Mi mascota y yo: Truman, vida tras la muerte
El perro Truman llegó a la vida de Claudette Medina justo el día que define como el más triste de su existencia. Ese día perdió a su prima Fernanda de 25 años. Era pandemia, cuando la muerte era aún más triste, sola e inhóspita. “Truman me dio vida tras la muerte, se convirtió en mi mejor terapia, jamás imaginé que algo así sucedería, nuestra conexión es única, lo amo infinito”, dice.
El perro Truman llegó a la vida de Claudette Medina (45) justo el día que describe como el más triste de su existencia: el día en que perdió a su prima Fernanda, de tan solo 25 años. Era plena pandemia, un tiempo en el que la muerte se sentía aún más triste, solitaria e inhóspita.
“Fue el 24 de julio de 2020. Después de despedirnos de Fer en el cementerio, partimos con Leo –mi pareja– a la comuna de La Granja a buscar a nuestro cachorro. Venía de Empedrado, en la región del Maule. Lo habíamos visto un par de meses antes en una publicación de Facebook, y tras pensarlo mucho, finalmente decidí dar el gran paso de tener una mascota. Parecía que la pandemia era un buen momento”, cuenta Claudette.
Por lo difícil que era moverse en esos días, el traslado de Truman se demoró más de lo esperado. Mientras tanto, la salud de Fernanda comenzó a deteriorarse. Tenía una enfermedad extraña que la iba apagando poco a poco. “Por las medidas de aislamiento, no podía verla, así que todos los días me paraba debajo de su edificio y le hacía señas desde la calle. Ella se asomaba al balcón y nos comunicábamos así. En una de esas conversaciones, le alcancé a contar sobre Truman. Se puso feliz; quería conocerlo y disfrutarlo junto a su perrita Maya. Pero el destino quiso otra cosa”, recuerda Claudette.
Fernanda murió en la clínica justo cuando Truman venía viajando desde Maule a Santiago. Lo primero que pensó Claudette fue abortar la misión: no sintió fuerzas para dar amor en un momento tan doloroso. “Con Fer éramos inseparables, además de muy parecidas. Cuando su enfermedad comenzó, yo recién había vuelto a vivir en Santiago, así que estuve muy cerca de ella durante todo el proceso. En esa época trabajaba en la UC, y como ella pasaba internada ahí, siempre la iba a ver. Le llevaba alguna copucha o anécdota para hacerla reír. El humor nos unía mucho. Era muy pícara, le encantaba cuando imitaba a la gente; lo gozaba. Nos hicimos inseparables. Por eso su partida dolió tanto”, confiesa.
A pesar del dolor, Leo insistió en seguir adelante con la adopción de Truman. Creía que su llegada les traería algo de alegría, y así fue. “Truman me devolvió la vida después de la muerte. Se convirtió en mi mejor terapia. Jamás imaginé que algo así sucedería. Nuestra conexión es única; lo amo infinito”, dice Claudette.
Desde el primer día, Truman transformó sus rutinas. No perdona el paseo diario, así que, pese a la tristeza, Claudette tuvo que encontrar fuerzas para levantarse cada mañana. Además, cambió su manera de relacionarse con los animales e incluso con las personas. Nunca había tenido una mascota, y por eso no entendía lo que muchos dicen sobre esa conexión especial, eso de que “solo les falta hablar”. Ahora lo comprende. Truman, por ejemplo, se acerca y los lame cuando están tristes, como si quisiera consolarlos.
“Sé que Fer nos cuida desde el cielo. Aunque no llegó a conocer a Truman, me consuela saber que estaba feliz con la noticia de su llegada. Horas antes de que muriera, entré en la clínica a escondidas –el aforo solo permitió la entrada de sus papás y su hermano– y pude despedirme. Le mostré fotos de Truman, me apretó la mano con fuerza y me miró fijamente a los ojos. Sentí que sabía que este perrito me ayudaría a sanar esa pena tan grande de perderla”.
Hoy Claudette mira a Truman y le agradece por haberla escogido. Dice que se ha convertido en su vida entera. “También le doy gracias a Fer, porque sé que, de alguna forma, ella también es parte de esta historia”.
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