“Cuando una tiene el deseo de quedar embarazada y resulta, lo primero que te dicen es que debes esperar hasta la semana 12 antes de hacerlo público. La gran mayoría de las pérdidas se producen en estas semanas iniciales, y entonces, para evitar que se creen expectativas, te dicen que es mejor esperar hasta estar realmente segura de que estás y seguirás embarazada.
En mi embarazo yo igual lo conté, al menos a algunas personas de mi entorno directo. Quería poder dar una explicación de por qué mi vida estaba patas arriba: por qué me tenía que acostar a las 20:00 hrs., incluso cuando había dormido una siesta de una hora, y bajar el ritmo en mi trabajo; por qué el café de repente me daba asco; por qué ya no podía vestir algunas prendas que me apretaban demasiado las pechugas; o por qué comía combinaciones raras en cualquier momento del día.
Sin embargo, en la semana 7 me indicaron que mi embarazo no se estaba desarrollando bien. Había que esperar para ver qué pasaba. En la semana 10 se confirmó que el embrión había muerto. Mi cuerpo no lo expulsó al momento de la muerte, fue un aborto retenido. Opté por esperar un aborto natural en lugar de someterme a un raspaje de útero, y este proceso se produjo tres semanas después del diagnóstico. En este momento mi equilibrio hormonal ya se había restablecido; dormía bien, estaba menos cansada y había vuelto a comer casi normal. Lo más importante, ya me había despedido de lo que iba a ser mi hija o hijo.
En mi caso, no estaba ni más ni menos triste contándoles sobre la pérdida a las personas que sabían de mi embarazo. Sí percibí algo de tristeza en ellos y ellas, o quizás más que tristeza, incomodidad; varios incluso no sabían qué decir. Y es que este es un tema tan poco socializado que se ha transformado en un tabú, una conversación incómoda que nadie quiere tener a pesar de que es una realidad que afecta a muchas mujeres y sus parejas. Los datos muestran que un tercio de los embarazos registrados a nivel global terminan en un aborto, espontáneo o retenido.
Para mí tener el espacio de hablar de mi pérdida fue una oportunidad de decir adiós. Porque el embrión no solo existió en mi cuerpo, también –aunque por poco tiempo– en la consciencia de otras personas. El hecho de haber contado mi embarazo y no dejarlo como un secreto durante las primeras 12 semanas, me permitió validar mi dolor, físico y emocional, y cerrar bien el ciclo del duelo, dejarlo ir. Por supuesto, en todo eso fue crucial la empatía que encontré en las personas que me rodeaban.
Decir que es mejor no contar un embarazo hasta después de las 12 semanas, es negar su existencia y de paso, las sensaciones y emociones que vivimos las mujeres en ese periodo. Es una creencia que viene de estructuras machistas, en las que el embarazo, como parte de la crianza, es un asunto de la mujer, que queda relegado a la esfera privada. Y con esto no solo se invisibilizan las molestias físicas que experimentan las embarazadas –que precisamente son mayores en las primeras 12 semanas–, pues cuando se trata de un “embarazo no exitoso”, esa pérdida termina siendo únicamente asunto de la mujer que lo vive, cuando en realidad es imposible que no afecte a su entorno completo.
No hablar de los embarazos que no llegan a término es negar lo que vivimos tantas mujeres. Y de paso hacerles el camino más difícil, porque en ocasiones hablar resulta sanador. Y no digo que para todas. Seguramente hay personas que prefieren no hacer público un embarazo inicial porque en caso de que no resultara, sufrirían por tener que hablar de la pérdida. No hablo aquí por ellas, hablo desde mi experiencia donde el silencio en las primeras 12 semanas no hubiera sido liberador, sino perjudicial.
Si pudiéramos tratar con más normalidad a los embarazos iniciales y a los embarazos “no exitosos”, le daríamos a esas mujeres la oportunidad de vivir su duelo de una forma diferente; estas pérdidas causarían menos sufrimiento para muchas mujeres y sus familias. La regla de las 12 semanas solo condena a la esfera privada un tema que debería ser parte de la conversación social. Erradiquemos esta norma y demos a las mujeres la oportunidad de abordar este tema con la apertura que merece.