérica?

Sí, porque la manera que encontramos para aparecer en el escenario mundial fue a través de nuestras excentricidades. Y actualmente la manera de aparecer es desde el mudismo. Es muy difícil cuando tienes que hacerte ver desde el silencio.

¿Cuál, entonces, sería el camino a adoptar?

La moda debería redefinir su menú y poner en juego una serie de elementos nobles y únicos como ciertos tipos de algodón que hay en Latinoamérica, ciertas fibras como la fibra de llama, la alpaca, el mohair del sur. La idea de que es imprescindible el material noble de origen.

Churba estudió Bellas Artes, Actuación y hace cinco años aprende Canto y Guitarra. Con todos esos intereses, para él los desfiles son shows performáticos. De hecho, sobre la pasarela es reconocido por haber montado verdaderas obras de teatro e incorporar bailarines y músicos en vivo. Su línea Art Couture, lanzada en 2010, vino acompañada de un desfile donde las modelos transitaban por la casa de Victoria Ocampo en situaciones cotidianas, emulando a la famosa escritora. El debut de su más reciente propuesta, que tendrá en Ropero Paula y que se titula 360°, fue en una galería de arte donde las modelos paseaban por los pasillos.

¿Cómo explicas tu interés por fusionar moda y arte?

Es una expansión natural. Ya sea porque haya estampas artísticas o una sensación de pieza única, es una oportunidad que cuando aparece es rica, porque te abre la cabeza y la sensibilidad. No es esnob, al menos desde cómo yo lo transito. Para 360° el desfile fue un paseo de mujeres mirando obras de arte, en lugar de la caminata agresiva de una pasarela. Hubo un encuentro con el arte desde otro lugar.

¿Qué lugar tiene el arte en tu nueva colección otoño-invierno?

Lo más palpable en el desfile fue una línea muy artística de fieltro y seda para la noche. Kimonos hechos a mano que cerraron con una performance en donde yo entré y desvestí a las modelos. Luego colgué esos kimonos y los dejé en la galería como una obra más de las que había expuestas.

De la colección Infinito.

¿Cuál fue el punto de partida de 360°?

Tuve en cuenta esta locura del fast fashion y me alquilé un andamio, me paré en el centro y busqué la panorámica de mi clienta y todo lo que ella necesita. Construí paredes imaginarias y a cada pared le puse un perchero. Uno de día, otro de fin de semana, otro de día laboral, otro de noche informal y otro de fiesta. Ahí estaban todas las líneas en una. Este dispositivo nos dejó ver las relaciones de continuidad para lograr una unidad de colección, pero también nos dio las relaciones de oposición y los encuentros. La clienta está en el medio y hacia donde mira encuentra un Tramando para su ocasión con un criterio unificador.

En 360° Churba reúne una silueta rectilínea y geométrica, holgada, pero que enmarca la cintura y que propone estampados digitales, juegos de transparencia, superposiciones textiles, temática oriental en prints, con una paleta azul, violeta, roja y con cobres metalizados. "Hay una serie en la parte Día laboral que se llama "síntesis" desarrollada con estampas digitales de flores, no tienen costuras y es muy sintética en su construcción. La complejidad la da la estampa que hace una simulación de recortes y costuras. Esa línea está inspirada en el deporte, pero las estampas la transforman en una línea de prêt-à-porter", repasa mientras prepara sus nuevos kimonos, maxi palazos y chalecos sastreros para tomarse el avión hacia los exóticos destinos donde tiene tienda propia. Japón y Dubái, son dos horizontes donde Churba también tiene seguidoras.

¿Qué diferencias hay entre clientas occidentales y orientales?

En Japón no hay fiestas de gala. No adoptan otra personalidad por la noche, no existe la ceremonia de volver de trabajar y vestirse "de noche". No tienen red carpet, ni el glamour occidental allá. Ellas se visten estrafalarias todo el día. Se ponen el kimono el domingo al mediodía. Y en Dubái funciona solo el lujo, solo mi línea Art Couture. Las mujeres están totalmente oprimidas pero se ponen todo debajo de la túnica. Luego en la intimidad, lo lucen entre mujeres. El lujo es para ellas y sus amigas.

¿Qué es lo que más valora tu clienta?

La originalidad, la diferencia. Vas por el shopping viendo las vidrieras y cuando llegas a Tramando no se parece a ninguna.