María Isabel Lara Millapán (39) piensa, siente y se expresa en mapudungun. Es su lengua nativa desde que aprendió a comunicarse en la ruca de su bisabuelo en el campo sureño, donde vivió toda su infancia junto a su familia. Desde pequeña, acompañó por las mañanas a su madre a agradecer al estero, participó de rituales ancestrales, escuchó atenta los cuentos que relataba su tío abuelo cada tarde. Supo también acerca de la importancia de los sueños y aprendió el nombre de los árboles, pájaros y hierbas medicinales que la rodeaban. A los 12 años, como todas las niñas de su comunidad, celebraron con una ceremonia el día en que perforaron sus orejas y colgaron de ellas los chawai; su primer par de aros.
Aunque la ruca en la que creció ya no existe, ahora pasa todos los fines de semana en una casa en el mismo campo de Chihuimpille, para compartir con su comunidad. Durante el resto de la semana es máster y doctora de Lengua y literatura de la Universidad Autónoma de Barcelona y vive en Villarrica, donde trabajaba como académica de la PUC e investigadora del Centro de Estudios Interculturales Indígenas. Desde ese lugar, forma a futuro profesores con una mirada holística que integra conocimientos occidentales e indígenas y procura hacer una devolución con acciones concretas a los espacios en los que recoge información para sus investigaciones.
Siempre, en cualquiera de sus dos mundos, escribe poesía. Ha publicado tres libros con sus poemas, que se han traducido al tereo maorí, inglés, francés, portugués y catalán y han sido incluidos en varias antologías. Empezó a escribir luego de que en tercero medio, mientras trabajaba en la biblioteca de su internado, encontró un poema que hablaba de la piel morena, el cabello oscuro, los pies agrietados. "Ahí me di cuenta de que había otro tipo de poesía diferente a la clásica de Europa que me enseñaban, y me di cuenta de que yo podía escribir de nuestro pueblo. De que tenemos un saber", dice María. En esa misma época, le pusieron un rojo en una prueba de historia porque encerró la opción "falso" en vez de "verdadero" bajo la afirmación: "las machis son brujas".
"Contesté desde mi conocimiento, pero la educación sigue teniendo esa mirada monocultural en la que se validan solamente los saberes occidentales. Se dice que son los mejores y se desconocen muchos saberes milenarios, que son muy profundos. Eso genera que personas se sientan con la plena libertad de despreciar y maltratar al otro por pensar distinto, a veces por el solo hecho de ser mapuche. Hay un prejuicio muy instalado", argumenta.
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¿Esto ha influido en el fracaso histórico de establecer un diálogo entre el pueblo mapuche y el Estado chileno?
Sí. Se ha intentado generar diálogo, ha habido una búsqueda, pero no ha sido posible. De lo contrario no habría muertes, no continuarían las mentiras y el ocultamiento de información. El Estado históricamente ha actuado desde una posición de sentirse superior, de querer dominar. Y con una forma agresiva, desde el odio. Ejemplo de esto es colocar una policía que esté controlando el territorio. El Comando Jungla es sinónimo de agresión, de violencia.
¿Cuál es el rol que tiene la lengua y la literatura en la apertura de este entendimiento?
La poesía, y la literatura en general, es la voz que tienen las diferentes culturas para comunicar su pensamiento, pare decir su mundo y su historia. En ese sentido tiene un papel trascendente. El arte toca el elemento más sensible de los seres humanos que es nuestro espíritu, nos convoca a ser más sensibles. Los textos literarios son uno de los textos más complejos de leer, para comprenderlos tenemos que acercarnos a la cultura, conocer el contexto y a partir de ahí entender el texto literario. El lenguaje que contienen las creaciones literarias está aportando un mundo, una forma de decir el pensamiento y el sentimiento.
¿Qué es para ti el diálogo?
Un espacio de comunicación en horizontalidad y en igualdad de condiciones. Para que exista tiene que haber solidaridad entre ambas partes, capacidad de escuchar, observar y comprender al otro. Si una cultura pretende incluir controlando y transformando al otro, está mal. Es tiempo de que la sociedad cambie ese sentimiento de dominación hacia la otra. Si bien hace un tiempo se viene hablando de interculturalidad, la visión del Estado sigue siendo muy paternalista. Cuando valora algo es con un carácter superficial, no de entender y apreciar la filosofía, sino como algo más folclórico, pintoresco. En una sociedad intercultural todas las culturas se desarrollan al mismo nivel y tienen los mismos derechos. La interculturalidad es cuando yo aprendo del otro y el otro aprende de mí, y en conjunto construimos conocimiento. Esa es la vía si queremos construir una sociedad armónica.
¿A qué atribuyes que esto no se haya dado?
Sigue estando muy posicionado el pensamiento colonial, que considera que hay una cultura dominante que es superior a las otras, entonces existe una incapacidad de validar al otro en el mismo nivel como ser humano. El que no quiere dialogar es por soberbia, desconocimiento, falta de valores, incapacidad de escuchar, entender, abrir su mundo y saber que hay otros puntos de vista de los cuales puede aprender. Hay que entender que no siempre se tiene la verdad absoluta.
¿Cuál es la solución?
Hay que descolonizar la mente. La escuela y la educación en general tienen una misión fundamental en esto, que es educar en la pluralidad. Se debe construir el conocimiento desde los distintos paradigmas que existen. Por ejemplo, una de las clases que imparto es Didáctica de la lecto escritura, centrada en que el estudiante de pedagogía conozca estrategias para que los niños aprendan a leer y escribir. Desde el paradigma occidental se cree que mientras más temprano hable el niño, es mejor. Pero desde el punto de vista mapuche el silencio es importante, porque nos permite observar. Hay profesores que han llegado a pensar que los niños tienen algún problema cognitivo porque se demoran más en hablar, cuando en realidad es un comportamiento propio de su cultura. Aspectos como esos son los que se tienen que trabajar para que exista una apertura de mente y pensar de manera más amplia. Hay que trabajar la sensibilidad humana, observar elementos de fondo que son trascendentales, como la vida, el alma, el espíritu, que dan valor al ser humano por sí mismo. Lo primero es esta valoración. Después vienen las decisiones políticas.
¿Qué te parece la reacción de solidaridad que ha tenido la sociedad chilena no mapuche frente al asesinato de Camilo Catrillanca?
Es un gesto muy humano. No solamente fuimos los mapuche los que sentimos dolor, sino que ha tocado a gran parte de la sociedad chilena consciente, que tiene esta capacidad reflexiva, aprecio por la vida, que quiere descubrir la verdad, traspasar las barreras de los prejuicios. Recibimos mucho apoyo, más que nada de nuevas generaciones. Es lamentable que el acercamiento sea a través de la muerte y del dolor, parece que esto fuera recurrente en la historia de los pueblos, pero sí sentimos que se va generando consciencia, que cada día hay más voces que se están atreviendo a denunciar, a buscar la verdad, a poner en evidencia las mentiras que se han ido generando.
¿Crees que esta valoración también hace falta desde el mundo mapuche hacia la sociedad no indígena?
Hay diversas opiniones, pero muchos mapuche tenemos alto aprecio y cercanía con la sociedad chilena general. Hemos aprendido el mundo del otro, entendemos sus códigos y nos manejamos ahí. Pero es necesario que la otra sociedad conozca nuestros códigos y patrones culturales. También falta una valoración de nosotros mismos como mapuche. Hay que reforzar más nuestra identidad, la lengua. No debemos perder de vista nuestro kimün, que es la sabiduría milenaria: nuestros valores, nuestra filosofía de vida, nuestra propia forma de educación. Es una responsabilidad personal y comunitaria reforzarla a diario. Y para eso, quienes vivimos en el lof, que es el territorio, celebramos nuestras ceremonias espirituales, donde revisamos nuestras actitudes en contacto con la tierra y la sociedad.
¿Esa sabiduría podría aportar a la generación de un diálogo?
De todas maneras. Todas las culturas originarias que todavía no se han terminado de escuchar tienen su propia filosofía de vida, una forma de contemplar y entender la naturaleza que podría aportar muchísimo. Desde niña aprendí que los mapuche tenemos una construcción cultural del mundo que va por el aprecio del ser humano y nuestra relación con la tierra. Hay muchas personas de la sociedad chilena conscientes de este tema, que se acercan, que están aprendiendo, pero es necesario llegar a más.
¿El pueblo mapuche está dispuesto a compartir ese conocimiento? Eso podría significar exponerse.
Hay diversidad. Existe el conocimiento de resguardar la sabiduría porque ha habido malas experiencias en las que nuestro saber se ha mal utilizado, por eso hay temor. Pero en general siempre ha habido apertura, porque nos interesa que el otro mundo conozca nuestro mundo para que se validen nuestros saberes. Queremos desinstalar la mirada de que hay una cultura dominante y construir más equilibrio.
¿Qué te parece la elección de la diputada Emilia Nuyado? Por un lado tiene la oportunidad de tomar decisiones, pero por otro el riesgo de acoplarse a un sistema de poder ajeno a su pueblo. ¿Cómo se maneja eso? Lo mismo se puede aplicar a tu rol como académica de la PUC.
Emilia es una lamngien, una hermana, que va a tener voz para tomar decisiones, y eso es relevante porque puede generar cambios de conciencia y a nivel político. Tiene la misión de trabajar por su gente. Pero evidentemente cuando se llega a estos espacios hay una lucha constante. Se puede tomar el camino más fácil, que es transformarse en el otro, o un camino de trabajo constante y nada fácil, que es estar ahí exponiendo y defendiendo constantemente una mirada diferente, sin olvidarse de dónde venimos y de nuestros hermanos que siguen luchando. Siempre te vas a encontrar con opiniones prejuiciosas y hay que ser comprensiva, hacer llamados de atención, debatir y cuidar que sea todo con mucho diálogo, porque también hay riesgos de opinar en contra, como por ejemplo que te desvinculen de la institución. Eso requiere de mucha valentía. Yo, por mi parte, siento que hay aprecio por mi trabajo, que escuchan mis propuestas. Me pidieron dar clases de lengua mapuche a mis compañeros de trabajo a partir de marzo. Eso es un avance.
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