“En el embarazo de mi primera hija Magdalena, hoy de tres años, investigué mucho de todos los tópicos relacionados con maternidad: crianza, lactancia, parto. Era pandemia y tenía mucho tiempo libre. Por los estudios de mi esposo estábamos viviendo en Escocia, donde el sistema de salud es público y gratuito. Cada vez que iba a control, me atendía una matrona diferente. Y es que allá, estos procesos los llevan las matronas, muy rara vez uno ve al ginecólogo. Eras las matronas quienes estaban muy empoderadas con todo lo del parto humanizado.

Una de las matronas que me atendió en una de esas oportunidades me sugirió explorar distintas maneras de sobrellevar el parto, ya sea en términos de posiciones, manejo de dolor y lugares. Fue allí cuando investigando llegué a los partos verticales y me llamó mucho la atención. De esta manera no se podía usar mucha anestesia porque eso impediría el estar de pie, pero sí me pareció una manera más natural de tener a tu guagua, tanto por la fuerza de gravedad como por la capacidad que tendría como mujer de moverme y manejar la situación. Fue investigando que llegué a desear el parto vertical.

Con Magdalena no pude llevarlo a cabo, porque tuvo meconio y como debían monitorearla constantemente, debí abandonar allí mismo el proceso de parto vertical que ya había iniciado.

A principios de febrero de este año di a luz a mi segundo hijo, Mateo. Desde que supe que venía en camino, quise un parto vertical. Era mi revancha. Ya estábamos en Chile, y aquí no conocía a nadie que hubiese tenido a sus hijos de esta forma y tampoco sabía que había clínicas o centros que no lo hacían. Simplemente pensaba que esto era una elección de cada madre. Imaginaba que cada quien podía tener a sus hijos como quisiera.

Mi embarazo lo empecé con muchas complicaciones relacionadas con infecciones urinarias, por lo que llegué a un uroginecólogo en la clínica Bupa. No me imaginé en ese entonces que le había achuntado al lugar donde podría hacer un parto vertical, porque siempre pensé que era algo generalizado y natural.

En todas las ecografías mi hijo mostraba ser un percentil sobre 90. Era muy grande. De todas formas, el equipo me apoyó para cumplir mi sueño de tener un parto vertical. El mismo día del parto debía indicar que quería que me llevaran a esa sala, pero mi parto fue un poco loco.

A las 2:50 de la madrugada del día que nació Mateo me desperté en mi cama con mi esposo y mi hija. Había iniciado el trabajo de parto. Esperamos a que llegaran mis papás para que se quedaran con nuestra hija, y partimos a la clínica. Llegué completamente dilatada. Dejamos el auto en la puerta de urgencia y cuando llegué a maternidad, la revolución no era menor. En un turno que aparentaba ser tranquilo, llegué yo gritando y casi pujando.

Me atendió el ginecólogo de turno mientras llamaban a mi doctor y matrona y, mientras llegaban, de repente me di cuenta que me estaban atendiendo en una camilla y dije ‘¡Esperen! Yo no quiero tener a mi hijo así, quiero ir a la sala de parto vertical’. Justo llegó mi matrona y me cambiaron.

Llegamos a la sala y vi el trípode en un rincón. Es una estructura de fierro alta, donde al medio cuelga una tela donde te puedes colgar, y abajo hay una silla en forma de herradura para descansar. El suelo está todo acondicionado para hincarse o agacharte, y el doctor y la matrona se acuestan allí abajo.

Debo haber estado ahí máximo una hora. Fue rápido, aunque lo sentí como una eternidad. Pese a que sabía que fisiológicamente era la mejor posición, mi bebé no salía. El doctor me dijo: tu bebé saldrá al siguiente pujo, saldrán su cabeza y hombros, y ahí lo giraré y tu lo tomas y te lo llevas al pecho. Eso ocurrió, pero nunca tuvo que girarlo porque Mateo venía en posición posterior, es decir, mirando hacia adelante.

Esos son partos que duelen y cuestan más. El doctor no podía creer que lo hubiese tenido de forma vertical. Estos partos tienen muchos menores índices de desgarro que los comunes, pero yo igual tuve uno, y debe haber sido por la posición en la que venía. Lo saqué con mis propias manos, lo tomé de las axilas y lo llevé a mi pecho. A pesar de que me costó y me dolió, fue tal como yo lo había soñado, y mi esposo siempre estuvo al lado. En este tipo de partos, las parejas tienen un rol mucho más activo. Me sostuvo en todo momento, me ayudaba, y cortó el cordón. Fue todo muy orgánico y natural.

No era solo eso, además la sala tenía música, aromaterapia, luz tenue. No había mucha intervención en el proceso. A veces sentía que estaba sola con mi esposo, y eso está buenísimo porque sin duda sube el nivel de oxitocina porque uno está más relajado. Si tuviese otro hijo quisiera hacer exactamente lo mismo, no solo porque es más rápido, más natural y la recuperación es mucho mejor, sino porque es hermoso porque uno participa en todo: toca, siente, sabe, lo toma, lo saca. Es muy bonito. Además, siempre me ofrecieron la posibilidad de elegir otra opción de parto en el camino o de usar anestesia, y eso es bueno para las personas que quisieran intentarlo”.

Mi experiencia en el parto vertical

Una tendencia que crece

El hospital clínico metropolitano de La Florida empezó hace ya varios años con esta opción, y son quienes de alguna forma han liderado el tema en Chile. De hecho, en su sitio web publican un documento que deben llenar las madres llamado “plan de parto”, donde dan la opción de elegir la posición en que se quiere traer al bebé al mundo, y va mucho más allá de la opción de pie, también abarca posiciones como sentada, semisentada, cuclillas, de lado, en cuatro apoyos, acostada y en posición ginecológica.

Eduardo Faúndez, médico jefe de ginecología y obstetricia de Bupa, centro que comenzó con esta opción a fines del año pasado, dice que incorporar esta opción forma parte de un plan para instalar la idea y praxis de un parto respetado y humanizado. Si bien hoy hay un equipo específico capacitado en este tipo de partos, están trabajando progresivamente para incorporar a todos los ginecólogos de la clínica, dice.

El profesional indica que si bien las pacientes pueden tener anestesia cuando optan por un parto vertical, se debe hacer de tal forma, que mantenga suficiente actividad motora para sostener su cuerpo en el proceso. Asimismo, comenta que esta opción requiere en general bienestar fetal y materno. “Si hay alguna patología, o distocia (malposición) fetal, es altamente probable que deba hacerse alguna intervención durante el trabajo de parto”, señala.