MBTI: ¿Por qué algunos jóvenes están tomando decisiones basadas en un test de personalidad?
Hace un tiempo circulan por las redes sociales, a modo meme o no, los personajes del test MBTI (Myers–Briggs Type Indicator), aludiendo a la forma de ser de cada uno, como si se tratara de una carta astral. Esta tipología proviene de un indicador de personalidad creado en 1942 por Katharine Cook Briggs y su hija Isabel Briggs Myers, a partir de las teorías del psiquiatra Carl Jung. El test se sustenta en la idea de que la personalidad se estructura a partir de cuatro dimensiones dicotómicas y que todos nacemos con una tendencia a alguna de esas categorías opuestas: a la extroversión o a la introversión, la intuición o la sensación, el pensamiento o el sentimiento, el juicio o la percepción. En base a esas características se define qué personalidad tienes, entre las 16 que existen: ‘arquitecto’, ‘comandante’, ‘mediador’, ‘activista’, ‘defensor’, ‘animador’, etc., las cuales definen detalladamente diversos aspectos del carácter y la personalidad, algo que según su página web “es tan preciso, que es un poco espeluznante”.
Para Camila (25) todo comenzó con una tarea de la universidad en que la profesora les pidió a sus alumnos que hicieran este cuestionario y que, en base a los resultados, formaran los equipos de trabajo para todo el semestre. La idea era que los grupos se conformaran equilibradamente, de modo que tuvieran un ‘líder’, un ‘mediador’ y un ‘defensor’. La experiencia resultó bien. Meses después decidió volver a buscar su personaje (ENFJ-a, que es “protagonista asertivo”) e investigarlo para entenderlo mejor. “Ahora ya no era una herramienta de trabajo, sino que lo apliqué a mi vida y muchas cosas me hicieron sentido con lo que decía el test. Lo impactante era que las relaciones con mis cercanos, amigos y familiares, las veía explicadas con el resultado que me dio el test y entendí que la forma de relacionarnos no era porque sí. Por eso, y con la intención encontrarle explicación a algunas situaciones por las que habíamos pasado, unas semanas después le pedí a mi pololo que hiciera el test. Cuando vi el resultado me hizo mucho sentido. Somos muy parecidos (él es ENFJ-t, que es “protagonista turbulento”). Pero él, cuando está conmigo, reprime ciertas partes de sí mismo para que no choquemos, lo que me entristeció porque quizás le estaba impidiendo ser quién es él realmente. Lo pensé mucho, lo conversamos y ahora siento que las cosas van mejor, pero agradezco haber hecho el cuestionario porque me abrió los ojos”, asegura.
Entenderse a una misma y entender por qué hacemos lo que hacemos parecieran ser algo fundamental en la experiencia humana. Para Albana Paganini, académica y directora de la Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales (UDP), la pregunta realmente es por qué hoy las personas buscan ese tipo de indicadores para poder construir vínculos. Y es que, según la experta, existen dificultades para sobrellevar los conflictos que conllevan los vínculos y que, para palearlos, las personas se ven en la necesidad de obtener garantías de que no van a sufrir por relacionarse con ciertas personas, como si no se tolerara sufrir o equivocarse.
“En la actualidad construir vínculos es difícil. Estos vínculos, sustendados en una lógica de oferta y demanda, donde el intercambio que se da debe ser reglado y garantizado, pueden llegar a ser volátiles e inestables y es en ese contexto que las personas buscan algo que los sostengan, como estos tests de personalidad que funcionan como herramienta de “eficiencia relacional” bajo el ideal de que no puede haber ningún costo en las decisiones que se tomen. Entonces, cuando el lazo social está tan dislocado, la cotidianeidad con el otro cuesta muchísimo y se tolera muy poco la realidad: que el alma no tiene mapa y que las decisiones no tienen garantías”, dice Paganini. A lo que agrega que el temor a los conflictos ha cambiado las cosas: “habría que preguntarse por qué existe la ilusión y las expectativas de querer saber todo de antemano, como si los conflictos fueran patológicos y debieran ser eliminados. Y es porque el imperativo es la eficacia y la eficiencia, y vivimos obsesionados con ello”, concluye.
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