“Pero dime, ¿qué tengo?”, le insistí a la doctora un montón de veces. Su respuesta era que leyera un papel que me había entregado hacía unos minutos con los resultados de la biopsia. Le repetí tanto la pregunta que finalmente accedió. Pero en vez de responderme, me leyó ella lo que decía la hoja del examen. No entendí nada porque era todo muy técnico, pero alcancé a ver de reojo la palabra melanoma porque estaba escrita en negrita. Y eso sí sabía lo que era: cáncer. Un cáncer que había empezado a desarrollarse 8 meses antes, justo al comienzo de la pandemia, con una picadura de zancudo. No fue la picadura la que lo provocó, pero sí fue la que me alertó que había algo extraño que crecía en mi tobillo derecho.
Partió como una lesión a la que no le di tanta importancia en un contexto en el que, salir de la casa para ir al dermatólogo por una herida pequeña que no sanaba, parecía un riesgo absurdo de correr. Pero ya a fines de 2020 cuando comenzaron a levantarse las cuarentenas, decidí pedir una hora al doctor porque la picadura era ahora una especie de lunar de casi un centímetro.
Granuloma benigno. Ese fue el diagnóstico que me repitieron 3 médicos en diferentes oportunidades, pero yo nunca me quedé tranquila. Llegué a soñar con esto. Algo me dejaba con esa sensación de que no estaba bien. Después de todos los meses de cuarentena las horas con especialistas eran muy escasas y difíciles de conseguir. Así que, en ese momento, lo mejor que pude lograr fue una consulta para febrero con un dermatólogo. Pero algo me decía que no podía esperar meses con esta incertidumbre, que no podía esperar tanto. Así que decidí ir al consultorio y ahí me repitieron lo que ya había escuchado, que era un granuloma benigno. Que me lo iban a sacar si me parecía feo y yo me aseguré que le hicieran una biopsia. Me dijeron que me quedara tranquila, que si en un mes no me llamaban, era porque todo estaba bien. Me acuerdo perfecto cuando, semanas después me contactaron y me hicieron volver. Así terminé en la consulta de la doctora que se resistió tanto a darme el diagnóstico de melanoma spitzoide. Uno de los tipos de cáncer de piel más raros y difíciles de diagnosticar.
Tenían que operarme pronto y mi cirugía era prioritaria. Me explicaron que por eso desde el consultorio me iban a derivar de forma interna al hospital y que me iban a llamar para agendar la operación. Que yo no tenía que hacer nada, solo esperar. Pero el tiempo pasaba y la llamada no llagaba. Sabía lo importante que esos días eran para mí, lo valioso que ese tiempo es cuando estás peleando contra el cáncer. Especialmente contra este tipo de melanoma que tiene un ritmo de crecimiento muy acelerado. Así que decidí investigar por mi cuenta qué pasaba. Averigüé que mi ficha había llegado al hospital Salvador pero había desaparecido. La seguí, fui, volví y no me moví hasta conseguí que gestionaran nuevamente mi ingreso. Y gracias a que fui muy insistente y estuve muy encima de todo el proceso me operaron en el sistema público dentro de un plazo relativamente corto. Todo salió bien.
El oncólogo me explicó que había llegado a tiempo, que el tumor no había alcanzado ningún ganglio y que habían podido sacar todo el tejido que necesitaban extraer. Pero también me explicó que existía la posibilidad de que el melanoma volviera. Dependiendo de distintos factores —uno de ellos es el grosor del tumor— la probabilidad de recurrencia de este tipo de cáncer es mayor o menor. Mi tumor era Clark 4, el que alcanza las capas más profundas de la piel. Hasta ese momento había estado tan enfocada en eliminar el melanoma de mi organismo que ni siquiera me había planteado la posibilidad de que volviera. Pero me puse a investigar y me di cuenta que era un escenario que efectivamente podía tocarme enfrentar en el futuro.
En esa oportunidad, mi doctor me comentó que existía la posibilidad de realizar un tratamiento de inmunoterapia con una vacuna desarrollada en Chile que prepara a tu sistema inmune para enfrentar al melanoma si volviese a atacar. Y no lo dudé. Quise hacer el tratamiento para vacunarme. No sé si existe algo que te asegure al 100% que esta enfermedad jamás va a volver o que está todo 100% bien. Al menos así lo veo yo. Todo esto para mí son pequeñas batallas que vas ganando o a las que te vas adelantando. Herramientas con las que te vas armando y que, en conjunto, te van dando una mejor probabilidad de tener esos buenos resultados que esperas.
Si bien no he sido dada de alta —me quedan meses de recuperación de la operación, tengo drenajes linfáticos varias veces a la semana, sesiones de kinesiólogo y controles médicos por los próximos 5 años— hoy siento que estoy viviendo tiempo extra. Siento que gracias a todo lo que hice, gracias a lo que insistí, a que jugué todas mis cartas y busqué todas las opciones, no estoy viviendo los últimos días de un diagnóstico de cáncer tan agresivo como el melanoma. Por el contrario, estoy viviendo los primeros de todo el resto de mi vida y estoy preparada para que este cáncer no vuelva.
Constanza Solis (38) es arquitecto y vive en Viña del Mar.