“Me he preguntado si quiero volver a tener una pareja. Mi última relación terminó en diciembre del 2020, fue un termino abrupto, pero a la vez perfecto. A pesar de que yo sentía que estábamos súper bien, de a poco, al terminar, fui viendo que había varias cosas que yo no vi. Cosas mías, mis sensaciones. Como cuando me recalcaba públicamente que él no creía en el amor, que él me quería mucho pero que en cualquier momento esto se podía acabar porque podía aparecer otra persona, o porque ya no le gustara más. Esto lo decía mezclado con halagos de lo buena persona que era yo, de lo inteligente y buena compañera. Pero a mí me hacía sentir muy mal.
Puedo decir que ese fin me abrió un gran ventanal para que entrara la luz y me mostrara todo lo que yo no estaba queriendo ver. Quise hacerme cargo de él, de sus hijos, de apoyarlo a que se sacara más partido, que vendiera sus cuadros (era pintor) a mejor precio. Armé un negocio con él en el cuál yo no ganaba nada y gastaba mi tiempo y energía. Me di cuenta de que yo no me sentía merecedora de ser amada por ser quien soy, tampoco tenía claro quién era, más bien intentaba cumplir lo que yo creía que ese hombre y la sociedad espera de una mujer. Un ideal. Quería ser amada y necesitada, no me veía y tampoco a él.
A los dos días de ese término, que yo no esperaba, empecé a darme cuenta de la gran oportunidad que se me estaba presentando. Este hombre me mostró lo que ya no quiero volver a vivir, sentí que quedarme en modo víctima no me sería sano ni crecedor. Opté por tomar la posibilidad de ver, de mirar lo que no quise o que no pude ver. En algunos momentos me sentí triste, avergonzada y adolorida. ¿Por qué estuve ahí?, me pregunté varias veces. Y cada vez volví a tomar la decisión de acoger mi dolor y mi vergüenza al ver cómo yo estaba repitiendo patrones familiares y no me había dado cuenta. Estuve viendo cómo me hice daño y cómo también interferí en el camino de otros, en su libertad de elegir. Ha sido muy liberador optar por ver, optar por ver todo eso que duele, acogerlo, felicitarme por verlo, agradecer y levantarme. Cada dolor, que no tiene relación con esa historia de pareja, si no con mi propia historia. Y ha sido un regalo.
Ha sido un periodo de mucho crecimiento, de ir poniendo las cosas en su lugar, de sanar, de abrazarme, de elegirme y por lo tanto de quererme. No me he exigido ni maltratado como antes. He podido ver a los otros y comprender que cada uno elige su camino.
No caer en los clásicos odios post término de una relación ha sido lo más saludable que he vivido. Estoy agradecida de lo que viví.
La vida es mía y por eso que me pregunto si quiero compartir con una pareja nuevamente y siento que no. O al menos no aún. O no como siempre ha sido. No quiero el mismo tipo de pareja que elegí siempre, no quiero sentirme ahogada, que dejo de hacer lo que quiero o tomar decisiones de a dos todo el tiempo. No quiero sentir que me pueden engañar o que siempre mirarán a otras mujeres como más atractivas y mejores que yo.
Por años creí que el amor era eso, y estos dos años estando sin pareja me he dado cuenta de que eso era lo que yo aprendí, desde la historia familiar, mis padres, mis abuelos y mis antepasados. Quisiera un compañero que fluya, que nos podamos elegir día a día, con respeto, viendo realmente al otro, sin endiosar, sin cerrar los ojos, y con mucho amor. Quiero tener los ojos abiertos y el corazón dispuesto. Siento que aún faltan algunos pasos para que aparezca ese compañero con el que caminar al lado, sé que será un nuevo aprendizaje, por ahora me estoy apapachando por tantos abrazos que me faltaron, para poder estar disponible para vivir un amor que aún no sé cómo será. Estoy dispuesta a sorprenderme”.
Estela es profesora y tiene 42 años.