Paula 1137. Sábado 14 de diciembre 2013.
El corto Médula, dirigido por la joven cineasta Melisa Miranda (24), fue seleccionado para competir en el Festival de Documentales de Ámsterdam, el más importante del mundo. En este personalísimo filme, la autora relata el caso de su madre, quien hace algunos años sufrió un derrame cerebral que le borró la memoria. Además de los reconocimientos profesionales que le ha traído, el documental tuvo para su autora un potente efecto sanador que aquí relata.
Terapia fílmica
Al segundo año del accidente, después de que su mamá pasó por un largo proceso de aprender a caminar, a hablar y a acostumbrarse a una familia que no reconocía, Melisa empezó a grabar. Antes, solo había escrito monólogos y los primeros bosquejos del guión. Cuando empezó a filmar les pidió a sus hermanos que aparecieran en pantalla. "Estaban cero dispuestos, pero aceptaron, porque teníamos que hablar de lo que había pasado. Nosotros éramos chicos y, cuando te pasa algo tan fuerte, uno sigue viviendo nomás, sin analizar lo que pasó", cuenta.
"Mi madre había sufrido un grave accidente cerebral. Cuando volvió a la conciencia no sabía hablar, caminar. No sabía quiénes éramos nosotros. Mi madre ya no era mi madre".
Con esta narración en off empieza el documental en el que Melisa Miranda resume lo que ocurrió hace 3 años y medio cuando, de un momento a otro, su madre se desvaneció ante sus ojos luego de un grave derrame cerebral. Este corto de 25 minutos, filmado como proyecto de título de la Escuela de Cine y Televisión de la U. de Chile, fue alabado por el jurado del Festival de Documentales de Ámsterdam, donde quedó en la selección oficial de la sección de documentales estudiantiles, y en Chile ganó el premio de mejor cortometraje en los festivales de Cine B y Surdocs. Aquí, la alabada realizadora relata parte del proceso personal que vivieron ella y sus hermanos al hacer una película tan íntima.
"No había pasado ni una semana del accidente y a mí y a mis hermanos nos pasó algo raro: el recuerdo de cómo era nuestra mamá antes había desaparecido. No nos acordábamos de cómo hablaba, cómo se reía. Por sentir que la memoria podía ser tan frágil, sentí esa necesidad de grabarla", cuenta la realizadora Melisa Miranda.
Adolescencia interrumpida
Al momento del accidente cerebral, Melisa tenía 20 años, estudiaba Cine en la Universidad de Chile y, al igual que ahora, vivía con su mamá y sus cuatro hermanos en el Cajón del Maipo. "Mi mamá tenía 54 años y era enfermera, muy trabajadora, inteligente, aunque no era muy demostrativa o de dar abrazos. El accidente ocurrió justo cuando yo todavía tenía una relación muy adolescente con ella, de mucho distanciamiento, de peleas silenciosas, de pensar que ella no tenía la razón. Y quedé siempre con la sensación de que no la había conocido, de que no me di el tiempo de saber quién era mi mamá. Ese era uno los motivos para hacer la película: tratar de conocer a esta persona detrás del rol de mamá, del rol del enemigo adulto", dice.
Renacida después del rodaje
Hubo un momento en el montaje en que Melisa colapsó. No sabía qué conclusión darle a su historia. Dejó la película a medias y se refugió en su madre. Después de 3 años caminaba, conversaba, leía el diario. Y, al pasar tiempo con ella, descubrió que se acordaba de mucho más de lo que quería reconocer. "Ahí me di cuenta de que ella decidió no volver a ser quien era. De eso habla finalmente el documental, de dejar ir a quien era mi madre para poder reconstruirme, tal como ella lo está haciendo. Mi mamá volvió a nacer con este accidente", dice.