“Este año ha sido un desastre. Se supone que el 2020 iba a ser el año difícil, pero tengo la impresión de que este podría superarlo. En enero hubo un terremoto en mi oficina, donde se fue mucha gente y quedamos cuatro personas a cargo del trabajo que antes hacían quince. Todo esto, sumado a la presión de que no puedo perder mi fuente principal de ingresos porque tengo una familia que mantener y cuentas que pagar. Personalmente, la cosa tampoco está mucho mejor. Me separé del padre de mis niños el año pasado, y básicamente los estoy criando sola, con todo lo que eso implica.

Las otras tres personas que quedaron conmigo en la oficina han pasado a ser, de una u otra forma, mi principal contención emocional. Tenemos un grupo de Whatsapp, que creamos con el fin de discutir temas de nuestro trabajo -porque cada una está en su casa-, pero que finalmente se ha convertido en un espacio abierto, en el que nos podemos desahogar por temas laborales y personales, sin sentir que nos están juzgando. Porque sí, a veces una piensa o siente cosas que quizás no debería sentir, y saber que lo puedes expresar sin censura en un ambiente seguro, es vital.

Así como mi 2021 no ha estado fácil, el de mis compañeras tampoco ha sido miel sobre hojuelas. Desde problemas amorosos a situaciones particulares con los hijos, el marido, las finanzas y hasta el peso que hemos subido en cuarentena, no hay nada que quede fuera de los límites del chat, y sabemos que si compartimos algo que nos está doliendo o que no nos deja dormir, alguna va a contestar con una palabra de apoyo, consejos, o por último con un sticker chistoso que no tenga nada que ver.

El otro día, una de ellas nos contó que había hablado del grupo de Whatsapp con su psicóloga, porque sentía que realmente era un espacio de contención sororo. Y es que eso somos, mujeres muy distintas la una de la otra, pasando por dramas que son parecidos en lo profesional pero muy diferentes en lo personal, remando juntas a través de las olas, porque sabemos que si no trabajamos entre todas vamos a terminar hundiéndonos.

Yo sé que se habla mucho de la competencia que existe entre las mujeres, especialmente en el terreno del trabajo. Son pocos los puestos, poca la plata que se reparte entre nosotras, y eso hace que sea fácil ver a la otra como una adversaria. Pero a estas alturas, eso es lo que menos nos importa. Estamos en una situación que ni siquiera nos permite eso, porque estamos luchando por sobrevivir en una selva perversa y oscura, donde a veces aparecen colmillos y ojos brillantes entres las sombras.

Hay una escena de la película Notting Hill, donde los personajes cuentan sus peores momentos, y el que peor lo ha pasado se come el último pedazo de brownie que queda. Nosotras no estamos en esa. No competimos para ver quién lo está pasando peor o quién tiene más problemas, sino que tratamos de ayudarnos para salir de ésta enteras y juntas. Y si una está mal, o no puede entregar el trabajo que tiene que hacer en la semana, otra se adelanta y lo hace por ella. Si hay que cubrir porque no podemos faltar –otra vez- a la hora del pediatra, lo hacemos entre todas.

Generamos un grupo donde demostramos que en equipo funcionamos mucho mejor y en equipo nos sostenemos. Lo común es irse a lo individual y velar por el trabajo de una, pero de verdad creo que este grupo es una pequeña representación de lo que es la sororidad a nivel global. Apañándonos nos va mucho mejor, porque es lo que nos mantiene a flote”.

Elena Prieto tiene 36 años y es informática.