“Tengo un hijo de cinco años que está en esa edad “sin filtro”, esa que a veces a las madres nos hace pasar momentos incómodos; todo lo que es diferente a él y a su entorno le llama la atención y lo cuestiona a viva voz. Cuando vamos por la calle, por ejemplo, me pregunta: “mamá, ¿por qué es tan gorda esa persona?” o “¿por qué camina así?”. También me ha pasado que me ha preguntado por qué equis persona tiene la piel de color, o por qué alguien tiene tantos dibujos en los brazos. Realmente, en su ingenuidad, no tienen ningún filtro para aquellas cosas que a los adultos nos complicaría preguntar o decir.
En este contexto, la semana pasada comenzamos a ver los Juegos Olímpicos y para mí ha sido una gran experiencia de aprendizaje. Los juegos han sido sin duda una excelente oportunidad para hablar de valores y reforzar la importancia de la tolerancia, diversidad y humanidad.
En éstos ha podido ver y experimentar en la piel de otros la sana competencia, el esfuerzo y una enorme diversidad de colores, alturas y corporalidades. Ha sido increíble ver con él cómo, para cada cuerpo, existe un deporte distinto. Mientras disfrutamos de la competencia, vemos gimnastas pequeñas, altos velocistas, fuertes lanzadores de martillo. Mi hijo mira y analiza cada uno de los deportistas, reconoce muchísimas banderas y admira la existencia de un mundo diverso.
Ha observado instancias preciosas de compañerismo y ha visto reacciones de frustración, rabia y pena. En un mundo en donde para las niñas y niños todo es inmediato, hemos conversado cuán duro deben entrenar los jugadores, lo importante que es intentarlo, y lo frustrante que debe ser para los velocistas ser descalificados por una “partida falsa”. Ha sido bonito verbalizar las emociones en conjunto, e invitarlo a él a hacerlo también. “¿Por qué llora...de felicidad?”, me ha preguntado.
Sin programarlo mucho, gracias a este evento hemos tenido lindas conversaciones, que quizás sin los Juegos Olímpicos, no habrían aparecido naturalmente. Por ejemplo, le llamó la atención que Yasmani Acosta (luchador grecorromano) “hablara raro, si era chileno”. Entonces conversamos sobre la migración y la importancia de valorar y respetar a quienes llegan a nuestro país en busca de una mejor vida.
Mi hijo tiene una enfermedad genética llamada mastocitosis cutánea, y tiene su cuerpo cubierto de manchas que no desaparecerán. Si no comienzo yo trabajando en él la importancia de la diversidad, ¿quién? Y por lo mismo agradezco estas instancias, que nos permiten acercarnos y conversar con nuestras hijas e hijos con ejemplos concretos. Estoy segura de que si más niñas y niños vieran los Juegos Olímpicos con padres y madres que los acompañen en su reflexión y les den respuestas, en el futuro tendríamos un mundo mejor”.
Carolina Hiribarren, 30 años, historiadora.