Quién podría pensar lo contrario. Suena lógico, pero esta afirmación podría suponer que las mujeres que quieren que sus hijas sean mejores madres que ellas, en el fondo piensan que no son tan buenas en su rol. Para confirmarlo, hice el ejercicio de preguntar en el chat de amigas si ese era su deseo para sus hijas. "Obvio que sí" fue la respuesta que más se repitió.
Pero, ¿qué es ser una buena madre? Hace unos días leí un artículo de El País que me hizo reflexionar sobre qué significaba esta etiqueta. Incluso si le sacamos el "buena", los primeros adjetivos que vienen a la cabeza al hablar de madre –decía el autor– son: amor incondicional, dedicación, cobijo, estar siempre ahí, lealtad y otros varios que se relacionan principalmente con la entrega.
Así es como esta sociedad ha determinado que deben ser las madres: mujeres capaces de renunciar a todo por sus hijos. Un constructo que tiene su origen en aquellos tiempos en que las mujeres eran educadas para no tener más ambiciones que ser esposas, madres y dueñas de casa. Pero los tiempos han cambiado, y aunque desde el punto de vista del empoderamiento hemos tenido muchos avances, esto también se ha traducido en una gran sobrecarga. Ahora ya no basta con hacerse cargo de la crianza, las mujeres tenemos que además ser buenas profesionales, entre otras miles de exigencias.
Lidiar con esas expectativas no es fácil y nos ha llevado, muchas veces, a tener la sensación de que no podemos cumplir con todo. En esta mezcolanza de emociones, intensas y confusas, hay una que, de viscosa esencia, se adhiere a nosotras, sin permitirnos escapar: la culpa. Y no porque sea la única y más importante, sino porque nos limita y paraliza. Así es la culpa, una mochila que se ha transformado en la compañera de viaje de la maternidad.
¿Queremos que nuestras hijas vivan con esa culpa? ¿Es eso ser una mejor madre? Después de discutirlo en el mismo chat, volví a hacer la pregunta inicial. Esta vez surgieron otros conceptos: "quiero que sea feliz", "que sea madre solo si quiere ser", " que sea libre", dijeron algunas.
Y es el mismo deseo que tengo para mi hija. Que nunca se sienta culpable por quitarle tiempo a sus hijos y dárselo a su trabajo, a leer un libro, a tomar una clase de baile o a salir con amigas. Que jamás cambie un anhelo personal por otros, que sueñe hasta vieja y que su maternidad nunca le ponga límites. Estoy segura, que si lo logra, será por lejos una mejor madre que yo. Y sus hijos, mucho más felices de ver a su madre realizada.