Dos veces a la semana, en una sala del centro comercial Espacio Urbano, en la comuna de San Miguel, un grupo de personas mayores se reúne a ensayar una obra de teatro. No son actores ni actrices profesionales; la mayoría dedicó su vida a otras actividades y, ahora que están jubilados, se han sumado a esta iniciativa buscando una manera de ocupar su tiempo libre. Sin embargo, encontraron algo más valioso: “Acá me encontré con gente que tiene los mismos problemas que yo, que ha vivido situaciones similares; con las mismas necesidades, casi las mismas tristezas”, dice María Elisa Marín (65), una de las participantes.
El proyecto que actualmente ensayan se llama “La composición de las Memorias a través del Teatro”, un programa que surge de la alianza entre Fundación Gerocultura y Espacio Urbano y que justamente tiene como fin aquello que destaca María Elisa: no solo desarrollar la identidad personal de sus participantes, sino que también crear una identidad colectiva. En resumen, formar comunidades a través del teatro.
La metodología de este proyecto proviene de un extenso proceso de investigación desarrollado por la Fundación Gerocultura. “Al principio pensábamos que la baja participación social de las personas mayores era la raíz del problema, pero descubrimos que la verdadera dificultad radicaba en la falta de espacios de desarrollo integral, donde ellos pudieran sentirse parte de una sociedad que les permitiera seguir creciendo y aprendiendo”, explica Carlos Aedo, Director Ejecutivo de la fundación.
Así comenzaron a ofrecer una programación diferente. “Respetamos mucho las iniciativas que se hacen para las personas mayores, pero muchas veces se limitan a la activación física, como los talleres de baile entretenido, o a la activación manual o cognitiva, como los talleres de manualidades. Nosotros creemos que es esencial ofrecer algo más integral, que les plantee un desafío, un desarrollo, y que, sobre todo, los ayude a verse como agentes de cambio”, añade.
A nivel técnico, lo que hacen es poner en escena sus vivencias, recuerdos, sueños y experiencias para resignificarlas en una identidad colectiva. “En las primeras sesiones nos hicieron conocernos y compartir nuestras historias. Ahí me sorprendí, porque me di cuenta de que tenía muchas cosas en común con los demás, y normalmente no me es fácil encontrar personas con quienes comparto tanto”, cuenta Tatiana Lizama Rojas (61), otra de las participantes, quien afirma que por primera vez se siente parte de una comunidad.
“Lo que hemos visto es que se genera un vínculo muy profundo entre los participantes. Encuentran una comunidad de apoyo y socialización en la que cada uno de ellos ha visto ‘revivir’ sus vidas gracias al teatro”, comenta Carolina Díaz, Gerenta de Marketing y Sostenibilidad de Espacio Urbano. Esta experiencia, según ella, ha desafiado varias creencias limitantes: que las personas mayores no pueden aprender algo nuevo, que la actuación no es para ellos, o que no necesitan espacios para expresarse emocionalmente y pertenecer a una comunidad.
Hacer amistades
Al comenzar los ensayos, la profesora a cargo pone música para que el grupo se relaje. “¿Y no habrá un cumbión mejor?”, bromea una de las participantes. Y es que, en este espacio, además, se lo pasan bien: traen cosas ricas para compartir, bailan, cantan y ríen mucho, creando fuertes lazos de amistad.
“Antes me pasaba que quería hacer cosas entretenidas y muchas veces tenía que ir sola porque nadie tenía tiempo. No me sentía sola en la vida, pero sí en ciertos momentos: cuando quería ir a algún lugar y no tenía con quién. Qué fome no tener con quién viajar o ir a una fiesta”, cuenta Tatiana.
Ahora, en cambio, comparten mucho. “Mi marido y mi hijo tuvieron que acostumbrarse a que salgo los viernes y miércoles. Ayer, además, fuimos con el grupo al teatro, y la otra vez tuvimos una fiesta un sábado. Antes solo salía con mi familia, pero ahora salgo sola, y eso me ha dado independencia. Ellos lo han aceptado porque ven que estoy más contenta; les hablo de las personas que estoy conociendo. Creo que hacer nuevas amistades nos hace bien, nos hace sentir vivos. Sentir que todavía puedes formar lazos con gente que no conocías”, agrega María Elisa.
Ambas creen que, más allá de aprender teatro, este espacio les ha permitido cultivar amistades, gustos y afinidades. Óscar Pérez (60), profesor jubilado y también parte del grupo, comparte esa opinión. “Trabajé como profesor hasta el año pasado, cuando renuncié. Me gusta enseñar, pero estaba cansado. Pensé que si esperaba hasta los 65 para jubilarme, quizás ya no estaría en las mismas condiciones. Renuncié para descansar, pero también porque creo que, sin importar la etapa de la vida en la que estés, siempre es necesario buscar estos espacios para sentirse pleno y desarrollado”, dice.
Además, Óscar cree que el teatro permite recuperar una forma de comunicación que hemos perdido como sociedad. “Vivimos en una cultura de la soledad. Te dicen que no opines sobre la guerra, la migración, o cualquier tema, y así nos dejamos avasallar. Nos aíslan, y eso se agudiza en esta etapa de la vida. Creo que, además del interés personal por participar, debería existir un deber del Estado y de la sociedad de crear estos espacios”, añade.
Derribar el estereotipo de vejez
Una de las cuestiones que define a este proyecto es que no se basa en el asistencialismo ni en el paternalismo, tampoco en los prejuicios y estereotipos. “Nuestras propuestas buscan avanzar hacia una sociedad de derechos, digna, justa e inclusiva”, explica el Director Ejecutivo de Gerocultura. Esto porque existe una construcción social-cultural que relaciona vejez con incapacidad. “Hay un exceso de cuidado hacia este grupo etario. Se les dice que no salgan de casa porque se pueden enfermar o caer, y así los vamos limitando”.
Con este proyecto buscan confrontar esa imagen cultural para mostrar otra perspectiva de la vejez. “Es un espacio de confianza, empatía, respeto y desarrollo. Al principio, las personas mayores llegan con las microdiscriminaciones etarias que todos tenemos. Luego se produce una apertura mental: ven que son personas valiosas, capaces, porque resaltamos sus habilidades”, agrega Carlos. Como resultado, muchos comienzan a recuperar su autonomía. “Llegan a sus casas diciendo ‘no quiero sentarme en este rincón por ser mayor’, o ‘yo también puedo hablar de sexo’, o ‘puedo vestirme como quiera’. Al final, se trata de reivindicar sus derechos”.
“(La vejez) está mal entendida porque uno cumple 60 y te dicen que tienes que tener cuidado, como que tratan de limitarte en tus actividades. Pero yo creo que la edad no te determina. Yo me siento muy bien, activa, y es importante que tu familia entienda eso, que una puede tener actividades”, afirma María Elisa. Por eso dice que se sintió tan bien en este grupo, porque no la miran como una “abuelita”.
“Yo entiendo la intención que tienen, por ejemplo, en algunas municipalidades donde hacen actividades para personas mayores, pero el problema es que muchas veces las tratan como si fuesen niños. Yo digo, respeten los años. Siempre les digo a mis hijos, si cumplo 80, no me pongan coronita, no me hagan hacer el ridículo. Porque eso pasa, se infantiliza mucho a las personas mayores. Se han preocupado de tener actividades para las personas mayores, pero no se han preocupado de dignificar esta etapa. Jamás he visto un espacio de conversación en que nos pregunten, por ejemplo, cómo es la vida sexual a esta edad, como si no tuviéramos voz. Creo que eso es lo que hay que cambiar. Comenzar a dignificar la vejez”, concluye.