Mi cáncer
Hoy podemos saber si hemos heredado una mutación que nos predispone al desarrollo de algunos cánceres. En Chile, medio millón de familias se han realizado estudios para detectar si portan esa pesada herencia. Da miedo averiguarlo, pero permite prevenir y tratar a tiempo.
Al salir delquirófano, en enero pasado, la sicóloga Claudia Rodríguez (37) respiró aliviada, aunque le habían sacado los ovarios y las trompas. Estando sana solicitó esa operación, a pesar de que no tenía hijos y que con la intervención la posibilidad de embarazarse se eliminaba para siempre. Pero sus razones eran poderosas: un estudio genético le había informado que portaba una mutación en el gen BRCA 2, la que aumenta a 85 por ciento su riesgo a desarrollar cáncer de mama y ovario. Claudia ya había tenido a los 35 años un tumor cancerígeno en una pechuga y su madre había tenido cáncer de ovario. Pero su angustia había llegado al tope al saber que estaba predispuesta a generar nuevos tumores. "Quería dejar de sentir que tenía escrito un destino fatal", dice.
Alicia (39) acaba de recibir una amenaza de ruptura familiar de sus dos hermanos, si cuenta con nombre y apellido en este reportaje que en su familia está presente la mutación del cáncer de ovario y mamas que mató a su abuela y hoy tiene desahuciada a su madre. Se hizo el estudio genético y, aunque está sana, saberse portadora de tal predisposición la tiene alerta, porque quiere evitar a toda costa repetir el destino de sus predecesoras. Piensa hacerse una mastectomía para sacarse las pechugas y hacerles el test genético a sus dos hijos, de 17 y 16 años, apenas sean mayores de edad para que sepan si portan esa herencia. En cambio, los hermanos de Alicia no quieren saber nada; prefieren vivir en la incertidumbre a hacerse un test genético que los enfrente a una noticia inevitable. "Temen que algo así pueda filtrarse a la isapre y lo tome como preexistencia o que llegue a oídos del banco, donde mi hermana postula a un crédito hipotecario", explica Alicia quien, junto con pedir cambiar su nombre, termina desistiendo
de revelar su testimonio completo.
Nancy (63) teme por sus nietos de 8, 12, 15 y 17 años. El cáncer de colon en su familia se ha traspasado de una generación a otra. Mató a su padre, a tres tíos y a una hermana. Ella y sus hijos han tenido que vivir en pie de guerra y operarse de poliposis y tumores desmoides en el intestino, los que, si no se tratan a tiempo, se transforman en tumores malignos. Un estudio genético, que ella y sus hijos se practicaron, mostró que son portadores de la mutación y existe 50 por ciento de probabilidades de que sus nietos también la tengan.
Esto solo puede afirmarse o descartarse con un estudio genético que, por ser todavía menores de edad, aún no están en condiciones de practicarse. Nancy, al igual que Alicia, pide mantener su nombre real en reserva: a pesar de su historial, no quiere que su familia sea estigmatizada públicamente por ser portadora de un cáncer.
Qué miedo saber
La pregunta de si uno heredó o no un cáncer o si traspasará esa herencia a sus hijos, en efecto resulta aterradora. Eso lo saben bien los especialistas chilenos que han encabezado los estudios genéticos en familias de alto riesgo de cáncer hereditario y que han tenido que persuadir a sus pacientes de los beneficios que tiene saber algo así.
"Les da miedo. Hay personas que se niegan tajantemente a hacerse el examen, aunque están rodeados de cáncer en sus familias: sienten que saber que portan la mutación, es como tener por adelantado una sentencia de muerte. También hay mucha culpa. Madres que se vienen abajo al saber que les han traspasado a sus hijos la mutación que los predispone al desarrollo del cáncer, a pesar de que es algo que no se elige. Y reacciones de felicidad. Hay personas que, al enterarse que no tienen la mutación, hacen una fiesta", describe Eliana Pinto, enfermera de la Unidad de Coloproctología de la Clínica Las Condes. Ella tiene contacto directo con las 154 familias que forman parte del estudio que lidera el cirujano digestivo Francisco López, quien desde hace siete años lleva un registro nacional de familias afectadas por cáncer de colon.
"Los portadores de la mutación tienen un riesgo de un ochenta por ciento de desarrollar el cáncer colorrectal, que en Chile es la tercera causa de muerte por cáncer digestivo. Desde el punto de vista médico, los estudios genéticos nos permiten detectar qué pacientes son vulnerables y hacer prevención con ellos: seguimientos y controles más frecuentes para detectar el cáncer en su etapa inicial. Esa es la ventaja y trato de que los pacientes la entiendan. A ellos les digo: 'Gracias a esta información, usted no va a morir de cáncer a los 40, sino de muerte natural a los 80'", explica el doctor López.
En la prevención del cáncer de mama ocurre algo parecido. Se estima que entre un 15 y un 20 por ciento de las mujeres lleva el cáncer en los genes y su historia familiar permite predecir que podrían llegar a enfermarse. Hacia ese grupo pequeño pero muy vulnerable apuntan los nuevos paradigmas de prevención: identificar a todas esas mujeres consideradas de alto riesgo, para hacerles seguimiento y prevenir a tiempo.
La doctora Lilian Jara, genetista de la Unidad de Genoma Humano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, lleva diez años estudiando a esas mujeres de alto riesgo. Ha mapeado genéticamente a 400 familias chilenas portadoras de cáncer de mama y ovario. Y quienes han resultado con la mutación, han podido ingresar a un programa gratuito de prevención de por vida, en la Corporación Nacional del Cáncer, que colabora con la doctora en este proyecto. "Gracias a ello hemos podido identificar tumores en sus etapas iniciales y hacer diagnósticos precoces. Es decir, estos estudios genéticos nos han permitido
identificar a las mujeres vulnerables y con estos seguimientos, salvarles la vida, que es al final de cuentas lo que le da sentido a estos estudios", dice.
El sobre cerrado
Cuando, hace un año, le pasaron un sobre blanco y cerrado con el resultado de su estudio genético, a la sicóloga Claudia Rodríguez le tembló la mano. Lo leyó con cuidado: decía que era portadora de la mutación patogénica 6503delTT en el gen BRCA2, uno de los dos genes identificados como de alta prevalencia en cáncer de mama y de ovario.
"¿Qué hago ahora con esto? ¿Me tiro escalera abajo?", se preguntó, angustiada. Esto, a pesar de que unos años antes, Claudia había realizado un máster en Sicooncología en la Universidad Complutense de Madrid, donde había recibido información de los estudios genéticos en familias portadoras de un tumor maligno. Y a pesar de que ella había querido hacérselo, después de haber tenido un cáncer de mamas.
"Pero otra cosa es con guitarra. Fue muy impactante conocer el resultado, porque es una predisposición. Sentí que sobre mi cabeza tenía una espada de Damocles y que en cualquier momento podría desarrollar un cáncer de ovario, como el que tuvo mi mamá. Para ser sincera, le temía más al cáncer de ovario que al de mamas, por mi propia historia: yo había visto el sufrimiento y la lucha que tuvo que dar mi mamá cuando lo tuvo. Y, al conocer el resultado, ese terror fue contagioso en mi familia, porque tengo dos hermanas, una de ellas con tres hijos", dice.
Un estudio genético es una exploración molecular que permite identificar mutaciones en genes de alta predisposición hereditaria, involucrados en el desarrollo de algunas enfermedades, como algunos cánceres hereditarios. "La mayoría de los cánceres que se desarrollan son esporádicos y ocurren por casualidad. Eso es lo que generalmente pasa en el 80 por ciento de los casos. Personas de edad avanzada, que pasados los 70 años desarrollan un cáncer porque el sistema de control de las divisiones celulares ya no funciona como antes; están más viejos y hay factores ambientales que pueden afectar ese mecanismo.
Pero el 20 por ciento de los cánceres ocurre porque en las familias hay una predisposición que los hace altamente vulnerables al desarrollo de tumores malignos", explica Sonia Margarit, consejera genética de la Clínica Alemana.
Los cánceres que tienen un patrón hereditario de alta incidencia son el de mama, de ovario, de piel o melanoma, de próstata y de colon. En todos ellos, hoy se llevan a cabo en Chile estudios genéticos en familias consideradas de alto riesgo. En cáncer de mamas y ovarios la doctora Pilar Carvallo, de la Universidad Católica, ha estudiado a cien familias; y hay otras 400 estudiadas por la doctora Lilian Jara en la Universidad de Chile en conjunto con la Corporación del Cáncer. En cáncer de colon, hay 154 familias estudiadas por el doctor Francisco López de la Clínica Las Condes. En ese mismo establecimiento, hay 22 familias estudiadas en cáncer de próstata y se están reclutando familias de alto riesgo susceptibles de ser estudiadas en melanoma.
Se consideran de alto riesgo cuando hay dos o más parientes directos con cáncer (padres, hermanos o hijos) o bien dos generaciones sucesivas afectadas, o diagnósticos de cáncer antes de los 50 años. Cuando están esos requisitos presentes, los médicos tratantes suelen sugerir la práctica de un estudio genético al paciente y su familia.
"Lo que se hereda no es la enfermedad, sino la predisposición a desarrollarla, que puede llegar al 80 por ciento: de diez pacientes con la mutación, ocho la desarrollarán y dos no. ¿Por qué? No lo sabemos y puede que en eso influya cómo eres y cómo vives: qué comes, cuánto duermes, qué tan feliz eres", dice la doctora Pilar Carvallo, del Departamento de Biología Celular de la Universidad Católica, quien ha estudiado las bases genéticas del cáncer de colon y mamas.
En países como Estados Unidos los estudios genéticos conllevan antes, durante y después reuniones con una consejera genética que ayuda a despejar dudas y dar una interpretación adecuada a los resultados. Aquí, hasta hace poco, esa figura no existía y se ha suplido a través del consejo que puede aportar el médico tratante, el genetista que hace el estudio o alguna sicóloga especializada en oncología. Pero también hay casos, como el de Claudia, donde no hubo asesoramiento genético. "Me pasaron el sobre y listo. Fui yo, quien por mi cuenta, debí buscar un consejo informado para evaluar qué pasos dar a partir de ese resultado", dice.
Claudia buscó ese consejo en los profesores que le habían hecho clases en su máster en España, país donde hay diplomados y guías publicadas de consejería genética. Sostuvo conversaciones por mail con Ignacio Guillermo Blanco, de la Unidad de Consejo Genético del Instituto Catalán de Oncología, quien fue despejando sus dudas. "Básicamente lo que hizo fue escucharme, lo que le agradezco mucho, y ayudarme a identificar qué quería.
Yo quería sacarme los ovarios, porque sabía que eso anulaba la posibilidad de desarrollar cáncer de ovarios y reducía enormemente el desarrollo de un cáncer de mamas. Pero me topaba con el problema de que no querían operarme, porque soy joven y no tengo hijos". Claudia usó el resultado del estudio genético como argumento médico para pedir la extirpación de sus ovarios y trompas. Le costó mucho que algún médico accediera a ello, a pesar de recalcar que no le interesaba ser madre. Su petición fue analizada varias veces en los comités oncológicos del hospital San Borja, donde se operó. La decisión se precipitó, en enero de este año, cuando en su útero apareció un mioma. Al salir del quirófano, estaba aliviada. "Sentí que recuperé el control de mi cuerpo".
A partir de la experiencia de Claudia, su madre y sus dos hermanas se estudiaron genéticamente. La madre salió positiva, al igual que una de sus hermanas. Afortunadamente otra hermana, que tiene tres hijos, confirmó que no tiene la mutación y, por ende, sus hijos tampoco. "Para ella fue una gran noticia. Solo imaginar que podía tener la mutación y haberla traspasado a sus niños, la hacía llorar", dice Claudia.·
¿Dónde y cuánto?
Los estudios genéticos pueden hacerse en el Departamento de Biología Celular y Molecular de la Universidad Católica, en la Corporación del Cáncer y en el Laboratorio de Oncología y Genética de la Clínica Las Condes. El precio bordea los 600 mil pesos. Solo requiere de una muestra de sangre y la firma de un consentimiento informado.
Mutaciones chilenas
La genetista Lilian Jara, del programa de Genética Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, tiene en su oficina 14 archivadores donde guarda el historial genético de las 400 familias chilenas, portadoras de cáncer de mama y ovario, que ha estudiado en los últimos diez años.
Con toda la información recabada en los estudios genéticos de las familias, la doctora Jara ha podido determinar las mutaciones genéticas en cáncer de mama y ovario más frecuentes en la población chilena, las que ha publicado en varios estudios científicos. "Hoy sabemos que hay mutaciones fundadoras, que trajeron los españoles a Chile.
Y otras que son propias de la mezcla de la población chilena y que seguramente deben haber estado presentes en los indígenas. También hemos identificado las mutaciones más frecuentes en las chilenas: 3 en el gen BRCA 1 y 3 en el gen BRCA 2, presentes en el 65 por ciento de las familias estudiadas. Eso es importante, porque facilita el estudio genético: en vez de hacer un examen completo de mutaciones, lo que es largo y costoso, vas y buscas las más frecuentes", explica la doctora.
Hace pocas semanas, la doctora Jara recibió el caso familiar más impactante que le haya tocado conocer en estos diez años de estudio. Una familia en Temuco, con pocos sobrevivientes, que tiene en su árbol genealógico 19 de casos de cáncer de mama y ovario, tanto hombres como mujeres. "La señora lloraba porque quería saber si sus dos hijos se iban a morir de cáncer, igual como se han muerto todos sus antepasados y hermanos. Es una familia con un riesgo gigantesco. Lo interesante es que esta familia tiene un número de casos afectados mucho mayor que la familia índice que permitió hace 20 años identificar los genes BRCA del cáncer de mama. Estudiar genéticamente a esta familia de Temuco puede generar enormes hallazgos sobre este cáncer", dice.
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