De acuerdo a un estudio realizado en Noruega (Vatnar & Bjørkly, 2010), el hecho de ser mamá aumenta el riesgo, duración y severidad de la violencia física, psicológica y sexual en contexto intrafamiliar. Para más de la mitad de las madres del estudio, lo que las llevó a prolongar esa relación abusiva fue justamente el hecho de tener hijos o hijas y velar por su estabilidad.
Esta realidad, de acuerdo a la experiencia de la Fundación Emma, también se da en nuestro país. Las condiciones en las que muchas madres ejercen su maternidad hoy en Chile las expone a mayores riesgos de exclusión socioeconómica, con el consecuente aumento en la indefensión y la prolongación de ésta en caso de ser víctimas de violencia, considerando que cualquier decisión que tomen va a afectar directamente a sus hijos e hijas.
Cuando esta realidad se conjuga con otros factores que propician estos círculos de violencia, como por ejemplo la carencia de redes de apoyo para la mujer (ENVIF, 2020), el riesgo crece y también lo hace su brutal impacto. En los últimos siete años, 387 niños y niñas han perdido a su madre a causa de femicidios (Circuito Intersectorial de Femicidio 2014-2021).
La prevención de la violencia en contra de la mujer necesita que nos cuestionemos qué tan conscientes somos hoy de las similitudes y diferencias en el perfil de sus víctimas, para poder ofrecer en primer lugar medidas preventivas acorde a las necesidades de esas mujeres, y en segundo lugar, cuando no se logró evitar el abuso, líneas de apoyo, contención y reparación que se ajusten realmente a la realidad de cada una.
Ser parte de un tejido social que se retroalimenta, nutre y crece en comunidad es fundamental y también protector. Tendríamos entonces que concentrarnos en mirar detenidamente quiénes son estas mujeres y qué necesitan para evitar caer en una situación de violencia o salir de ella, considerando también a sus hijos cuando los hay, pues no es lo mismo buscar refugio cuando eso implica dejar a los niños y niñas en casa con el agresor o cuando se sabe que eso va a trastocar su vida por completo.
A sólo horas de iniciado el nuevo año, la prensa ya estaba dando cuenta del primer femicidio de 2023: Diana Guaima de 29 años, venezolana y mamá de una niña de 8, asesinada por su pareja en el hogar que compartían en Osorno.
Que sea su recuerdo y la convicción de un “nunca más” lo que nos lleve a focalizar las estrategias para no volver a lamentar el brutal crimen en contra de una hija, hermana, amiga o madre.