“Mi papá y mi mamá fallecieron de cáncer. Él de cáncer a los huesos cuando yo tenía apenas 15 años, y mi mamá de cáncer al útero, cuando yo recién había cumplido 20.
Ella siempre fue muy responsable con sus exámenes, se los hacía sagradamente cada año. Por eso, a sus 45, cuando le tocaba el control anual, le encontraron un cáncer de mama en una etapa temprana, así que se pudo recuperar. Sin embargo, luego vino el de útero, que fue muy rápido y la terminó matando. Todo esto hizo que yo creciera con una mochila tremenda, siempre pensando en que me podría pasar lo mismo. Así que cuando cumplí 45, decidí operarme y sacarme el útero, los ovarios y las mamas.
No fue una idea loca que surgiera de la nada. Me casé, tuve hijos, luego me separé. Y llegué a la edad en la que mi madre se enfermó estando sana. Pero de todas maneras el miedo seguía presente, y entonces busqué información; leí y me enteré de que existía un examen genético para descubrir si por la historia de mi familia yo podría tener una mayor predisposición al cáncer. Y me lo hice. Me tomé una muestra de sangre que enviaron a Estados Unidos, y luego de cuatro días me dieron el resultado: me salió positivo. Es decir, las posibilidades de tener cáncer de mama, útero, ovarios, páncreas y de la piel (que son los que se miden), era cercano a un 80%.
Cuando lees un papel que dice que tienes muchas posibilidades de tener cáncer y morir por eso, es lógico que sientas miedo. Pero en realidad mi mayor temor era enfermarme y no estar para mis hijos. Por eso decidí tomármelo como una oportunidad; la de hacer algo en contra de mi destino. Le pregunté a los doctores y una posibilidad era la histerectomía y mastectomía total, es decir, sacarme el útero, los ovarios y también las pechugas. No lo dudé mucho. Y es que vivir con el miedo a enfermarse es paralizante. Cada vez que me dolía la guata o una pechuga, pensaba lo peor. Y no solo yo, mis hijos me dijeron lo mismo: ‘sácate todo lo que te tengas que sacar porque te necesitamos’.
Así que lo hice. Hoy lo cuento casi como una anécdota, pero el proceso fue largo. Entremedio se generan cambios emocionales, hormonales; en el caso de la mastectomía, quedé un mes con dos drenajes donde veía cómo la sangre corría por mi cuerpo. También debido a la histerectomía pasé directamente al climaterio y eso ha significado tener algunos síntomas como los bochornos o tener que usar un gel lubricante. Pero nada de esto se compara con enfermarse, pasar por quimios y todo lo que vi en mi mamá.
También cuando tomé la decisión pensé en mi hija. Ella puede tener las mismas probabilidades mías, y creo que esta decisión también puede ser una inspiración para ella. De hecho, cuando me hice el examen le avisé a todas las mujeres de mi familia, porque el gen viene de la mamá de mi abuela. Ella se lo pasó a mi abuela, mi abuela a mi mamá y mi mamá a mí. Todas las mujeres que venimos de esa rama genética podemos tenerlo. Cortar con esa herencia, ha sido un alivio.
Mi vida ha seguido siendo prácticamente igual de lo que era antes. Sé que puede sonar fuerte sacarse todo aquello que es tan representativo de las mujeres, pero yo estoy feliz porque junto con eso me saqué un peso de encima. Igual sé que todo esto es una opción. Otra mujer puede elegir seguir controlándose cada seis meses y no sacarse nada, porque esto es una mutilación, los doctores te lo dicen así. Pero al menos yo lo vi como una mutilación de una parte del cuerpo que ya no iba a usar. Mis pechugas ya habían dado leche, mi útero ya había tenido dos niños.
Y si me pongo más vanidosa, diría que mis pechugas quedaron hasta más bonitas, porque me hice una reconstrucción. Pero lo más importante es que ya no vivo con susto de enfermar y eso me hace sentir mejor con este nuevo cuerpo. Por eso tomé la decisión, porque la salud mental fue prioridad.
Hoy me siento tranquila y feliz de la decisión. Creo que también tiene que ver con tener el control de tu cuerpo. Las mujeres nunca hemos tenido mucho el control de nuestros cuerpos, de a poco se ha empezado a hablar más de esto; de empoderarnos, de tomar decisiones y hacernos cargo de ellas. Yo me hice cargo de mi genética porque quiero vivir, estar con mis hijos y porque no quiero que ellos vivan lo terrible que es tener una mamá con cáncer, como me pasó a mí”.
Cecilia Vidal Rudloff es Arquitecta, tiene 45 años y es mamá de Gaspar de 17 y Amelia 14.