Médicos generación pandemia

Médicos pandemia



En 2020, casi 17 mil jóvenes chilenos se matricularon en la carrera de Medicina en distintas universidades a lo largo del país. Alumnos que, conscientes de que tenían un largo camino de más de 7 años de preparación académica por delante, iniciaban su formación para convertirse en futuros médicos. Ninguno de ellos podría haber imaginado que ese primer año de estudios se vería truncado por la pandemia que puso en pausa los proyectos de millones de personas en todo el mundo.

Sin embargo, y quizás más preocupante todavía, es la experiencia de sus compañeros de cursos superiores, quienes, en etapas más avanzadas de su formación como profesionales de la salud, tuvieron que adaptarse a las nuevas condiciones Covid para seguir con sus estudios.

Y es que, en medio de un sistema de salud que a duras penas se mantenía a flote producto de la inédita demanda por atenciones de emergencia, el espacio para prácticas y clínicas de alumnos en proceso de formación quedaba relegado a uno de los últimos puntos de la lista de prioridades.

Javier tenía 24 años y cursaba su último año de carrera cuando comenzó la pandemia. Recuerda que la primera vez que escuchó hablar del Covid fue durante su internado de Medicina Interna y estaba con algunos de sus compañeros. Comentaron que sería como los brotes de influenza que ocurren cada cierto número de años. “Pensamos que iba a ser similar al último brote de influenza del 2010 o 2011 en los que aumenta la cantidad de casos de enfermedad respiratoria pero rara vez son graves”, recuerda. “En general, uno siempre asumía que estas enfermedades no eran algo que fuese a ser significativo para nuestra vida y menos para para la universidad o que iba a impactar en algo la formación”.

Javier recuerda que cuando comenzaron las noticias de que el virus avanzaba por Europa y que la mortalidad en países como Italia o Francia era alta, la preocupación fue real. “Entendimos que efectivamente iba a llegar a Chile y que la infraestructura sanitaria no iba estar capacitada. Si habían miles de muertos por día en países como Italia, en Chile sería mucho peor”, comenta. Explica que si bien en Chile se cuenta con la misma tecnología para atender a pacientes críticos, el número de camas para este tipo de atención es el recurso más limitado del que dispone el sistema público. Con este antecedente, Javier y sus compañeros comenzaron a vislumbrar que su séptimo y último de carrera sería un cierre todavía más complejo y estresante del que habían presupuestado.

“En marzo nos enviaron a la casa del hospital y estuvimos cinco meses sin tener un internado presencial”, recuerda Javier. “La verdad nunca nadie había estado en una situación parecida, los docentes tampoco, entonces la formación se detuvo”. Esto implicó para los alumnos de su generación tener que postergar su titulación casi 5 meses. Javier explica que el problema principal no fue el retraso en los egresos sino que, ante una situación inédita como la que enfrentaban las facultades de medicina ese 2020, no quedó más alternativa que reaccionar sobre la marcha para intentar continuar con el semestre. “En realidad, en muchos casos se improvisó y pocas universidades retomaron pronto las clases. En nuestro caso, al estar trabajando con un hospital público en el que todo se reformó por la pandemia, se establecieron también aforos para los estudiantes”, explica. Como alumnos tuvieron que establecer sistemas de rotación y pasar poco tiempo con los pacientes. Además, solo podían estar en ciertos lugares del hospital. “Era solo un interno por sala o pasillo para evitar ocupar el mismo espacio que los otros. Nuestras residencias, donde uno podía pasar la noche para hacer turnos nocturnos, se reasignaron para el personal de salud”. Explica que no tuvo turnos de 24 horas hasta ya egresado de la carrera.

“Después al llegar a Pediatría fue similar. Éramos 17 en un grupo y había aforo supuestamente para que 8 internos rotaran al mismo tiempo. La propuesta que hubo del encargado del internado en ese momento fue que el resto congele la carrera”. Javier explica que, más que saltarse etapas, lo que vivió producto de la pandemia fue una formación comprimida en un par de meses. “Se trató de aprovechar al máximo las instancias presenciales en el hospital, pero lo que tuvimos fue menos que las que la generaciones anteriores”, comenta. “No hicimos turnos nocturnos, no podíamos estar varios alumnos en el hospital al mismo tiempo y el trabajo en equipo también es importante”.

Francisco cursaba cuarto año de carrera en 2020 en una universidad del CRUCH. Recuerda que ya con los primeros antecedentes que tuvo a cerca del Covid supo que sería una situación de proporciones mayores. Sin embargo, ni siquiera él como estudiante de Medicina de una universidad tradicional imaginó lo que venía. “Cuando ya se confirmó la pandemia, las primeras medidas que tomaron en la facultad fue suspender la práctica clínica. Nos pasaron a una modalidad 100% online cuando, por malla, yo tenía que estar yendo al hospital por lo menos unas 3 o 4 veces por semana”, comenta. Por esta razón, cree que su generación fue una de las más afectadas. Perdieron todas las prácticas clínicas del cuarto año de carrera. “En mi caso tenemos dos ramos súper importantes que son Medicina Interna y Cirugía. Son dos de las grandes áreas de la medicina y esos ramos los tuvimos completamente online. Por culpa de eso el aprendizaje fue mucho peor”, explica. “Hay muchas cosas que tú aprendes leyendo, pero finalmente uno fija los conocimientos cuando lo ves en la práctica. Solo leyendo es difícil aprender cosas en medicina”.

Aclara que para él, el punto clave de su formación en el que nota los mayores perjuicios es, sin duda, en la práctica clínica. El Covid limitó la posibilidad de los estudiantes de estar físicamente en hospitales y centros de salud atendiendo pacientes y ganando experiencia vital a la hora de afianzar los conocimientos teóricos de la carrera. “Creo que de verdad hay muchas cosas que no manejamos bien por culpa de que no tenemos la práctica clínica y los ramos online se demoraron un mes en empezar después de la fecha original porque tenían que empezar a crear esta modalidad y con muchos problemas”.

Y al año siguiente el panorama no fue mucho mejor. Francisco cuenta que en quinto año le correspondían los internados de Pediatría, Ginecología y Psiquiatría. Y si bien muchas de las medidas más estrictas como cuarentenas y toques de queda impuestas producto de la pandemia habían sido levantadas, el distanciamiento social y los aforos limitados eran todavía la regla. “Tuvimos práctica clínica muy reducida”, recuerda Francisco. “Yo vine casi dos semanas al hospital a cada internado y en psiquiatría no tuve nada, absolutamente nada presencial. Todo fue online”, explica. Y, recuerda que además, durante esos periodos limitados de clínica, no podían acercarse demasiado a los pacientes y del grupo completo de alumnos en rotación, solo algunos podían entrar al box de atención a examinar al paciente.

“Personalmente me perjudicó académicamente, porque perdí mucha práctica muy importante. Imagínate que Medicina Interna y Cirugía solo los vuelvo a ver en séptimo año y cuando uno llega a séptimo todos los doctores y la gente espera que uno sepa bastante, que uno se maneje. Yo creo que nosotros vamos a ir con un vacío”, explica. “Tal vez sí me siento menos seguro de mis conocimientos, siento que al final lo voy a tener que terminar pagando con esfuerzo extra ahora en sexto y séptimo y claro que voy a pasar malos momentos”.

Francisco está convencido de que estas barreras que el Covid le puso a su formación práctica no le van a impedir convertirse en un buen profesional y que, independiente de los desafíos, la medicina implica una formación continua. “No es como que no vaya poder ser un buen médico porque tú eres el dueño de tu carrera. Uno es médico toda su vida y tiene que estudiar para siempre”.

Hoy existe una generación de enfermeros, TENS, médicos y otros profesionales de la salud que no tuvieron la posibilidad de completar sus estudios de forma regular producto de las restricciones que les impuso la pandemia por Covid 19. Sin duda, estas limitaciones los han perjudicado y para muchos de ellos son una preocupación. Si bien este fenómeno de los vacíos educativos se repite de forma transversal en el sistema universitario que tuvo que adaptarse sobre la marcha a la realidad de las clases online y el distanciamiento social, los vacíos que pudiesen haberse generado para sus alumnos son especialmente relevantes cuando se trata de la salud de las personas.

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