“Siento que siempre estuvo en mi eso de la no-maternidad. Mi nombre es Amanda Trewhela, tengo 35 años y a los 33, después de buscarlo por mucho tiempo, me esterilicé.

Soy la cuarta de cinco hermanas. Nací en Santiago, pero vivo en Temuco hace más de 20 años. Estoy en una relación hace 12 años, y mi pareja es 20 años mayor. Él tiene dos hijas con las que convivimos, aunque no todo el tiempo.

Durante 10 años mi método anticonceptivo consistió en inyecciones, pero siempre sentía que me podía embarazar. Vivía con ese miedo. Cuando tenía alrededor de 27, en algún momento surgió la conversación con mi pareja de qué iba a pasar con esta idea que yo tenía de no tener hijos. Él ya tiene sus hijas, pero siempre me dijo que, si yo quería tener hijos, él los tendría, aunque sabía que yo no quería. Lo conversamos y le dije que, si a mis 36 años yo no me había manifestado con querer tener hijos, que él tomara la libertad de hacerse la vasectomía si así lo decidía.

Cada vez que yo decía que me quería operar, la gente me sugería que él se hiciera una vasectomía. El punto es que yo me quiero operar por mí, como una solución para mi vida, una decisión que tomo por y para mí. Hoy es él, pero mañana podría ser otro. Una decisión como esta creo que es tan personal, que no se puede tomar por alguien, por una pareja. Yo no sé si el día de mañana me puedo separar y si él se enamora de alguien y quiere tener hijos. No soy yo quien pueda esa posibilidad en su vida si el problema es mío. Soy yo la que no quiero tener hijos. Yo quería dejar de estar disponible como útero porque eso ya me había traído muchos disgustos, lo había pasado mal.

A los 30 empecé también a usar el anillo, de urgida, de no querer ser mamá bajo ningún punto de vista. Me vi haciéndome test de embarazos sabiendo que no estaba embarazada. Me estaba perjudicando a mí. Era un tema personal.

“Me quise operar por mí, como una solución para mi vida y una decisión por y para mí. Hoy tengo mi pareja pero mañana podría ser otro. Una decisión como esta creo que es tan personal, que no se puede tomar por alguien más”

Llegaron mis 32 y estaba desesperada. Me obsesioné con la idea. Cada vez que me iba a llegar la regla, sufría. Llegué a tomar dos y algunos meses incluso tres anticonceptivos por estar obsesionada con la idea de que no me fuera a embarazar.

En un momento de desesperación fui a consultar sola, sin decirle a mi pareja, sobre la esterilización. Ya había consultado varias veces antes con mi ginecólogo, pero siempre me respondía lo mismo: que era muy joven y que me podía arrepentir, que esperara. Me decían permanentemente que era una decisión muy radical.

Me puse las pilas para sacar este tema adelante cuando veía que amigos de mi edad, también sin hijos, consultaban por su vasectomía y no les ponían ningún problema. Y que además, les cubría el bono PAD. Para mí solo eran trabas, cuestionamientos de si estaba segura y era super caro. Me parecía super injusto.

No veo el motivo de estas trabas con las que uno se encuentra. El tener que convencer a un médico de que estás preparada emocionalmente, que no eres ese ser débil. Porque es así, como mujeres nos ven débiles hormonalmente. A nosotros se nos cuestiona de que nos vamos a arrepentir o que vamos a sufrir, pero ¿el hombre no? ¿Qué hubiese pasado si yo hubiese cedido a la presión de la sociedad, o a la presión de los médicos? Estoy segura de que si hubiese tenido hijos, hubiese sido profundamente infeliz. Estoy segura de eso.

Ese día fui al médico y le dije ‘o lo hago contigo o lo hago sin ti’. Ahí recién me dijo que me veía sólida y programamos. Le conté a mi familia, y las reacciones fueron muy distintas. Hubo de todo. Me hice la esterilización no reversible.

Quiero ocuparme de los vivos

Siento que simplemente no nació en mi el ánimo ni las ganas de ser madre. Cuando yo tenía siete años, mi hermana mayor tuvo una maternidad no planificada y quizás ese fue el primer punto de inflexión en mi vida al respecto. Pensé que yo no quería tener ese rol. Y no lo digo en el sentido de no hacerse responsable de otro ser humano, sino que desde adentro yo no lo veía conmigo. No sé si me espantó, si me asusté, o si me dolió, pero yo adoraba a esa guagua. Hasta el día de hoy la adoro. Estaba todo el día con ella, pero la idea de ser madre me alejaba, y siento que esa experiencia fue lo primero que me lo mostró.

Después, cuando tenía alrededor de 22 años, empecé la relación con mi pareja. Sus gemelas tenían dos años, y si bien en ese momento -mucho más que ahora-, mi rol fue maternal, terminó por convencerme que yo no estaba hecha para eso. Por ellas y por todos los sobrinos que tengo no me queda lejos la maternidad. En mi caso, no estoy postergando mi maternidad para desarrollarme profesional o personalmente. Para nada. Simplemente no nacieron en mí las ganas de ser madre.

En mi vida este proceso ha pasado por distintas etapas, ha ido mutando. Desde muy chica, siempre pensé que la maternidad podía ser súper dura. Nunca vi esa maternidad idealizada, y eso que tampoco vi sufrir ni a mi mamá ni a mis hermanas. Todo lo contrario, son mujeres que admiro por las madres que son, pero igual yo veía que era difícil y no quería estar ahí.

Cuando era más joven, lo más decidor en esta idea de no querer ser madre era el embarazo propiamente tal. Me espantaba el embarazo, pensaba que era súper violento para el cuerpo. Tenía 15 años y pensaba en cómo se estiraba la guata, pensaba en cómo me crecerían las pechugas que ya las tengo grandes, y todo esto considerando que tenía la autoestima baja. Así que también pasé por un tema físico, pero siempre acompañado de ese sentimiento de que no quería. Es decir, esta idea de la no-maternidad no venía a propósito de esto.

Un poco más grande empecé a ver que ese no era un rol que yo quería tener. No era mi rol en la sociedad. Y ya acercándome a los 30 años, me empecé a dar cuenta que toda la gente que yo quería mucho, empezó a envejecer. Ahí pensé que yo quería preocuparme de los vivos, no de los que no existen todavía. De mi papá, de mi mamá, de mi pareja. Me cuestioné hacia dónde se irían mis esfuerzos, mis recursos. La gente cuando tiene hijos destina todos sus esfuerzos en los colegios, universidades, entre otros, yo pensé que quiero poner todo mi esfuerzo en los que están vivos. Hoy es el tema más importante para mí, que complementa el por qué quiero que mi rol sea ese y no el de madre.

Mi opción no tiene que ver con el mundo en que vivimos, razón de muchos de quienes no quieren tener hijos. Al contrario, soy tía y madre putativa a veces, y creo que nuestro rol con los niños es generar un mundo lo mejor posible, porque el mundo no se va a acabar cuando nosotros no estemos. De hecho, no creo que el mundo sea un lugar hostil, creo que el mundo es un lugar muy bonito. No soy creyente, pero siento que tenemos la fortuna de ser un planeta con vida y poder generar y construir un mundo bonito para todos.

No estoy disponible para arriesgarme

Hasta el día de hoy muchas personas me juzgan por la decisión de esterilizarme. Me han dicho de todo.

Una vez alguien me dijo ‘es que tú no sabes que quieres ser mamá porque aún no lo has sido, pero ese sentimiento nace. Todas las mujeres lo traemos’. Pero, ¿qué pasaba si no aparecía ese sentimiento? Yo no estoy disponible para arriesgarme. Otra vez un hombre mayor me trató de convencer de que a toda costa debería haber hecho algo para tener hijos, porque las mujeres veníamos al mundo para eso.

Hay un tema que es súper complejo y del cual nadie habla, y es que no todas las mujeres se convirtieron en esa mamá feliz. Esto me ha hecho escuchar mucho a las mujeres, y te vas dando cuenta de que hay muchas que quizás sienten un amor incuestionable por sus hijos, pero que los tuvieron presionadas y no pudieron hacer nada frente a esa presión. Es común escuchar que te digan que lo hicieron por su pareja o por sus maridos, y que quizás ellas no lo hubiesen elegido.

Muchas personas me preguntan: ¿y si te arrepientes? Creo que es parte de la decisión. La vida se trata de tomar decisiones. Esta no fue una decisión que yo tomé porque tuve la oportunidad de hacerlo y de pagarlo. Lo pensé mucho. Fue una decisión que siento que venía tomada con mi vida, pero en el momento de hacerlo, es una decisión compleja. No es a tontas y a locas como las personas creen.

La gente te mira como que lo que no quieres es criar, y no tiene que ver con eso. No es tampoco la única manera que tenemos en la vida como mujeres para trascender. El amor maternal no creo que sea el amor más importante que una persona pueda lograr generar.

En estos dos años que llevo esterilizada, me he vuelto más fuerte. Ya no dejo que me cuestionen. Ya no hay nada que hacer y todos los días digo ‘menos mal que lo hice’.

Lo estás haciendo por muchas

Me esterilicé en 2021. Te operan en el área de maternidad y te atienden solo matronas. El primer contacto que tuve fue con el anestesista y lo primero que me preguntó fue cuántos hijos había tenido. Le dije que ninguno. Se sorprendió. Me respondió: ‘Curioso’, y me preguntó si estaba segura de mi decisión. Estaba a punto de entrar a pabellón, me pareció una pregunta innecesaria.

Ya en pabellón, antes de que me pusieran la anestesia general, se me acercó una matrona de alrededor de 47 años y me dijo algo que nunca voy a olvidar: ‘Creo que es súper valioso lo que estás haciendo. No alcancé a pertenecer a tu generación que puede tomar estas decisiones. Yo nunca quise tener hijos, pero nunca nadie me quiso operar. Acá te voy a cuidar’. Fue la primera persona que me dijo que lo que estaba haciendo representaba a muchas mujeres. Que lo hacía por muchas.

Ahora han llegado muchas mujeres a mi vida que me han hecho la misma reflexión, que valoran mi valentía y lamentan no haber tenido los recursos para hacerlo. Creo que debemos poder tener la libertad de decidir ser madres o no, de poder tomar la decisión.

Es difícil no solo por el costo, sino por todos los no. El cuestionamiento de los médicos, del equipo médico, de las personas, de la familia, de la pareja cuando quieres que seas mamá. No creo que a ningún hombre le pregunten si está seguro. Te ponen trabas. Lo cobran caro, no hay financiamiento ni seguros para esto.

En ese sentido estamos super desfavorecidas. Y no lo digo desde una mirada feminista. Lo digo simplemente como una persona común que nunca quiso hijos en su vida y que, el día que lo quiso hacer, tuvo que responder cosas, responder preguntas y -hasta el día de hoy- explicar motivos.

‘Creo que es súper valioso lo que estás haciendo. No alcancé a pertenecer a tu generación que puede tomar estas decisiones. Yo nunca quise tener hijos, pero nunca nadie me quiso operar. Acá te voy a cuidar’.

No es que tenga que dar explicaciones, pero te los piden, porque se da por hecho que tienes algo que decir. Hay un intento permanente de convencerte de que te equivocaste. Y eso además viene con una carga porque muchas personas creen que uno hace esto por evadir responsabilidades. Y no es así.

No todas tenemos el llamado de la maternidad y no creo que sea algo que se desarrolle. Hoy también damos por hecho que todas las mamas son buenas, y no. Hay mamas infelices, hay mamás que no querían serlo, hay mamás que no se portan bien con los hijos, otras que los maltratan. Hay mamás a las que sí se les puede cuestionar la maternidad, al igual como se les cuestiona a los padres. No creo que estemos todas las mujeres preparadas para eso.

No creo que por el hecho de ser mujeres vengamos preparadas para ser madres, que es distinto al que sí estemos preparadas físicamente para parir. No creo que estemos todas preparadas para ser madres, así como tampoco creo que parir te convierta en madre”.