El primer miércoles de mayo se conmemora la salud mental materna, por parte de la comunidad médica y psicológica, para crear conciencia sobre la importancia de que las madres busquen ayuda y acompañamiento psicológico o psiquiátrico cuando así lo requieran. Y a más de un año del quiebre de todas las rutinas y estructuras, puede que este día tenga aún más importancia.
Puede sonar lógico, pero al mismo tiempo irónico que este día se “celebre” la misma semana en la que se celebra el Día de la Madre, una efeméride de carácter mucho más comercial, pero en medio de la cual surgen campañas publicitarias, mensajes en redes sociales, y una serie de contenido digno de culebrón, que aunque parecieran querer ensalzar la figura materna, lo que en realidad logran es tapar con merengue una torta que, muchas veces, se está viniendo abajo.
“Hay toda una campaña publicitaria que, si bien en muchos aspectos incentiva visibilizar el rol de las madres, y motiva reconocimientos dentro de la familia, también lleva un mensaje implícito potente, que va más allá de lo que se comunica en cada casa”, dice Soledad Ramírez, psiquiatra especialista en Salud Mental Perinatal, y parte del equipo de profesionales del centro Ser Mujer. “Se trata de un mensaje que se dirige al ideario colectivo, y este mensaje se relaciona con la exigencia de que la madre todo lo puede por amor. Esto es peligroso, porque genera una exigencia y culpa en las mujeres que sienten que no pueden con todo; genera que la pareja no se haga cargo porque ‘total, ella puede, porque es una súper mamá’”, agrega.
Por otro lado, la especialista explica que todo este imaginario también afecta el vínculo entre la madre y sus hijos e hijas, que queda romantizado como si se pudiera observar solo desde lo bueno y lo luminoso, cuando en realidad sí puede estar lleno de matices, de ambivalencia, hastío, cansancio e, incluso, deseos de renunciar. “Con los hijos pasa algo similar a lo que pasa en las relaciones de pareja, donde hemos estado más o menos enamorados, sin que esos cambios emocionales terminen con la relación. Pero es una relación muy profunda, más permanente que la de una pareja, pero que puede ser muy intensa también, no solo en lo amoroso sino que en las emociones más difíciles de llevar”, dice Ramírez.
Y agrega: “Lamentablemente, hay pocos espacios para hablar de esto, y estas emociones que se tienden a tildar de negativas se tienen que hablar y elaborar, así como darles un lugar de expresión donde no sean enjuiciadas. No sólo de amor viven los hijos, y en los momentos de ‘falla’ también hay una tremenda oportunidad de crecimiento”.
Es por todo esto que para la psiquiatra, que a diario conversa con mujeres que atraviesan distintas formas de maternar, y que se han enfrentado no solo a los juicios del resto, sino que a los propios, el Día de la Madre debería estar enfocado en el cuidado colectivo y no en el ensalzamiento del estatus de mamá: “Para esto, necesitamos un entorno que pueda vernos, que pueda cuestionar los roles de género histórica y binariamente impuestos, que se analicen las fuentes de malestar, y no sólo que se diga ‘las madres están estresadas’, sino que se debata acerca de esto. Que miremos desde un enfoque de género, pero también de justicia, que se visibilicen tantas inequidades y vulneraciones que la pandemia ha agudizado”.
Entonces, aunque agradezcamos los desayunos, las tarjetas y las demostraciones de amor y aprecio, este Día de la Madre –y todos los días del año- quisiéramos ser vistas, pero no solo desde la lástima o la preocupación, sino que con ideas, compromisos y acuerdos para que sí sea posible hacer cambios a nivel social. “Ser vistas es ser realmente escuchadas y contempladas en las decisiones colectivas que se hagan”, dice la psiquiatra, y añade: “Podemos hablar mucho del autocuidado, pero incluso la mujer con más experiencia en cuidarse a si misma, la que figura como gurú del autocuidado, no podrá hacerlo si hay un entorno que la descuida, maltrata o silencia. Por más recursos que tengamos, somos seres sociales, insertos en una comunidad, conectados por vínculos que nos marcan desde pequeñas y que siguen prescribiendo conductas, por lo que el rol de la sociedad que nos rodea es vital”.
Y el problema, asegura la especialista, es que el sistema en el que estamos insertas nos mantiene invisibles, pero nos agradece el primer domingo de mayo, con flores y chocolates. “Hemos aprendido a funcionar para los demás, muchas veces desconectadas de nuestros deseos, que es algo muy transgeneracional entre mujeres, y que es una dinámica que las nuevas generaciones, espero, puedan seguir transformando. Necesito verme para poder ver a otros, me cuido antes de cuidar a otros. Y este proceso de vernos, validarnos, descubrirnos, no siempre es fácil; es un camino muy particular para cada mujer, y a veces requiere de un acompañamiento terapéutico, porque los patrones automáticos son muy fuertes y nos van a llevar a querer cumplir siempre”.
Y querer cumplir pese a todo, en el escenario que se presente, sin importar las dificultades, ha llevado a que muchas madres sientan que todo lo que han hecho simplemente no ha sido suficiente. De forma especial en los últimos 14 meses. “Pero es mucho lo que se hace día a día, y es importante decirlo y repetírnoslo, ojalá a diario. Estamos haciendo mucho, aunque sea un trabajo invisible; sostener a los niños, cuidarlos en todas sus necesidades, amortiguar el estrés que para ellos ha implicado esta pandemia, improvisar día a día nuevos equilibrios, lidiar con el temor a contagiarnos o que se enfermen nuestros seres queridos, mantener todas las medidas de cuidado ante el virus, intentar reinsertar a niños y niñas en sus dinámicas escolares, inventar modos en que socialicen o descarguen su energía, seguir trabajando, todo esto muchas veces sin espacios para reponernos o recargan pilas”, dice. “Mientras más nuestra autoestima se haya construido sobre la base de hacer o de cumplir, más difícil se nos pueden hacer esos momentos de la maternidad que nos muestran que no siempre se puede, como en las crisis o cuando tenemos que estar cien por cien disponibles para nuestros hijos, incluso cuando no podemos más”.